• 27/09/2016 02:00

Proteccionismo que desprotege

Lo curioso es que recojo el tema a partir de un debate en los EE.UU. en torno a la demora de profundizar los puertos de Charleston

Malcriar a nuestros hijos es terrible, porque destruye sus vidas; y, seguramente, la sobreprotección está entre las peores prácticas, pues les convierte en ñañecos, o peor. Pero esta perversa práctica es vicio común de gobiernos y gobernantes que practican el favoritismo político con fines proselitistas. Lo curioso es que recojo el tema a partir de un debate en los EE.UU. en torno a la demora de profundizar los puertos de Charleston. ¿Qué tiene ello que ver con el proteccionismo? Mucho, pues tanto demócratas como republicanos están cortejando el populismo proteccionista. ¿Para qué ahondar, si luego nadie llega pues se erigieron barreras arancelarias? Es como si Panamá ahora decida que por el canal ampliado sólo pueden pasar Panamax.

Semejante política pretende rescatar plazas de trabajo industriales en los EE.UU., tales como las del sector textil; que dejó de ser competitivo en el ámbito global. Pero… ¿y qué con sectores de industrias de vanguardia tecnológica, como la de neumáticos, que sí es competitiva? ¿Van a ‘proteger' a unos, afectando a otros, que bien pueden ser más productivos y que ofrezcan mejores opciones a futuro? ¿Acaso todo ello no deja a Panamá como cucaracha en baile de gallinas?

El intercambio de bienes y servicios, ya sea local o más allá, es la única forma de crear prosperidad. Y cuando digo ‘intercambio', comenzamos por el habla, hasta llegar al comercio y la industria; inclusive a la reproducción, que es intercambio genético. También podemos hablar de la división del trabajo. El asunto es que no hay más que dos formas de intercambio: el libre o el intervenido. Y si el libre no funciona, menos lo hará el intervenido; plagado de politicastros que sólo responden a su clientela y no a realidades perentorias de un mundo en mutación que se nos viene encima. Es más, si la libertad de empresa no funciona es porque no es libre.

En Panamá, nuestra historia está llena de barbaridades proteccionistas, que van desde los retenes de salubridad en el área de Arraiján, que impedían que el ganado del interior llegara a tiempo a las ferias de Portobelo; hasta el matadero capitalino que en 1947 favorecía la matanza del ganado de los allegados a la policía, en perjuicio de otros ganaderos menos acaudalados. Y ni hablar del supuesto Tapón del Darién, que nos protege en contra del desarrollo de esa provincia, y de todo el país, bajo la baladí noción que 48 millones más de clientes para nuestra industria y comercio serían perjudiciales.

Pero el asunto tiene raíces mucho más profundas. Tiene las raíces de una población por un lado, temerosa de los cambios, que se ha ido amañando al peor de los métodos de protección; vale decir, el de politicastros que ya no actúan según su mejor criterio (si es que lo tienen), sino al mejor empuje de su clientela politiquera. Todo ello, frente a la realidad de cambios mundiales, que motivaron nuestra ampliación canalera, pinta un cuadro preocupante que puede afectarnos seriamente. Seguir así es abocarse a la solución de los colapsos.

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