• 25/01/2024 00:00

El Taiwán que los medios esconden

Desde hace tiempo pienso, que, para descifrar los mensajes noticiosos de los grandes medios, como mínimo, hay que aprender a ser desconfiados. Analicemos, por ejemplo, las elecciones presidenciales en Taiwán del pasado 13 de enero, donde el ganador fue Lai Ching-te, del Partido Progresista Democrático (PPD), del ala más radical del partido que promueve la separación de China, y la prensa lo presenta en grandes titulares como un duro “golpe a Beijing”, ¿de verdad?, no lo creo.

Para empezar, los resultados de la elección lo demuestran. Las preferencias electorales estaban divididas en tres. Primero, por el PPD, que gano con el 40% de los votos. Segundo, por el partido Kuomintang (KMT) cuyo candidato fue Hou Yu-ih, quien obtuvo el 33.5%, y tercero, el Partido Popular de Taiwán (PPT) cuyo candidato fue Ko Wen-je quien logro el 26.5%. Estos dos últimos candidatos, Hou y Ko, abogaron durante sus discursos de campañas por una mejor relación con Beijing, incluso, hasta promover una ‘reunificación negociada’ con China continental.

Los comicios, como señalan los medios, fueron una demostración —separatista de la voluntad de la población taiwanesa—, lo que no es para nada cierto; una simple suma matemática los desmiente, el 60% de los votantes están en contra. —Son una amplia mayoría los grupos que desean un mayor y más cercano entendimiento con la China continental, que los que quieren independencia. Esto sucede por una sencilla razón, y, por supuesto, los medios dominados por las elites económicas no mencionan, y es que Taiwán no puede funcionar sin la parte continental de China, ese es el destino de alrededor del 38% de sus exportaciones. Decir que estas elecciones fueron un duro golpe a Beijing, es absurdo.

Sin embargo, lo más importante del asunto que los medios iguales no tocan, es la interconexión entre personas. No se sabe con exactitud, se estima que hay alrededor del 10  al 15% de la población de la isla viven en China continental, donde todos los taiwaneses tienen exactamente los mismos derechos que el resto de la población, pueden moverse con total libertad dentro del país como cualquier chino, pues, para Beijing, los taiwaneses son chinos hermanos. Según el censo de 2020, 158,000 taiwaneses han dejado la isla definitivamente y convertido como residentes en la parte continental de China. En el censo anterior de 2010, solo eran 12.000. El número se ha multiplicado exponencialmente en 10 años y la tendencia es a que continúe creciendo.

Este brusco aumento sucede porque en Taiwán desde hace unos años se está dando la fuga de cerebros más grande del mundo, en busca de un futuro mejor; pues las condiciones laborales en la isla taiwanesa son cada vez peores. La mayoría van a la China continental, donde los salarios pueden ser el doble o triple. ¿Qué causa esta migración? Para nosotros es fácil saberlo, Taiwán fue la —caja menuda— de nuestros gobernantes por muchos años. Los conocíamos como el ‘gobierno de la chequera’, quienes rayaban un cheque sin el menor escrúpulo, por lo que fuera con tal de que mantuviéramos a Beijing alejado. A eso se le llama ‘corrupción al 100%’.

Ese gobierno corrupto sabe que su ‘República de China (RDC)’ tiene los años contados. La desconfianza de los taiwaneses hacia Beijing, que tenían raíces ideológicas históricas, se ha ido disipando a lo largo de los años. Pueden decir hacia un lado que no son chinos, pero al mismo tiempo dentro de China gozan de las ventajas del continente por ser chinos. Es en esta interacción que los más jóvenes se han ido dando cuenta de que su identidad taiwanesa no es excluyente de la identidad china, son la misma cara de la misma moneda; descubren que lo que les dijeron sobre el continente no es tan cierto como se lo pintaban.

Los medios promueven la imagen de los “malvados comunistas” que no permiten que una pequeña isla viva “en libertad”. Nada más lejos de la realidad. Taiwán es el último rezago de la guerra civil que nunca terminó. Es una herida abierta que los chinos esperan que se cierre sola. Cuando en Beijing hablan de “reunificación pacífica” es porque lo último que quieren es que chinos se vuelvan a matar entre ellos. Recurrir a las armas no es considerado un recuso para Beijing.

La interconexión entre ambos lados del estrecho de Taiwán está rompiendo las barreras dentro su población. Pienso que hoy en día, los taiwaneses se sienten extranjeros en su propio país llamado ‘República de China (RDC)’; así pensaría cualquiera que su país sólo sea reconocido por tan solo 12 países en el mundo, y que no pertenece a la ONU; y, además, con una pequeña población de 23 millones de habitantes, en contraste con los 1.400 millones de la China continental de donde son originarios, y al cual oficialmente pertenecen.

Las elites no han podido lograr con China lo realizado con países como Ucrania, a quien han convertido en un crematorio humano cuyo humo tóxico sigue contaminando al mundo; y ahora, promueven el nuevo crematorio que han abierto llamado Gaza, con el único propósito de aumentar sus benéficos económicos, porque desconocen de la milenaria cultura china donde la —paciencia— es una cualidad inherente de su formación ancestral que les ha enseñado a esperar a que la fruta madure y caiga por su propio peso. Para los chinos, la economía y su gente es mucho más importante sobre otras prioridades, contrario a lo que promueven las elites económicas occidentales con su ‘gobierno de las sombras’, quienes consideran que la vida humana no es importante, esta es tan solo un medio para lograr el primordial lucro que persiguen.

Ante este escenario taiwanés, que a todas luces el tiempo y las condiciones materiales están a favor de la reunificación, ¿qué buscan las elites sacar de esta situación de forma apresurada? Pues, lo único de valor que tiene Taiwán: la mayor industria de “Chips” del mundo, esa peculiar pieza primordial indispensable para la fabricación de todos los aparatos electrónicos. —De seguro, una vez concretado este propósito, recibirán el acostumbrado chao, good bye y adiós; como cita Henry Kissinger al decir: “Estados Unidos no tiene amigos ni enemigos permanentes, solo intereses”.

El autor es exembajador en la Federación de Rusia
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