• 23/04/2014 02:01

Encuestas engañosas

‘Hay muchos ejemplos de inexactitudes de encuestas, especialmente cuando los gobiernos se perciben con mayor grado de autoritarismo’.

Las encuestas son un excelente instrumento para determinar las condiciones del mercado consumidor y para medir las preferencias políticas de los ciudadanos. Para que sus resultados sean realmente representativos de la sociedad, tienen que reflejarla fielmente. Esto es que quienes las hagan escojan un grupo de personas a las que pregunten sus preferencias políticas de tal modo que esos ciudadanos, cuyo menor número ideal se ha determinado en 1,200, sean una especie de sociedad idéntica a la nacional, pero en chiquito.

Así, si el país tiene un 51 % de mujeres, la muestra debe tener 51 % de mujeres; si en la nación hay un 20 % de personas que han terminado bachillerato, igual proporción debe reflejarse en la muestra; si el 55 % de los electores vive en la provincia de Panamá, también la muestra debe tener dicho número; si el 5 % son mayores de 60 años, pues la muestra deberá reflejarlo. Así se ha concluido a lo largo del tiempo y de estudios científicos, que las variables principales son edad, educación, género, ocupación, nivel de ingresos y lugar de residencia de los entrevistados.

Esta información debe estar contenida en lo que se denomina Ficha Técnica, es decir, el detalle de cómo se hizo la encuesta, de modo que se tenga razonable certeza de que las personas entrevistadas efectivamente reflejan la sociedad entera, documento que, a manera de índice, la Ley Electoral hace de forzosa publicación con la encuesta, para prevenir que se escojan muestras caprichosas que terminen dando por resultado lo que quien contrata la encuesta quiera que diga.

Además las encuestas pueden hacerse en los clubes, en los bancos, en las oficinas públicas, en los barrios marginados, en las universidades y en muchos otros sitios. Lo que importa destacar en este aspecto es que si las encuestas se hacen en determinados lugares únicamente, pues no reflejarán a toda la sociedad sino cuando más, a las personas que frecuentan los sitios donde se hacen; de aquí que se deban escoger lugares al azar para hacer las encuestas.

Es necesario también que quien haga la encuesta proyecte una total falta de interés en cuanto a las respuestas de los entrevistados; esto es, que le dé lo mismo que el entrevistado conteste que prefiere a Luis, a María o a Pedro de presidente y que absolutamente nada en la persona del encuestador, o en el cuestionario mismo, haga creer o sospechar siquiera al entrevistado que de él se esperan determinadas respuestas o que puedan ser censuradas.

Por último, es indispensable que el ambiente permita al entrevistado contestar con absoluta libertad, sin sentirse intimidado, inseguro o invitado a dar una u otra respuesta.

Aquí, las encuestas pueden haber tenido los más altos estándares profesionales respecto a la representatividad de la muestra, pero en un ambiente político nacional en que se teme mucho que el gobierno, sus dependencias y personeros son capaces de tomar represalias contra quienes disienten, o que pueden privar al que responde de alguna dádiva o prebenda que de otro modo recibiría, tienen resultados engañosos. Quien tema que puede perder algo él mismo, su familia o sus amistades, ya sea un puesto, un contrato, una licencia o cualquier cosa, contesta lo que le parece más seguro y en el mismo sentido contesta quien piensa que se podrá privar de un jamón, cemento, una cama o un televisor, si dice la verdad. Si existen estos temores, la encuesta tendrá sesgos, siempre proyectando en mejor forma al candidato y partido oficialista.

Hace pocas semanas, escribí al Prof. Neil Nevitte de la Universidad de Toronto, con quien en varias oportunidades he participado en misiones de observación electoral en distintas partes del mundo, y por quien tengo un gran respeto profesional, y le pregunté si mi apreciación en cuanto a que los entrevistados aquí podían estar dando respuestas engañosas en atención a que las encuestas se hacían cara a cara en el hogar del entrevistado y su respuesta fue:

‘Sí, las entrevistas cara a cara tienen este lado flaco. Si las personas se sienten inseguras de su anonimato o se sienten vulnerables, entonces están más inclinadas a dar respuestas que consideran ‘socialmente complacientes’... esto es, respuestas ‘seguras’ o las respuestas que piensan que el entrevistador quiere oír’.

Estimo además que el hecho de que la respuesta del entrevistado sea verbal o que su preferencia política la deposite en una urna cerrada, no quita el carácter de entrevista cara a cara en el hogar del ciudadano. Algunos se sentirán más seguros con votar en urnas cerradas, otros igual de inseguros.

Hay muchos ejemplos de inexactitudes de encuestas, especialmente cuando los gobiernos se perciben con mayor grado de autoritarismo. Algunos ejemplos han sido Pinochet en Chile, Ortega en Nicaragua, Fujimori en Perú y recientemente, Costa Rica, El Salvador y Ecuador.

¿Cuánto puede ser la proporción del sesgo? Difícil decir sin haber visto a los entrevistadores, su presentación, ni su forma de hacer las preguntas. A ojo de buen cubero diría que puede haber un margen de distorsión de hasta un 20 %.

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