• 30/09/2012 02:00

Don Guillermo Cano

‘ El más alto destino del individuo está en servir, más que en gobernar’.. Tanto mi padre, como mi hermano y yo, fuimos educados en cali...

‘ El más alto destino del individuo está en servir, más que en gobernar’.

Tanto mi padre, como mi hermano y yo, fuimos educados en calidad de internos en el Gimnasio Moderno, en la ciudad de Bogotá, el mismo colegio donde estudió don Guillermo Cano, director del periódico colombiano EL ESPECTADOR y muchos otros ilustres colombianos de la talla de Alfonso López Michelsen, eminencia política y Ernesto Samper Pizarro, ambos expresidentes de Colombia, Lucas Caballero ‘Klim’ y Daniel Samper Pizano, dos periodistas espléndidamente dotados; Eduardo Caballero Calderón y su primo Enrique Caballero, escritores, ellos solos representan una época literaria en Colombia.

Todos recibimos en esta casa educativa la disciplina de trabajo, amor por su país, rectitud de carácter y firme voluntad. En el país de la lucha contra la corrupción, el periodismo ha tenido una parte grande, valiente y decisiva, y en esa participación es apenas justo nombrar en primer lugar a Guillermo Cano, personaje central de esta columna dominical.

Don Guillermo continuó la tradición gimnasiana de la franqueza a cualquier costo, cuando la verdad debía imponerse. Hizo de su vida un propósito calladamente heroico. Pagó con ella el alto precio de sus principios, en un instante infortunado, al ser asesinado de manera despiadada al salir de la sede de su periódico la noche del 17 de diciembre de 1986 en Bogotá, víctima de los narcotraficantes a los cuales se opuso con la única arma de la palabra. Se cumplen 25 años de su asesinato y merece recordarse, más hoy, cuando en la serie, denominada PABLO ESCOBAR, que se transmite en canal 2 de nuestra TV en horas de la noche, se le dedica más de un episodio.

Este valiente héroe civil, pretendió ‘vivir como un hombre decente en un país decente’, escribió en una ocasión el periodista Antonio Caballero, refiriéndose a él.

Fue un lector infatigable, hijo leal y hombre de hogar. Desde su columna ‘Día a Día’ y sus editoriales, agitaba las ideas y narraba los escándalos políticos y económicos del país, como de los libros que leía. Durante cuarenta y dos años los dedicó exclusivamente al trabajo cotidiano de presentar a sus lectores la mejor versión posible de lo que sucedía. Lástima que el final de su carrera fuese tan trágicamente abreviada.

Dejó muchas piezas escritas donde se destacan los riesgos, finalmente fatales, que tuvo que asumir para poder informar, redactó crónicas y reportajes, textos, como periodista de opinión y columnista; al igual que, autor de editoriales. Su amor por los libros, los discos y sus viajes me recuerdan a mi padre. Fue un taurófilo permanente y un reconocido cronista taurino. La proyección que ha tenido Guillermo Cano después de su muerte no ha sido escasa. En el mundo de habla hispana su nombre ha tenido mucha resonancia.

Existe hoy un Premio Mundial de la Libertad de Prensa que otorga la Unesco/ Guillermo Cano. En homenaje al coraje excepcional de este periodista colombiano asesinado de manera despiadada. Hay 15 condecorados en el mundo con este galardón, todos de distintos países. De México (Lydia Cacho), de China (Cheng Yizhong), de Siria (Nizzar Nayyovf). Otros condecorados han pagado con su vida por su incesante defensa por la libertad de prensa. Pertenece al mismo panteón glorioso que Anna PolitKovskaya periodista crítica de Rusia, asesinada, también, en manos de un sicario en el ascensor de su apartamento en el centro de Moscú el 7 de octubre de 2006. Fue ella quien siempre nos recordó que cuando la política, justicia y dinero se conjugan en una misma persona, la democracia, languidece, el poder se concentra y los matones campan a sus anchas.

Guillermo Cano dejó a los periodistas de su casa, un comprometedor ejemplo de coraje, y una llama destinada a alumbrar el fin de las tinieblas. No se sometió, ni fue cobarde ante los inagotables medios que tienen los Carteles de la Droga; antes que apoyar y abrirle el camino de la legalización para su infame y criminal negocio y que disfrutaran de sus fortunas sucias y perversas, combatió a las grandes capos de la mafia con la fuerza de la palabra. Su sangre derramada —limpia y honesta— corrió en Colombia, junto con la de Rodrigo Lara Bonilla, Luis Carlos Galán, fracturando a la Nación y marcando un hito histórico; la penetración y triunfo del narcotráfico que se apoderó de Colombia; y el surgimiento de la violencia de los ‘paras’ para dar inicio a una nueva fase de un conflicto armado que acorrala en su propio territorio a la nación colombiana, sin poder detener esta debacle perturbadora de la paz nacional.

Aún recuerdo con tristeza, la noticia recibida en casa; desde entonces condenamos con rabia su martirio, por sicarios ejecutores, que recibieron la orden de muerte, al disparar contra este valeroso periodista colombiano que luchó contra la imposición matona de los grupos emergentes económicos.

... Recuerdo las palabras de Jorge Child el día de su muerte: ‘No hay vida paralela igual en la historia del periodismo colombiano tan comprometida por la pasión de servirle a la comunidad, y por denunciar las distorsiones egoístas y antisociales de la conducta humana’.

ABOGADO

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