• 19/09/2020 00:00

Justicia panameña: disonancias y disarmonías

Si la justicia panameña fuese una pieza musical, ¿cómo sonaría? Más importante aún, ¿cómo nos gustaría a los panameños que sonara?.

Si la justicia panameña fuese una pieza musical, ¿cómo sonaría? Más importante aún, ¿cómo nos gustaría a los panameños que sonara?

Curiosamente, en el mundo de los sonidos, tanto Platón (427-347 a. C.) como Confucio (551-479 a. C.) hace milenios coincidieron en notar y valorar altamente las unidades sonoras abstractas de la música por impartir virtudes morales a todo ser humano, muy especialmente por influir en su comportamiento en sociedad y en la formación de su carácter personal.

Ese sentido de la armonía de la música y su vínculo con el alma unió ontológicamente a estos dos emblemáticos filósofos, uno occidental y el otro oriental, sobre todo al subrayar ambos la importancia de la educación musical para formar el alma humana éticamente, no solo en su dimensión estética.

Así vemos cómo, en su diálogo “República”, el filósofo ateniense, tras definir lo que significa “justicia” (un Estado justo y bueno), considera, en boca de Sócrates y Glaucón, que la música es su expresión más sensible, porque impartir justicia es proporcionar armonía entre los ciudadanos, dándole a la vez la capacidad de imponerse con ecuanimidad.

Confucio, filósofo y musicólogo de la antigua China, también dio a conocer su humanismo de sentido común en una colección de conversaciones con sus discípulos (las “Analectas” o “Lunyu”), donde proporciona directrices para cultivar el carácter moral de los ciudadanos con la música. Esta purifica las virtudes humanas y, al estar íntimamente ligada (en la civilización china) con los rituales, las armoniza y convierte en una fuerza estabilizadora. Confucio identifica una trinidad formada por la poesía, el ritual y la música, donde esta última predomina, dándole una función socio-moral-política a la música.

Este arte orgánico de volúmenes y geometrías audibles, pero invisibles, con su atracción hacia las notas y las proporciones armónicas bien puede traducirse a relaciones numéricas, así como en la arquitectura -solo ver una partitura o unos cálculos arquitectónicos. Estas dos artes tienen un parentesco indudable, al estar regidas por números, proporciones y medidas que, a pesar de su lógica de excepciones, intensifican la conexión del todo con sus partes, o sea su simetría y armonía.

¿Cómo encajan estos antiquísimos conceptos aleccionadores musicales y arquitecturales con nuestro cacofónico sistema de justicia?

Para explicar la unidad del sistema jurídico panameño con sus cortes, tribunales, leyes, reglas, jurisprudencia, judicatura, procuradores, fiscales, personeros, gremio de abogados, etc., y cómo estos se relacionan entre sí, distribuidos como lo están por toda la geografía nacional o clasificados por su ramo o materia tratada, acudiremos primero a su imagen, a su arquitectura, la famosa “pirámide de Kelsen”, que, en forma escalonada, muestra a la Constitución en la cúspide, las leyes y demás normas jurídicas, en su cuerpo y los acuerdos ministeriales y otras disposiciones burocráticas, formando la base.

Pero, si en vez de pirámide, la justicia panameña fuese oída como una pieza musical -de cualquier género clásico o popular- y los miembros de la orquesta fuesen las unidades descritas arriba, hoy el sonido de sus fallos nos ensordecería y lastimaría con sus disonancias y disarmonías, no porque la música fuese típica y no clásica, sino porque nuestra educación y valores ciudadanos nos han fallado al ignorar esas milenarias enseñanzas.

Exdiplomático
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