• 24/03/2024 00:00

Colaboración intergeneracional para el país que queremos

Necesitamos un balance entre el entusiasmo de la juventud y la experiencia de los mayores

Hace cinco años - previo a las elecciones del 2019 y frente al entusiasmo por el voto joven - señalé en esta columna de opinión que, los adultos mayores también son una fuerza electoral de primer orden que puede determinar el resultado de las elecciones, por lo que no era conveniente caer en el clientelismo etario y cometer el error de descalificar a las personas mayores, ya sea por acción u omisión. Eso sí, también subrayé de entrada que necesitábamos un balance - fundamental para el progreso y el desarrollo en cualquier ámbito de la vida - entre el entusiasmo de la juventud y la experiencia de los mayores.

Cinco años después, el culto a las virtudes de la juventud se ha hecho más fuerte en el imaginario colectivo de los panameños, lo cual es evidente en las redes sociales, y tuvo su máxima expresión en el segundo debate presidencial, organizado exclusivamente por los menores de 35 años, los cuales por cierto, representan el 35% del padrón electoral. Además, vale subrayar que, un tercio de este grupo tiene menos de 25 años, y no han alcanzado la madurez total, sin que eso descalifique en lo absoluto su capacidad para elegir el presidente que el país necesita. Ellos poseen una gran energía y entusiasmo, lo que les permite enfrentar desafíos con determinación y vigor.

En ese contexto, retomo el mensaje que expresé hace un quinquenio, refiriéndome en esta ocasión a la fuerza electoral de los adultos maduros y mayores, que representamos el 65% de los electores - salvo algunas excepciones - hemos logrado suficiente madurez, marcada por la autorrealización y productividad en términos intelectuales, dado - como afirman los expertos - por el bagaje emocional y cultural adquirido en las etapas previas.

La mayoría de nosotros hemos alcanzado una sólida formación profesional y una vasta experiencia que brinda una comprensión más clara de las implicaciones a largo plazo de ciertas decisiones y acciones, lo que ayuda a evitar errores costosos. Nuestra productividad y el grado de involucramiento y compromiso es de gran valor. Poseemos una visión que nos convierte en piezas clave para estar al frente de cualquier empresa. Y, además, somos y podemos ser, los mejores mentores para los talentos más jóvenes de las organizaciones, transformándonos en una guía de su proceso de desarrollo.

En este contexto, reconozco que la política necesita renovarse y equilibrar la experiencia con las necesidades, la energía y la fuerza innovadora de la juventud. Pero antes los jóvenes deben atravesar el arduo proceso de formación completa y ganancia de la experiencia suficiente para transformarse en agentes del cambio cada vez más comprometidos con los procesos de desarrollo, y cuando lleguen a esa edad madura, mantengan los ideales y el compromiso de ser la efectiva generación de relevo que necesitaremos. Y sí, por supuesto que necesitamos jóvenes en los espacios de concertación, toma de decisiones y poder. Pero no solo jóvenes. Necesitamos un balance entre el entusiasmo de la juventud y la experiencia de los mayores.

La clave para lograr un equilibrio exitoso entre estos dos aspectos es fomentar la colaboración intergeneracional y el intercambio de ideas. En última instancia, el equilibrio entre la energía de la juventud y la sabiduría de la edad puede ser increíblemente beneficioso.

Propongo para terminar, algunas estrategias para fomentar la colaboración intergeneracional para el país que queremos, subrayando que, es importante reconocer y valorar las contribuciones de ambas generaciones, creando así un ambiente de respeto mutuo y aprecio por las diversas perspectivas y habilidades que cada grupo aporta. Este equilibrio no solo enriquece las relaciones intergeneracionales, sino que también maximiza el potencial de éxito en proyectos comunes y en la solución de problemas.

La “mentoría bidireccional” es esencial para aprender recíprocamente entre jóvenes y adultos mayores, con los primeros aportando conocimientos en tecnologías y tendencias, y los últimos en habilidades de vida y solución de problemas. La creación de equipos de trabajo mixtos promueve el intercambio de ideas y el respeto mutuo, mejorando la creatividad e innovación. Sesiones de aprendizaje compartido y proyectos comunitarios fomentan la ruptura de estereotipos y el fortalecimiento de relaciones intergeneracionales, viendo más allá de las diferencias generacionales.

La comunicación abierta, con técnicas como la escucha activa, es vital para superar prejuicios y malentendidos. En ese sentido, aceptar la diversidad de métodos y fomentar la adaptabilidad puede conducir a soluciones más creativas y efectivas, haciendo que ambas generaciones sean más receptivas a las perspectivas y enfoques del otro.

Para finalizar subrayo que no es la hora de descalificar a ningún grupo etario, pues Panamá nos necesita a todos. Al abrazar y combinar las fortalezas de cada generación, se pueden lograr resultados extraordinarios para el país que queremos.

El autor es médico, exrepresentante de la OMS
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