• 09/12/2019 00:00

Convulsiones sociales en Latinoamérica, incluyendo a Panamá

En Panamá, bajo la tensión en las manifestaciones de estudiantes universitarios (públicos y privados) que protestaban contra las reformas constitucionales, demandando el cese del debate a la reforma y avanzar hacia una asamblea constituyente, determinó que el Legislativo como el Ejecutivo den inicio a conversaciones para llegar a consensos sobre las reformas.

En Panamá, bajo la tensión en las manifestaciones de estudiantes universitarios (públicos y privados) que protestaban contra las reformas constitucionales, demandando el cese del debate a la reforma y avanzar hacia una asamblea constituyente, determinó que el Legislativo como el Ejecutivo den inicio a conversaciones para llegar a consensos sobre las reformas.

Estas fueron aprobadas por la Asamblea Nacional, la cual será discutida nuevamente en el 2020, para ser llevada a consulta popular para decidir su implementación o no.

Mientras estas protestas y conversaciones se daban, sectores sindicales, maestros, salud y otros, empezaron a movilizar pueblo, no solo para protestar por las reformas constitucionales, sino por exigir mejor y mayor distribución de los ingresos, mejor salud, educación, alto a la corrupción, frenar la delincuencia y acabar con el modelo neoliberal. Así tomó la protesta una connotación popular, clasista y progresista. Esta nueva evocación de las manifestaciones acercó la lucha panameña a la que se está dando en Latinoamérica.

Así miramos que hay una ola de agitación en Latinoamérica, el péndulo gira hacia la derecha y hacia la izquierda, aparecen Gobiernos de izquierda con respaldo mayoritario y Gobiernos de izquierda son arrasados por la derecha en los procesos electorales. Por ejemplo, México, con Andrés López Obrador, da un giro hacia la izquierda, Argentina con el triunfo de Alberto Fernández y Cristina Kirchner, rebasa la derecha. En Chile, el pueblo arremete contra el Gobierno de derecha de Piñera y el modelo Neoliberal; en Colombia, grandes manifestaciones arremeten contra el Gobierno “Uribista” de Duque y su Gobierno ultraderecha; en el Ecuador, el presidente Lenin Moreno da un paso firme hacia la derecha, después de dura represión, ante las masivas manifestaciones populares, anuló el incremento en el precio de la gasolina, sintió la presión popular frente al endeudamiento externo, que exige reforma laboral y apertura a importaciones, aumentó de salarios mínimos, titularización de tierras, etc.; el golpe de Estado en Bolivia, obligó a Evo, Gobierno de izquierda, a renunciar a punta de pistola al poder gubernamental de derecha y exilarse en México. El ejército quemó banderas Whipala y golpeó a los indígenas; Camacho, líder de este golpe, no disimula la irracionalidad de sus diatribas contra los pueblos originarios que hoy en las calles luchan por derrocarlo y devolverle a Evo el poder gubernamental; en Brasil, la liberación de Lula provoca nuevas manifestaciones contra el modelo neoliberal de Bolsonaro y la restitución de los derechos políticos a Lula; en Uruguay, el candidato Luis Alberto Lacalle Pou, de derecha, gana en segunda vuelta la presidencia, dándole un revolcón al Frente Amplio que estuvo 15 años en el poder.

En Panamá, al presentar la concertación unas reformas constitucionales donde solo priman los intereses de los capitales nacionales e internacionales, el Ejecutivo las pasa al Legislativo que, presionado por la oligarquía, aprueba lo que le mandaron, sin oír a los sindicatos, trabajadores, profesores, originarios, en fin, el pueblo panameño.

Al salir Frenadeso y los maestros, la manifestación coge un tinte político clasista definido y en contra del modelo Neoliberal; que aumenta las privatizaciones, el desempleo, la deuda externa y la marginalidad de los pueblos, sobre todo nuestros originarios que en pleno siglo XXI, mueren sus niños por desnutrición severa.

Lo cierto es que en Latinoamérica hay un descontento profundo por la injusticia, la corrupción y sobre todo por la desigualdad; el pueblo expresa en las calles que no hay crecimiento económico sin paz social, no importa si el Gobierno es de derecha o izquierda.

América Latina registra un abrupto cambio, al calor de grandes confrontaciones entre desposeídos y privilegiados. Esa disputa incluye revueltas populares y reacciones de los opresores. En un polo aflora la esperanza colectiva y en el otro el conservadurismo de las elites. Las batallas se dirimen en las calles. Las discusiones se dan en los barrios. Los muertos y heridos son de los barrios marginados. Los poderosos no solo recurren a la represión, manipulan la información, difaman a los líderes populares y alientan el resentimiento de la clase media. En toda la región los anhelos de igualdad chocan con el fascismo y en ningún país se observan resultados definitivos.

En un proceso vertiginoso, las victorias significativas coexisten con los preocupantes retrocesos. Pero hay que hacerlas, no podemos seguir viviendo con inmensas mayorías en pobreza y pobreza extrema; es inaceptable que el empleo informal desplace al formal y que nuestra juventud sea obligada a insertarse en la delincuencia o al narcotráfico, deje el estudio y viva llena de odio y resentimiento ante una sociedad que la excluyó y no le dio oportunidad de vivir en paz.

Avancemos en los diálogos y evitemos confrontaciones donde solo el pueblo pierde.

Economista
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