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- 04/03/2010 01:00
El neoliberalismo ha muerto (II)
2. Triunfo pírrico del neoliberalismo —Segundo artículo de una serie de tres.
La política de ajuste tuvo un gran éxito, iniciándose en la década de 1980 bajo la presidencia de Ronald Reagan en EE.UU. Igualmente, en Gran Bretaña con la primera ministra Margaret Thatcher. La flexibilización del trabajo le permitió a los inversionistas rebajar significativamente la masa de salarios de los trabajadores. Igualmente, los gobiernos eliminaron o redujeron toda clase de servicios sociales —desde la educación, salud, vivienda y otros— cuyos ahorros fueron transferidos al sector privado (inversión capitalista). Las regulaciones y controles fueron reducidos o suprimidos. EE.UU. llegó al extremo de denunciar el Protocolo de Kyoto, acuerdo destinado a reducir el calentamiento climático, entre otros, que tendrá efectos desastrosos sobre la Humanidad a corto plazo.
En América Latina y en el resto del mundo la política “ neoliberal ” también tuvo resonantes éxitos. Augusto Pinochet, en la década de 1980, se convirtió en Chile en el modelo a seguir en el reajuste de la economía para favorecer las inversiones capitalistas (a pesar de que lo realizó a sangre y fuego). Le siguieron gobernantes como Carlos Menem (Argentina), Alberto Fujimori (Perú), Carlos Salinas (México) y Ernesto Pérez Balladares (Panamá), entre tantos otros, en la década de 1990. Las políticas empobrecieron más a los trabajadores de la Región y enriquecieron a los capitalistas.
Hay que destacar tres elementos en este análisis. En primer lugar, el neoliberalismo no tenía el objetivo de crear nuevas riquezas. Más bien, la política consistía en transferir al capitalista el valor de la fuerza de trabajo no pagado.
A la vez, se “ privatizaron ” todos los ahorros populares y se mercantilizaron todos los bienes sociales (incluyendo las fuentes de agua). En segundo lugar, se creó un nuevo flujo de excedentes hacia el centro de la economía capitalista (EE.UU.) mediante la “ dolarización ” de las inversiones.
El tercer elemento es muy importante y promete tener efectos a más largo plazo. En la década de 1970, EE.UU.comenzó a buscar mercados de fuerza de trabajo más económicos (baratos) que lo que ofrecía su propio mercado. Esta modalidad sería bautizada con el nombre de “ externalización ” de los empleos. Creó lo que hoy se llama en EE.UU. la “ cinta oxidada ” ( rust belt ) formada por miles de industrias cerradas.
En América Latina los países se peleaban las plantas manufactureras que EE.UU. exportaba enteras a lo largo de dos décadas. El mercado más favorecido fue México —que montó ensambladoras, maquilas y otras industrias—, probablemente por su proximidad a EE.UU.
En la década de 1990, EE.UU. descubrió el mercado de trabajo más barato del mundo, la República Popular China. En menos de una década, China se convirtió en el país que alojaba la proporción más grande de inversión directa (en gran parte de EE.UU.) del mundo. La rápida industrialización de China se realizó gracias a la política de externalización del empleo y la demanda de los consumidores de EE.UU., mantenida a punta de un mecanismo de endeudamiento.
Este último país se endeudaba paulatinamente con Pekín emitiendo bonos del Tesoro contra un pago en el futuro. China se convirtió en la “ fábrica ” del mundo sobre la base de la deuda de EE.UU. Se calcula que a mediados de 2009 la deuda de EE.UU. para con China llegó a los 800 mil millones de dólares.
(La próxima semana se publicará el tercer y último artículo de la serie).
*Profesor de la UP e investigador asociado del CELA.gandasegui@hotmail.com