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- 12/02/2014 01:00
Estupor y temblores
La mujer vestida con un chador que le cubre el rostro y la cabeza, entra en una habitación en penumbras y se sienta en una pequeña mesa a ras de suelo. La tenue luminosidad del lugar muestra su lenta tarea. Se quita el velo, que apenas deja ver los ojos, el pañuelo sobre el cabello y una vez que termina, empieza a maquillarse como una geisha.
Con voz lánguida y casi en susurro habla de las costumbres de las mujeres en Japón, caracterizadas por la paradoja. Viven en constante crisis que está relacionada con la imagen, su expresión en el contexto de esa sociedad machista en que las opiniones y ejecutorias no deben dar una idea diferente y requieren fingir ‘estupor y temblores’, sobre todo cuando están ante los superiores.
Se trata de la obra de teatro Estupor y temblores, original de la escritora belga Amèlie Nothomb, protagonizada como un monólogo por Layla Metssitane, quien hizo la adaptación de la novela original. Esta versión recorre un trayecto argumental que expone la vida convulsionada de este género, dentro del clima laboral que le arrincona; que encauza su conducta, temperamento y hasta sensibilidad.
Esta puesta en escena fue traída a Panamá por la compañía francesa Theâtre des Hommes, bajo los auspicios de la Alianza Francesa y presentada en el Ateneo de la Ciudad del Saber con economía de recursos, pero brillante musicalización y escenografía fortalecida con la iluminación de Philippe Croggia.
En ese contexto resalta la gravedad del relato, donde el testimonio de la joven, Amèlie, se sumerge en la atmósfera creada en esa irreconciliable desigualdad entre hombres y mujeres. Pero la narración se desdobla hacia el humor ácido con énfasis en el enfrentamiento de una ejecutiva y el jefe que dialogan sobre la inserción de ella en las tareas y la descalificación por parte de él.
Para Metssitane el reto es dar una concreción sobre las tablas a aquel enfrentamiento y desde la perspectiva de la dama, rescatar el valor del conflicto reducido a la conversación entre dos. Nothomb se caracteriza por esta forma de brindar salida a la introspección casi monologal, estilo influido por la literatura de autores como Mishima, Tanizaki en Japón, pero con la fuerza del Proust autorreflexivo y Diderot en Francia.
Este drama recoge en gran parte experiencias autobiográficas de la novelista, belga que se instala en el país oriental y desde allí intenta insertarse en este ambiente sórdido. La narradora habla de la jefa, mujer que debe comprometerse hasta el sacrificio con el trabajo y olvidarse de su propia vida personal; ambas perspectivas son paralelas y ella, obligada a seguir una sola ruta. El superior se encargará de recordarle el compromiso.
La actriz recupera el sentido de esta representación que mantiene el espíritu literario de Nothomb con la particular exploración de las claves psicológicas del sistema nipón. Para las mujeres es escenario de opresión, no solo por el desequilibrio recurrente, sino por la incapacidad de alcanzar la fortaleza en el contexto que encuentra en la paradoja, constante de dominio hacia el género femenino.
La protagonista culmina su historia y vuelve a las vestimentas iniciales para dar la sensación de que tal condición es un círculo interminable. La novela Estupor y Temblores obtuvo reconocimientos por la Academia Francesa y el premio Internet que entregan los internautas.
El monólogo representado en esta excelente recreación de Metssitane, brinda diversas oscilaciones rítmicas del interminable enfrentamiento desigual de la humanidad en sociedades que, aunque modernas y futuristas, conservan deudas ancestrales con caóticos vicios culturales; por ejemplo, la inequidad de género y el acoso profesional.
PERIODISTA Y DOCENTE UNIVERSITARIO.