• 05/05/2024 00:00

Un país rico y el agua, un privilegio

Podemos vivir sin luz eléctrica, sin calles, sin comunicaciones, pero no sin este líquido; menos, en tiempos en que hemos permitido por desidia y carencia de autoridad, contaminar una gran cantidad de fuentes de abastecimiento de agua potable

Escasea el agua para el consumo humano en el área cañera de Veraguas, Coclé y Herrera, patético escenario conocido de todos los años, donde a miles y miles de panameños les anuncian sus gobernantes que viven en una nación de primer mundo y de igualdad de oportunidades.

Con el mayor índice de crecimiento, y el presupuesto más grande de la región, sus ciudadanos han tenido que sufrir esta mísera condición por décadas, cuando el líquido necesario para la supervivencia, es un producto de lujo. La indiferencia sobre la materia por parte de las autoridades en distintos gobiernos, es una inocultable realidad y muchos candidatos de partidos políticos tradicionales, le sacan ventaja a esta horrible situación, señalando a sus adversarios de ineptos y prometiendo que ellos traerán de ser necesario el agua a chorros. Cruel mentira.

Quienes mayormente sufren la embestida de tanta incapacidad son los grupos más vulnerables de la población, entre ellos: los niños, ancianos, discapacitados y los sectores empobrecidos económicamente del país, que habitan en barriadas en condiciones de miseria. Poblados carentes de calles, veredas, alcantarillados, iluminación, energía eléctrica y ausencia total de dispensarios de salud con la suficiente dotación de insumos, personal, instrumental quirúrgico y con ellos, un verdadero servicio de salud preventivo y humanizado.

No somos el norte de África, ni la región subsahariana, pero funcionamos hace muchas décadas como tal, dejando para que el que viene atrás empuje o solucione, pese a tener geográficamente en el territorio 500 ríos, algunos altamente caudalosos, con una de las mejores aguas del continente. 350 en la vertiente del Pacífico, en donde se encuentran mayormente concentrados los asentamientos humanos, y 150 en el Atlántico o Caribe, que cada día crece mayor su población y potencialidad de desarrollo. 52 cuencas hidrográficas y en la mayoría del territorio, las ciudades y pueblos que más sufren, están a menos de un (1) kilómetro de distancia de dichos ríos y dichas cuencas, descuidadas y desprotegidas.

Sin duda alguna, hemos vivido eligiendo gobiernos y gobernantes elitistas. Gatopardistas con espíritus lampedusianos, quienes, en las ciencias políticas, se trata de esos personajes que dicen “querer” cambiar todo, para que nadie cambie. Aquellos, que les ofrecen el puente, sin tener río. Estos politiqueros son verdaderos mercaderes de esperanzas, que en tiempos de campañas electorales ofrecen todo, pero que al final, su juego es jugar con la esperanza y el dolor ajeno.

Podemos vivir sin luz eléctrica, sin calles, sin comunicaciones, pero no sin este líquido; menos, en tiempos en que hemos permitido por desidia y carencia de autoridad, contaminar una gran cantidad de fuentes de abastecimiento de agua potable y deforestar inmisericordemente una importante cantidad de vegetación y árboles que sirven para proteger los mantos acuíferos, quebradas y ríos, en donde antes se recogía agua.

Hasta donde ha llegado la deshumanización y la gula humana, que se prioriza y facilitan a los poderosos económicamente de la región por parte de las autoridades locales o regionales en el uso de las aguas fluviales, incendiar los cañaverales para facilitarles el corte y la zafra de la caña de azúcar, pese al perjuicio que el hollín causa al caer en los ríos y quebradas, perjudicando salud de los lugareños, por su contaminante carbono.

El agua de los ríos, corre con mayor fuerza y energía por las tuberías de los ingenios azucareros, que en la de los pueblos polvorosos, sedientos y llenos de famélicos seres sin esperanza de solucionar su problema.

El día transcurre en cada población y los gobernantes en el poder, con el presupuesto más grande de la historia de la vida republicana, más, el haber superado a los tres gobiernos anteriores en la deuda. Solo se reúnen para prometer a cambio de votos, solucionar dichos entuertos.

Las horribles y calcinantes temperaturas superiores a los 40°C, no solo calienta el techo de zinc de las residencias, tornándolas insoportables en el día, sino también, obligan a los moradores a refugiarse bajo la sombra de los árboles, porque, todo está seco. A quienes tienen la suerte de abrir el grifo y tener agua, bendiciones. Al resto, sus derechos humanos, les son vulnerados.

El autor es politólogo, diplomático y escritor
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