• 03/02/2023 00:00

¿Embajadoras o metiches?

“En “nuestro” país (es un decir), Mari Carmen Aponte, una importante abogada boricua, se pavonea como proconsulesa, da órdenes perentorias a “nuestros” diputados para que aprueben (sí o sí) el proyecto de ley sobre la extinción de dominio y [...]”

No sé si EE. UU. está asustado con el Orden Mundial que está naciendo desde Eurasia, pero pareciera que al Departamento de Estado se le han secado los sesos.

Una de las locuras que les aflige se debe a que eliminaron a muchos diplomáticos de carrera y ahora contratan lo primero que les salga al paso, o sea, a “Diplomáticos a la Carrera”.

En Panamá, desde que renunció John Feeley, diplomático de carrera, en diciembre de 2017, tuvimos una embajada acéfala, y al encargado de negocios, el señor John D. Tuttle (hasta que vino Mari Carmen Aponte), le tocó jugar el papel de Frederick Becker, coautor de más de diez acuerdos violatorios de nuestra Constitución. La embajadora Aponte es abogada, pero no diplomática de carrera.

La segunda locura (y aclaro que siempre he defendido a las mujeres del patriarcado) es que están nombrando como embajadoras a algunas féminas de la ultraderecha, neofascistas y abiertamente imperialistas. Están designando a mujeres metiches que no saben guardar ni las apariencias ni la compostura.

A la Unión Europea y a la OTAN enviaron a Victoria Nuland, diplomática de carrera, para asesorar a la alianza atlantista y al comediante y presidente títere, Volodimir Zelenski, en el contexto de la guerra de EE. UU. (OTAN) contra la Federación Rusa.

Victoria Nuland era la responsable de supervisar los cientos de laboratorios biológicos que Rusia encontró diseminados y escondidos en Ucrania, a ser usados en contra de la primera.

Los planes contemplaban bombardear con virus de laboratorio a la población rusa, utilizando a millones de aves, así como eventualmente a China, para aniquilar a su población y frenar su imparable desarrollo.

Victoria Nuland merece estar presa a perpetuidad por crímenes de lesa humanidad y genocidio, ya que su estatus como diplomática de carrera y el tribunal de Nuremberg la obligaban a oponerse a tan graves delitos.

La República Popular China había denunciado ante el Consejo de Seguridad de la ONU hace tres años por los actos subversivos en su contra, desde la difusión del virus del SARS-2 en la ciudad de Wuhan en 2019 por parte de EE. UU., para torpedear el crecimiento económico del país, hasta los Laboratorios de EE. UU. en Fort Detrick, Texas, que apuntaban a una guerra biológica en territorio chino. Pero el foro mundial, como siempre, guardó silencio.

Nancy Pelosi, presidenta de la Cámara de Representantes, visitó por su cuenta a Taiwán, pero la Casa Blanca la designó luego su vocera oficial.

Pelosi -quien no tenía ni pelos ni pepitas en la lengua- agredió y retó a la República Popular China y casi provocó una guerra nuclear con EE. UU., por sus declaraciones explosivas, impertinentes e injerencistas.

A El Salvador el Departamento de Estado envió a Mari Carmen Aponte y allí metió sus narices donde no debía; fue repudiada por entrometerse en sus asuntos internos y debieron buscarle otro nicho más afín a sus proclividades: ¡Panamá, por supuesto!

En “nuestro” país (es un decir), Mari Carmen Aponte, una importante abogada boricua, se pavonea como proconsulesa, da órdenes perentorias a “nuestros” diputados para que aprueben (sí o sí) el proyecto de ley sobre la extinción de dominio y, haciendo tabla rasa de nuestras peleas de patio, se declara públicamente a favor del movimiento LGTBI, que ninguna relación guarda con la seguridad nacional de EE. UU.

Para ponerle la cereza al sundae, y escudándose, ella sí, en la sacrosanta seguridad nacional de EE. UU., llega la general Laura Richardson a recordarnos el librito y el libreto de por qué seguimos siendo su patio trasero, y nos da una cátedra sobre metalurgia, minerales y tierras raras, afirmando implícitamente que toda la región (incluida la Amazonía) es de su propiedad.

Acto seguido, la embajadora norteamericana en el Perú, Lisa Kena, haciéndole honor a su nombre, no vaciló en apoyar al Gobierno limeño en la infame represión de las masas populares que reclaman libertad para el presidente Pedro Castillo.

Afortunadamente, el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, le dio una reprimenda a la gringa por andar de metiche.

(*) Diplomático de carrera, analista internacional, presidente honorario y encargado del Centro de Estudios Estratégicos Asiáticos de Panamá, asesor de Política Exterior (1972-1977).
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