• 09/01/2024 00:00

El fin de una era

El 9 de enero del 1964, no debe ser jamás olvidado, es un recordatorio hoy más que nunca de un conocido adagio popular, “solo él pueblo salva al pueblo” y solo este puede crear su destino

En los orígenes de la república, en 1903, aparece la nefasta sombra de la leyenda negra, en la cual los istmeños habían conspirado contra Colombia, logrando el éxito en su proceso de separación, con la ayuda de los Estados Unidos. Desde ese momento, Panamá ha tenido que ponderar constantemente las causas objetivas de la separación y contar las consecuencias de la ayuda de los Estados Unidos en ese proceso. El resultado inmediato fue la conformación de un estado nacional pleno, no como parte de otra república, sino propio. En dónde se establecerían las bases jurídicas, sociales, políticas, económicas y culturales de nuestro pueblo, ahora elevado ha estado nacional dentro del concierto de otros estados políticos vecinos, con los cuales debemos recordar, que en el establecimiento de nuestras fronteras, no llegamos a acuerdos hasta después de 1920, los cuales no fueron a nuestro favor, aun ganando una guerra, no pudimos recoger los frutos del esfuerzo de los valientes que nos defendieron por imposición de intereses Transnacionales de compañías estadounidenses. Luego soplaron los aires de la guerra y Panamá se vio envuelta en esa contienda mundial, de formas muy especiales, estratégicas, por el Canal Interoceánico construido en el corazón del istmo.

Posteriormente, tras la guerra, una ola de fervientes patriotas y nacionalistas, solicitó mayores acciones para recuperar nuestro Canal, otorgado a perpetuidad a Estados Unidos en un tratado que ningún panameño firmó. Para 1959 la posición era la del “revisionismo” que era una etapa dentro de nuestra lucha generacional que exigía exponer las arbitrariedades del Tratado Hay-Bunau Varilla. Pero era una petición bilateral que solo incluía a Panamá y a los estadounidenses. En 1959, luego de una marcha patriótica y un enfrentamiento directo entre jóvenes estudiantes y tropas de choque estadounidenses, se logra un acuerdo. Un primer acuerdo que empieza a regir desde 1960 y que constaba de izar la bandera panameña en el Triángulo Shaler -donde se ubica hoy el edificio de la Asamblea Nacional-, que por cierto destruyó todo vestigio para hacer otras obras, borrando de un “plumazo” ese monumento a la nacionalidad.

Posteriormente, en 1962 se logra el acuerdo Chiari-Kennedy, en donde se establece 17 sitios en donde la insignia patria se izaría, entre ellos el edificio de la Gobernación de la Zona del Canal y entre otros, la escuela secundaria de Balboa.

El jueves 9 de enero de 1964, en horas de la tarde los estudiantes, del Instituto Nacional, reclamaron el cumplimiento del Acuerdo sobre izar la bandera patria en los lugares acordados. Se le permite a una delegación de jóvenes cinco estudiantes, entre ellas una señorita, cuando tratan de izar la bandera y cantar el himno nacional, son atacados sin más por el grupo efervescente de estudiantes zoneitas, sus padres y la policía; la joven institutora, se tira sobre la bandera ya rasgada para que no siguieran mancillándola, recibiendo ella, los golpes de los ahí presentes. Gracias a ese valiente y noble hecho se rescata la bandera, entre golpes amenazas y disparos al aire, los cinco valientes institutores son recibidos por el pueblo, si ese mismo pueblo que iba saliendo de trabajar, y se vino el enfrentamiento total entre el pueblo de Panamá, la soldadesca estadounidense, la guardia nacional, los políticos y los apáticos. Pero en esa “ara” los estudiantes ofrecieron sus vidas para reivindicar la soberanía de este pueblo pequeño, pero gallardo, que se levantó y logró de un tajo acabar con el abuso arbitrario contra Panamá. Porque de la etapa, aquella revisionista, ¡no quedó nada, el pueblo de Panamá pidió el fin de la “quinta frontera” la abrogación total del Tratado que ningún panameño firmó!

Es por ello, que el 9 de enero del 1964, no debe ser jamás olvidado, es un recordatorio hoy más que nunca de un conocido adagio popular, “solo él pueblo salva al pueblo” y solo este puede crear su destino. No importo desafiar a la potencia mundial, no se dejó intimidar el presidente de la dignidad, Rodolfo Chiari cuando rompió relaciones diplomáticas, con la potencia, por mancillar nuestra buena fe.

Este evento histórico, extraordinario, es único e irrepetible. De tal manera, que los nuevos zonians, y los apolitos de ideologías trasnochadas y marchitas que asfixian a otras naciones, no tengan el supuesto favor a violar nuestra libertad y soberanía ganada con la vida de nuestros estudiantes y del pueblo mismo que significó el fin de una era.

La autora es docente de geografía e historia
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