Un buen estudiante, tranquilo y algo introvertido, que fue monaguillo y empleado en un supermercado antes de alcanzar la fama. Esos son algunos retazos...
- 10/07/2013 02:00
La democracia parece pizpireta dama veleidosa
Pero no lo es. Muchos juran admirarla por sus virtudes y capacidad de cuidar el ambiente propicio para promover bienestar y felicidad. Pero, cuando ya la conquistaron, algunos no la tratan como le prometieron durante el cortejo: no valoran sus bondades, la maltratan, la ofenden; son infieles a pesar de haberles jurado lealtad y cariño.
Por eso la damisela huye de la violencia o engaños a que la someten. Es cuando tardíamente los abusadores se dan cuenta de que no sabían lo que tenían hasta que lo perdieron, que el caos e inestabilidad emocional que produce su ausencia impide el desarrollo de una familia que aporte beneficios al país.
Así parece que ha acontecido en Egipto. En Panamá, tan distantes físicamente que estamos de ellos, parece que estuviésemos ciegos ante las infidelidades a que sometemos a nuestra joven democracia. Lo hicimos con El Bebedero; lo hacemos en la Asamblea Nacional. Lo reafirmamos con el costo de la vida, con las impunidades, con las diatribas e insultos, con la corrupción que no se castiga, con la inseguridad ciudadana, con los malos ejemplos de altas autoridades, con el abuso del poder.
Ante las protestas ciudadanas en Egipto podemos darnos golpes de pecho, porque hace veinticinco años pudimos manejar nuestra transición en una forma relativamente pacífica y coherente. En ambos casos se produjeron cambios de gobiernos de ‘mano dura’ hacia regímenes que abrazaron de inmediato sistemas democráticos.
Cierto que la división de la sociedad egipcia en términos de creencias o fanatismos religiosos es infinitamente más profunda que nuestras entonces rivalidades políticas entre civilistas y militares con sus seguidores civiles; pero es innegable que tuvimos la suerte de tener un gobierno ecuánime que manejó una situación potencialmente explosiva y nos evitó mayores traumas para permitir que fuésemos construyendo, paso a paso, el régimen democrático que hoy todavía no terminamos de construir.
En Egipto, en un ambiente extremadamente caldeado y tenso, se celebraron elecciones democráticas que resultaron en un gobierno legítimo, elegido de acuerdo a las reglas establecidas, pero incapaz de sanar heridas y construir progreso en paz. Muy pronto comenzó a imponer medidas que la población estimó extremadamente desatinadas que encaminaban al estancamiento económico. Resultó un gobierno elegido en democracia que impuso medidas dictatoriales y desatinadas.
Resultó en un contrasentido que ha creado un conflicto de ideales políticos con intereses pragmáticos. Es paradoja de la democracia: ¿Se justifica derrocar un régimen legítimo, si abusa del poder?
El dilema lo ha experimentado el gobierno norteamericano, enfrentado al conflicto entre el valor de la democracia egipcia y la peligrosa inestabilidad en esa región. Se proclama defensor del sistema democrático, pero evalúa el peligro de que Egipto —el mayor país árabe que apoya económica y militarmente— añada inestabilidad a una región volátil.
Cierto que sería imposible ignorar que la crisis interna fue alimentada por persecuciones contra los opositores al régimen legítimo. Por eso, con pragmatismo característico, Estados Unidos no ha calificado lo sucedido en Egipto como un ‘golpe de Estado’, mientras los rebeldes lo califican como una ‘revolución’. Rodeos para manejar una situación con muchas aristas conflictivas que ilustran las contradicciones del mundo político real moderno.
Nos toca cuidar nuestra democracia. Aunque Egipto esté muy lejos de Panamá, sabemos dónde y cuándo comienzan los abusos, pero no cuándo y dónde terminan. Cuidemos el ambiente de las próximas elecciones. Que no haya abusos, que sea campaña limpia, que el soberano tenga oportunidad real de votar en paz por los mejores. Que la serena dama de la Justicia no permita que la bella joven Democracia nos abandone por nuestro maltrato.
EX DIPUTADA DE LA REPÚBLICA.