• 04/03/2010 01:00

Instituciones fuertes

En mayo de 1968 ingresé al primer año de Derecho en la Universidad de Panamá. Ese año fue de elecciones y, con mis 18 años y tres amigos...

En mayo de 1968 ingresé al primer año de Derecho en la Universidad de Panamá. Ese año fue de elecciones y, con mis 18 años y tres amigos, fui al interior a ver allá el evento traumático que siempre habían sido las mismas desde antes de la independencia de Colombia. Escogimos la provincia de Herrera por ser la más pequeña y donde más facilidades teníamos.

Fue mi primera experiencia de observación electoral y durante su celebración vi casi todo lo que había que ver para saber que todo lo institucional era fingido, en tanto que la participación ciudadana era real.

Después de las seis de la tarde, ya avanzada la noche, regresamos a la capital. Durante ese día y hasta las siete de la mañana del siguiente, vimos o nos enteramos de primera mano de la compra de votos, escrutinios mal hechos, juntas de escrutinios inoperantes, robos de urnas, intimidación con armas, con látigo y con caballos.

Después hubo toda clase de maniobras fraudulentas de los principales contendientes políticos y, al final, se instaló un gobierno concebido en una atmósfera de truculencia e ilegitimidad, aun habiendo obtenido la mayoría de los votos.

Once días más tarde, el presidente fue derrocado y la Guardia Nacional, que muchas veces había sido árbitro real en las cosméticas contiendas electorales —y reales batallas por el poder— asumió el rol de principal actor en el Gobierno Nacional.

Las instituciones habían fallado por 65 años desde el inicio de la República y la electoral por 10 desde su establecimiento.

Las pocas protestas que pudimos hacer los estudiantes ese año, a partir del 11 de octubre, fueron acalladas con lacrimógenas, encarcelamientos, toletazos y balazos.

Para mí era obvio que la Universidad no permanecería mucho tiempo abierta y entre el 11 de octubre y el 12 de diciembre de 1968, fecha en que fue cerrada, solicité e hice los exámenes de admisión en la Universidad Javeriana en Colombia.

Allá fui en enero de 1969 a reiniciar mis estudios con la extraordinaria suerte de encontrarme en ella un grupo de compañeros que sería la envidia de cualquier joven idealista sediento de transformaciones para mejorar nuestra sociedad y nuestro tiempo.

Uno de ellos, Carlos Pizarro Leongómez, con quien tuve la oportunidad de establecer una excelente amistad, sería más tarde jefe del M-19, grupo rebelde alzado en armas contra el status-quo , quien, como me había dicho que haría, puso en jaque el establishment , firmó la paz en 1990, propuso una nueva Constitución, misma que se hizo y hoy rige a Colombia y, cuando en su breve vida de menos de 40 años cumplía su compromiso, fue asesinado. Pero ahí están las instituciones. Esas mismas que hoy le dicen al presidente Álvaro Uribe que no puede volver a correr para presidente y a las que el presidente, respetuoso de la institucionalidad, no puede más que acatar, si bien lo hace con grandeza.

Y ahí va Colombia, arrastrando sus males de violencia, que datan de antes de su independencia en 1812, pero caminando hacia la paz ahora con esperanzas, gracias a las instituciones y, en ese mismo marco, hecho un país de verdad, con tasas de crecimiento, de desarrollo, de combate a la criminalidad y a la pobreza envidiables, con un gran sentido de la importancia de la educación y hasta de las buenas maneras.

Cuánto debemos aprender las naciones que una vez, junto con la que fuera Capitanía General de Venezuela y las audiencias de Santa Fe, Panamá y Quito todas dependientes del Virreinato de Santa Fe en tiempos de la colonia, fuimos un gran proyecto de una gran nación, y revivirlo.

*Ex magistrado del Tribunal Electoral.marlex@cableonda.net]

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