• 01/05/2025 01:00

Del mar a sus manos

En este primero de mayo conmemoramos el Día del Trabajo en la República de Panamá. El trabajo es un medio que nos permite desarrollarnos como seres completos. Este nos enaltece siempre que sea honrado y esté al servicio de la sociedad.

En esta ocasión rindo honor a esta fecha tan especial con la historia de Sandra, una mujer de edad madura dedicada a trabajar con sus manos preciosas artesanías panameñas. Hace días la conocí en un puesto de ventas de artesanías en un mercadito de la localidad. Al acercarme a su espacio de trabajo capté un brillo especial en su mirada, tenía un resplandor particular que se siente en aquel que ama lo que hace.

A simple vista se ve que es una mujer dinámica y conocedora de su arte. Sus manos pequeñas reflejan las huellas de alguien que no le ha temido al trabajo duro. Lucen fuertes, pero son delicadas en sus movimientos, qué asombroso contraste. En ellas el tiempo ha dejado su paso, pero siguen elaborando bellas artesanías. Ellas cuentan muchas historias a igual que su voz.

Esta mujer maneja con destreza de cirujano un alicate que le permite moldear distintas formas a su materia prima: escamas de pescado. Sus manos son testigos de una pasión que se percibe en sus creaciones. Ella promueve el valor de su materia prima asintiendo que son fuertes y resisten los embates del tiempo, ella hablaba de las escamas, yo pensaba en sus manos.

Es tan humilde que le da todo el crédito a las escamas, pero sin su talento solo serían —para algunos— un montón de desechos orgánicos del mar.

Me contó que por la necesidad de contribuir al sustento en su hogar, se aventuró en este mundo de la bisutería y así convertir las escamas de pescado en finos detalles. Me ampliaba su historia comentando que poco a poco fue creando nuevos diseños y hoy vive de sus creaciones. Me contó que trabaja largas horas del día para completar cada diseño.

Entre sonrisas afirmaba que el trabajo nunca ha sido fuente de esfuerzo, que una vez visitó el médico por un fuerte dolor en la nuca, le preguntó de qué trabajaba y ella dijo: no trabajo en nada. El facultativo indagando, conoció que ella invertía muchas horas haciendo los diseños, a lo que ella respondió: Ah, eso no es trabajo, es mi pasión.

De nuestra conversación surgieron muchos temas. También, dijo: hacer artesanía es una forma de ponerme en contacto con nuestra cultura, sin embargo, los panameños no damos valor a las manualidades locales, los extranjeros aprecian mucho más el detalle, fineza, destreza de cada obra.

Pero, muy lejos de dolerle, lo dijo orgullosa, porque conoce que cada pieza es única y ha sido elaborada con mucho tesón. Aunque no puede expresarlo con palabras elegantemente diseñadas -y que no hacen falta- sabe que su arte trasciende fronteras al visitar otras latitudes.

Conoce que cada obra llega al lugar justo en el momento justo donde será admirada y valorada en su justa dimensión.

El tiempo invertido no representa un sacrificio, sino una comunión entre ella y sus raíces, siendo un viaje a diferentes destinos donde su talento sin duda trasciende.

Su arte es un mecanismo de equilibrio entre el mundo ajetreado y la paciencia de trabajar cada pieza para convertirla en una obra maestra. Es un reconocimiento de que la belleza requiere dedicación, respeto y valor.

Esta mujer sin necesidad de un discurso muy formulado fue clara y dejó por sentado que hay una herencia que podemos perder por no darle la debida importancia. Nuestra conversación concluyó entre sugerencias de confección de otros posibles diseños.

Toda esta plática se sostiene al frente de una mesa repleta de sus obras y ella sentada en un banco toma una cesta con cientos de escamas, las que va cortando con su alicate rápidamente. Sus manos son sabias y van hablando por ella del inigualable don que posee.

Me reconozco como una admiradora de experiencias y aprendizajes de todo aquel con que me cruzo en el camino, en esta oportunidad, se sembró en mi espíritu que el trabajo paciente y silencioso de tantos artesanos representados en Sandra dejan huellas en aquellas personas que adquirirán sus obras. Algunas de ellas se lucirán en cabellos, otras en ropas y otras servirán de adornos, pero siempre serán distintivo de que alguien trabajó esa pieza salvaguardando la historia y la identidad de una región o país utilizando recursos que para algunos son considerados desperdicios.

Cada pieza que viaje fuera de su mesa de trabajo cuenta una historia, tiene un fin y una razón de ser.

En este día rindo homenaje a todo aquel que invierte en su pasión, sea desde oficinas, campos abiertos, desde sus hogares; todo aquel quien realice sus tareas diarias con entrega y dedicación al servicio de la humanidad.

A todos ellos, feliz Día del Trabajo.

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