• 11/01/2013 01:00

Nacionalismo en extinción

Mucho antes de la separación de Panamá de Colombia, los panameños flameaban un nacionalismo digno de ser reconocido y divulgado. Es por ...

Mucho antes de la separación de Panamá de Colombia, los panameños flameaban un nacionalismo digno de ser reconocido y divulgado. Es por eso que hombres como Don Justo Arosemena, Gil Colunge, Mateo Iturralde, Belisario Porras, los integrantes de la Junta de Gobierno y otros distinguidas personalidades, mostraron al mundo su amor a la patria, y sembraron en los panameños un sentimiento de suficiencia y de lucha, que en algún momento culminó con el Estado Soberano de Panamá, fruto de una lucha vertical, constante y nacionalista, que finalmente se concretó con el movimiento separatista, del que muchos jóvenes ignoran sus causas, sus protagonistas y el valor histórico del mismo, lo que se refleja en la ignorancia que al respecto se expone en los desfiles patrios.

Desde 15 días después de firmado y aprobado el Tratado del Canal en 1903, hubo rechazo a las condiciones y normas del mismo, a la cesión de la faja amplia, con lo que pudieron radicarse como soberanos, los funcionarios y trabajadores importados con ocasión de la construcción de la obra. La discriminación reinante en Estados Unidos, también se hizo sentir en la Zona del Canal, con sus autoridades, tribunales y sus connacionales, que hicieron del área canalera un país diferente. Los panameños se vieron obligados a conocer y respetar las leyes norteamericanas, a recibir un pago diferente por igual trabajo, sometidos a restricciones de tránsito, de salud, y forma de vida, dado que la incipiente nación carecía de lo esencial para la atención de necesidades vitales, al punto que hasta la basura y su recolección en la ciudad, estaba en manos de los gringos.

Desde la década del cuarenta, con el rechazo del Convenio de Bases Militares, liderado por valiosos panameños, entre otros Jorge Illueca, Sebastian Tapia, Carlos Iván Zúñiga , Cesar Quintero, Diógenes de la Rosa y muchos nacionalistas, que lograron el rechazo a ese convenio. La presencia norteamericana en la vecindad del Instituto Nacional, las prohibiciones que fueron impuestas, incluso las de tránsito peatonal, crearon y acrecentaron un sentimiento adverso a la presencia gringa en el área, lo cual fue expresado de distinta forma por los panameños, tanto en conferencias y entidades internacionales, como en nuestro propio suelo y con gran empeño, en las aulas escolares, de las que ya ha desaparecido el real recuento histórico de nuestra lucha por la soberanía.

Las décadas del cincuenta y sesenta fueron determinantes en la supervivencia del nacionalismo puro, sin pretensiones ajenas al amor patrio y con rechazo a los calificativos diseñados desde la representación diplomática norteña. Quien luchaba por la soberanía era comunista, perseguido y registrado como indeseable, incluso en empresas nacionales. Por fortuna no desapareció un nacionalismo edificante, patriótico, noble y fortalecido por la educación de la época.

Sin despreciar la labor y participación de tantos ilustres panameños, deseo reconocer el patriotismo de Miguel J. Moreno, de Aquilino Boyd, Ernesto Castillero Pimentel, Arellano Lenox, José Antonio Remón, así como sus acciones y logros. La siembra de banderas en el edificio de la Administración, en 1950 y 1960; el convenio del Presidente Ernesto de la Guardia Jr. para izar la bandera panameña junto a la norteamericana en instalaciones ubicadas en el área canalera, constituyeron las bases nutrientes de un nacionalismo que mostró sus garras y solidez, en la gesta del 9 de enero de 1964.

Ofrendaron sus vidas muchos panameños jóvenes que el pueblo despidió con sentimiento patriótico no repetido. La fecha no solo es inolvidable, sino inmutable.

Nos resulta de impostergable necesidad de que en vez de agrupaciones de educadores en procura de la salida de cuanto ministro del ramo designen, se haga evaluación del nacionalismo que infunden a sus estudiantes, del valor patriótico de sus actuaciones, del aporte como panameños, distinto de su lucha laboral, al enriquecimiento del nivel cultural y académico de sus alumnos, para que como profesionales no solo aspiren a un salario, sino que tengan como premisa el reconocimiento a su nacionalismo, expresado en su producción, en su profesionalismo, en su comportamiento y en la imagen que como panameños, ofrecemos al mundo

ABOGADO

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