• 24/04/2020 00:00

La ficción del avestruz

La razón fundamental de la continuidad de la alegoría con las aves se debe a un hecho casual. Nassim Taleb, el autor del bestseller The Black Swan, quien en 2007 predijera la crisis de 2008-2009, en entrevista con el canal de Bloomberg, el pasado 30 de marzo, manifestó que la crisis originada por el COVID-19 no era un cisne negro, sino en verdad un cisne blanco.

La razón fundamental de la continuidad de la alegoría con las aves se debe a un hecho casual. Nassim Taleb, el autor del bestseller The Black Swan, quien en 2007 predijera la crisis de 2008-2009, en entrevista con el canal de Bloomberg, el pasado 30 de marzo, manifestó que la crisis originada por el COVID-19 no era un cisne negro, sino en verdad un cisne blanco. Una semana antes, escribí “La falacia del cisne negro”, refiriéndome al mismo hecho.

El porqué de la escogencia del ave de ahora. En aquellos tiempos no se había acuñado el término “fake news”, pero, hace unos 2000 años, Plinio el Viejo expuso lo que resultó ser uno de los mitos más difundidos de la historia, consistente en que los avestruces esconden la cabeza ante el peligro, evadiéndolo así, imaginariamente. Trato infame para tan valiente y aguerrido animal. En verdad, los avestruces meten la cabeza en un hoyo que cavan para depositar sus huevos, y luego rotarlos durante el periodo de incubación; labor que responsablemente comparten macho y hembra.

Algo maravilloso del avestruz es que es un verdadero maestro de la planificación estratégica en momentos de crisis. Y estas se presentan a toda hora, todos los días, en la sabana y los desiertos de África. El avestruz siempre tiene bien definido su mapa de ruta.

Como si siguiese las enseñanzas de Sun Tzu, su plan A consiste en lograr la victoria sin combatir. Si percibe un peligro a la distancia, esconde la cabeza para parecer, a lo lejos, un arbusto, lo que confunde a sus contendores. El plan B consiste en correr, correr y correr hasta alcanzar su propósito, evadir, y de esa manera, vencer al depredador de turno. Estamos hablando de que alcanza más de 70 Kilómetros por hora. A unos 50 Kilómetros por hora, puede mantener ese ritmo por 30 minutos. Por último, estos extraordinarios animales cuentan con el plan C, el más peligroso para sus enemigos. Esta ave, que de seguro no vuela con sus 155 Kilogramos de peso y 2.4 metros de altura, los enfrenta directamente con sus patas y garras impresionantes. Son capaces de acabar con un león, una chita o una hiena.

Suena extravagante, pero ojalá en Panamá nos comportáramos como el avestruz en este momento tan particular y difícil de nuestra historia.

En el contexto actual, evaluando lo que se avecina, ¿podemos hablar de reactivación económica o de recuperación? ¿De regresar lo antes posible al statu quo, al tradicional patrón de funcionamiento de la economía nacional y las instituciones que lo acompañan? Hoy es común escuchar el “día después”; que nos preparemos para el periodo pos-COVID-19. Si nos hubiésemos comportado como el avestruz, habríamos estado corriendo desde hace 20 años, diseñando y ejecutando una política económica de Estado, fundamentada en un modelo sustentable, integral e inclusivo, con oportunidades para todos los sectores de la economía y la sociedad. Esto debió ser desde el momento en que se abrió la gran oportunidad de recuperar, a plena capacidad, nuestro principal recurso, la ruta de tránsito. Con base en el conocimiento de la distancia que no se recorrió, de la velocidad que no se alcanzó, nos deberíamos estar preparando en el día de hoy. El día de mañana puede ser tarde.

Después de que se produjeran importantes cambios estructurales en nuestra economía durante los años 90, a partir de la desaparición de la antigua Zona del Canal en 2000, muchas iniciativas, tendientes a desarrollar nuestras ventajas competitivas como nación, fueron bloqueadas y agentes de cambio fueron secuestrados por un aparato institucional obsoleto e ineficiente. También se fue consolidando una nueva clase, la clase política (la categoría no aparece en los manuales de marxismo, pero sí es una clase, porque tiene conciencia de sí y para sí). Según algunos, los problemas fundamentales de Panamá se deben al seguimiento de una política económica neoliberal. De ser así, esos políticos habrían sido, en última instancia, los responsables de dichas políticas, porque controlan el Gobierno del Estado. Decir que los políticos panameños han implantado políticas económicas en Panamá, en su caso neoliberales, es como aceptar que Morgan o Drake eran partidarios de la libre empresa y devotos de la “mano invisible” (O del “garfio invisible” en su defecto).

Para comprender la necesidad de correr, veamos lo que podemos esperar de la economía de Panamá en 2020. Hace unos días el FMI vaticinó un decrecimiento de 2 %; hace dos días Moody's nos mejoró la prognosis a una caída de solo 1 %. ¿Acaso en el FMI no saben que Tocumen, S.A. está virtualmente cerrado, por ejemplo, o que Panamá depende del comercio mundial, que está en franco retroceso aun antes del COVID-19? ¿Por qué Moody's nos ha dibujado de tan hermosa manera?

La pregunta pertinente para responder es qué pasa si se caen los sectores impulsores de la economía nacional. Si aceptamos que estos sectores son los vinculados a la logística para el comercio mundial y el turismo, y suponemos todo lo demás constante (supuesto exageradamente optimista), y que estos sectores producen importantes encadenamientos “hacia atrás” y “hacia delante” (lo que incluye proveedores y clientes), se puede tener una idea de los impactos directos e indirectos que se producirían en la economía si estos sectores reducen su actividad.

En un escenario hipotético, digamos que los siguientes sectores reducen su actividad en un 20 % durante 2020 con respecto a 2019: Canal de Panamá, puertos, telecomunicaciones, transporte terrestre y manipulación de carga. En un 90 %, el turismo y el transporte aéreo.

En este escenario, el PIB caería en alrededor de un 10 %. El empleo de los asalariados formales se reduciría en un 25 %. Los ingresos del Gobierno se reducirían en un 40 %. Los ingresos disponibles para el consumo caerían en cerca del 50 % a nivel nacional. Las utilidades netas de las empresas se reducirían en más del 50 %.

Con el incremento de la deuda y la caída de los ingresos del Gobierno, el déficit fiscal con relación al PIB, cuyo límite es 3.5 %, y que cerró en 2019 con 3.7 %, podría dispararse a 10 %. El nivel de endeudamiento tiene también consecuencias de mediano y largo alcance. Entre el año 2000 y 2020 la deuda por habitante habría crecido a un promedio anual de casi el 10 %. Eso trae a colación otro tema. La mala distribución de la riqueza de Panamá. La deuda se paga con impuestos, y sin una reforma fiscal radical, el peso de esa deuda la cargará, en buena medida, la clase media, a la que el Gobierno le cobra directamente.

Ahora bien, lo planteado es tomando en cuenta la parte “más formal de la economía”, para decirlo de alguna manera. Según datos oficiales, el sector informal de la economía, sin contar a los trabajadores agrícolas, es equivalente al 45 % de todo el empleo del país. El número de ocupados en las actividades agrícolas es de 276 600; 14 % del empleo nacional. De estos trabajadores, solo el 25 % recibe un salario como medio de sustento para sus familias.

Me sumo a lo que ya muchos han planteado, ¿estamos comprendiendo bien en Panamá la clase de reto que debemos enfrentar? ¿Estamos listos como para ejecutar el plan B, y hasta el plan C del avestruz y salir triunfantes y con ganancias, léase aprovechando oportunidades de esta crisis?

Economista
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