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- 30/07/2021 00:00
Desmotivación como trofeo
“Al bueno le va bien, y al malo le va mal”, nos decían nuestros padres y abuelos, de la misma manera que sus padres se lo explicaron a ellos. Una simple frase valía para marcarnos, moldeando nuestra manera de pensar, lo que consecuentemente moldeaba nuestra forma de actuar.
Pensar para actuar en consecuencia. Aquí podemos tener algo…
Hace algún tiempo, leíamos sobre la importancia que tiene el lenguaje. Sin lenguaje no podemos comunicarnos. Saber leer y escribir no solo sirve para transmitir y entender ideas, conceptos, sino que ejercita nuestra mente y nos moldea para comprendernos mejor unos a otros. El que lee, entra en la mente del que escribe, y el que escribe, penetra la mente del que lee. El lenguaje nos conecta.
En una sociedad que promueve la cultura, la educación y los valores crecen de la mano del progreso colectivo. Leer es progreso, bien pudiéramos decir. Hay muchos ejemplos de naciones que han dado un golpe de timón a su situación, surgiendo de las cenizas, literalmente, hasta ser potencias mundiales. Han tomado medidas duras, pero necesarias y han logrado el cambio.
¿Cómo han podido hacer eso? A través de la educación. Entonces, ¿cómo educamos a la gente?
En un país culto, con mejorar el pensum académico bastaría. En nuestro querido país, con los índices educativos por el suelo, debemos tomar otras medidas.
Los niños son maleables. Sus jóvenes mentes son esponjas, que absorberán lo que su entorno les ofrezca. Si se les coloca en escuelas, se educarán. Si se les deja en las fábricas de pobreza, que son los barrios en los que impera la violencia, serán defensores de los que por decir vulgaridades al ritmo de algún sonido se hacen llamar cantantes, y entenderán que el éxito es caer preso, ser un delincuente.
Ahora mismo, la segunda opción sobrepasa a la primera, quizás en una proporción cercana al 65 %. Eso arroja que, en el futuro cercano, más de la mitad de los ciudadanos estará mal educada, y con tendencias a la violencia, que es lo que escucha en su mal llamada “música de preferencia”.
No podemos poner el peso del futuro sobre los hombros de los niños solamente. Como adultos, también tenemos que hacer nuestra parte. Entonces, ¿qué nos toca hacer?
Lo primero es entender que, como sociedad, somos corruptos. Los adultos aprendemos más lento que los niños y por ello, cambiar una conducta nos cuesta más trabajo. Tenemos entonces que luchar por medidas correctivas mucho más enérgicas.
Los Gobiernos viven en una realidad paralela. Endurecen las leyes para portar armas, y meten miles de trabas a los usuarios legales, según ellos, para controlar la violencia en las calles. Para empezar, las armas no se disparan solas. La violencia la aporta el ser humano. Además, aquellos que se interesan por sacar un arma con todas las de la ley, rara vez son delincuentes, aunque de todo hay. Lo que sí es cierto es que los delincuentes no portan armas legales. He ahí un caso de leyes paradójicas.
Otro ejemplo del mundo al revés en que viven los gobernantes está en la manera en la que han venido promoviendo el mal actuar ciudadano. Si usted paga sus impuestos de circulación vehicular a tiempo, ni las gracias le dan. Pero si usted es un juegavivo, elector de maleantes, que nunca paga su placa a tiempo, ¡felicidades!, se hace usted acreedor a una moratoria con su consabido descuento y arreglo de pago en cómodas letras.
¿Tiene usted una empresa? ¿Trabajan de manera honesta? Pues, más le vale que pague sus cuotas al día, o ya verá la multa que le cae, y no podrá licitar. Aparte, nunca se le tomará en cuenta para los proyectos grandes.
Pero si usted posee una empresa corrupta, que no paga impuestos, y que desangra el erario con sobrecostos y coimas, ¡felicidades! Entre más escándalos tengan, mejor. Serán los preferidos de todas las instituciones.
¿Ha respetado usted todas las reglas, aún si no le parecen correctas? ¿Es usted un buen ciudadano en general, que aporta a la sociedad y es honesto? Que no le agarre la autoridad en la calle en toque de queda, porque va preso y multado por buscar un tanque de gas. Pero si usted ha demostrado una conducta delictiva flagrante, violando normas, generando discordias y afectando el desarrollo de la nación, ¡felicidades! No habrá ninguna repercusión, y es posible que hasta pueda usted demandar al Estado por haber coartado sus “torcidos derechos”. Podríamos continuar, incluso con nombres, pero sería demasiado largo el escrito. Un libro enorme.
Llegó la hora de dejar de andarnos con paños tibios, y atacar el mal de frente.
“Civiliter mortuus”, muerte civil a todo corrupto. Ya está bueno de ver a los mismos de siempre, que en su oportunidad al poder hicieron absolutamente todo mal, criticando a sus “colegas” de otro partido, en un carrusel mediocre y destructivo que nos está acabando. Los derechos humanos son para los humanos derechos. No puede ser que por cazar iguanas se le den años a alguien, mientras que por lavar dinero se les dé trabajo comunitario y calle a los pillos.
Asesinos, violadores, pedófilos, narcotraficantes, y aquellos que masacran el futuro, robándonos los sueños a nosotros y a nuestros hijos, pena de muerte. Es una medida dura, pero necesaria para que como sociedad pongamos un alto al reinado de los maleantes.
No soy dueño de la vida de nadie, pero nadie es dueño de otra vida, y aún así las toman.
Mientras la Ley castigue al ciudadano con todo su peso, y le dé apenas una palmadita en la mano al monstruo, ya sea político o civil, la desmotivación como trofeo será lo que recibiremos como país. Así como la educación es sinónimo de progreso, la corrupción es sinónimo de perdición y violencia.
Constituyente para cambiar todo esto. No a la paralela.
Dios nos guíe.