• 19/06/2009 02:00

Fidelidad de Cristo, fidelidad del sacerdote

Hoy, 19 de junio, día en el que la Iglesia Católica celebra la Fiesta del Sagrado Corazón de Jesús , tradicionalmente dedicado a la orac...

Hoy, 19 de junio, día en el que la Iglesia Católica celebra la Fiesta del Sagrado Corazón de Jesús , tradicionalmente dedicado a la oración por la santificación de los sacerdotes, comienza el año sacerdotal que ha instituido el Papa Benedicto XVI y que se concluirá el 19 de junio de 2010 con un Encuentro Mundial Sacerdotal en la Plaza de San Pedro del Vaticano.

Este año, que se celebrará bajo el título “Fidelidad de Cristo, Fidelidad del sacerdote” , se conmemora el 150º aniversario de la muerte de San Juan María Vianney, llamado “el Santo Cura de Ars” , verdadero ejemplo de pastor dedicado al servicio del pueblo de Dios. Este “año sacerdotal” favorecerá, sin duda, el camino hacia la perfección espiritual de la cual depende la eficacia del ministerio de los presbíteros y ayudará a percibir mejor la importancia del papel y de la misión del sacerdote en la Iglesia y en la sociedad contemporánea.

La Iglesia quiere decir, sobre todo a los sacerdotes, pero también a todos los cristianos y a la sociedad entera, que está orgullosa de sus sacerdotes, que los admira y que reconoce con gratitud su testimonio de vida. Aunque hace mucho más ruido un solo árbol que cae que toda una selva que crece, a cualquier persona de buena voluntad que lea serenamente la realidad no se le escapa la labor callada, pero fecunda que realizan tantos sacerdotes, en lugares a veces muy difíciles y conduciendo una vida sencilla y sacrificada, a favor de la humanidad y no solo de la Iglesia. Sin negar el escándalo que producen determinadas actitudes que son inaceptables, en cuanto contrarias a lo que la Iglesia establece y pide, se debe reconocer que el porcentaje es ínfimo en comparación con el número total de los sacerdotes del mundo (más de 400,000).

El cardenal brasileño Claudio Hummes, Prefecto de la Congregación para el Clero, escribía hace unos días que “la inmensa mayoría de sacerdotes son personas dignísimas, dedicadas al ministerio, hombres de oración y de caridad pastoral, que consuman su total existencia en actuar la propia vocación y misión y, en tantas ocasiones, con grandes sacrificios personales, pero siempre con un amor auténtico a Jesucristo, a la Iglesia y al pueblo; solidarios con los pobres y con quienes sufren. Es por eso que la Iglesia se muestra orgullosa de sus sacerdotes esparcidos por el mundo”.

Este año será sobre todo un año de oración que nos ayudará a los sacerdotes (y obispos) a profundizar el tener como referencia el estilo de ser y de actuar de Cristo, el “testigo fiel” , el único sumo y eterno sacerdote, que hace posible nuestra fidelidad, aunque conscientes de que este tesoro que es la vocación lo llevamos “en vasijas de barro” (2 Cor 4,7).

“Ser para los demás” , comprometidos a vivir en comunión, con un amor que da la vida por la gente (y ésa es la riqueza del celibato), que lleva a una auténtica solidaridad con quien sufre y con los pobres de toda pobreza.

Ser obreros en la viña del Señor, que construyen la Iglesia de Cristo viviendo la comunión de amor con el Papa, con los obispos, con los hermanos sacerdotes y con los fieles.

Vivir con un corazón grande, que ama a todos, correspondiendo a nuestra vocación para así poder mejor decir con verdad: “no soy yo quien vive, es Cristo que vive en mí” (Gal. 2, 20).

Este año sacerdotal ayudará a entender que la inmensa mayoría de los consagrados vivimos nuestro celibato como una riqueza, con serenidad y alegría, con plenitud y gozo, realizados como personas maduras. Aunque ello nos exija oración, sacrificio y vigilancia —valores todos ellos que están en la esencia del Evangelio, aunque no estén de moda— para profundizar la dimensión espiritual del amor y de la donación sin reservas.

El Señor Jesús nos invitó a “estar en el mundo” , insertos en nuestra sociedad, sin “ser del mundo” , atentos a no dejarnos llevar por una mentalidad ajena a la de Dios. Habló de que “hay quien se hace eunuco por el Reino de los Cielos” y dijo: “El que pueda entender, entienda” , aunque nos avisó que “no todos pueden entender” (Mt 19, 11-12). Por ello no nos extrañan algunas posiciones de quienes hablan con una cierta frivolidad.

Al mundo moderno, que todo lo juzga bajo el prisma del hedonismo y de la incapacidad de vivir la renuncia a un placer inmediato por un bien superior, le parece un disparate hablar de autodominio, de continencia, de castidad. Hay quien quiere hacer pensar que el celibato es una aberración o un modo de reprimir al ser humano, pero no conoce la alegría que aporta un corazón limpio y el gozo que supone estar disponible siempre a toda la humanidad, porque en ella se encuentra siempre a Cristo.

No falta quien propone la abolición del celibato como medida para tener más sacerdotes. Debo decir que, en cambio, he oído, en todas las latitudes, voces de otras iglesias con sacerdotes casados que tienen muchas menos vocaciones y nos envidian precisamente el celibato.

Invito a los católicos, en este año sacerdotal, a orar por sus sacerdotes, para que sean lo que deben ser, sin olvidar que es más fácil criticarles que orar por ellos. Este año facilitará también el que los cristianos se interesen por sus sacerdotes, incluso por sus concretas condiciones de vida, y les expresen un justo homenaje.

-El autor es Nuncio Apostólico en Panamá.nuncio@cableonda.net

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