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- 15/06/2025 00:00
La coyuntura panameña: estamos entre el ya no y el todavía no

En alto número de estados de Estados Unidos, los agentes policiales de agencias de migración y aduana vienen haciendo redadas para la deportación de inmigrantes, no importa si ya tienen procesos de obtención de estatus migratorio para permanecer laborando o no, de tal manera que se han dado casos en que se han detenido a madres en sus trabajos o en las calles, que las deportan directamente, sin posibilidad de que contacten a sus hijos/as o sus parientes con lo que terminan siendo forzadas a dejar a sus pequeños/as abandonados/as, a merced de multitud de amenazas a su integridad física y subsistencia.
Se comprende entonces que, ante tales oprobios de la política del bloque de poder liderado por Trump, la impotencia sobreviene a los grupos sociales a las que pertenecen las poblaciones perjudicadas y ante esta frustración y desencanto hacia el “sueño americano” convertido en pesadilla de “violencia institucional”, son previsibles las reacciones de violencia de parte de los inmigrantes, particularmente latinoamericanos.
Como acto de “contra reacción” la vocera de la Casa Blanca, Karoline Leavitt, señaló que la política de Trump advierte que: “(...) Estos criminales serán detenidos y llevados rápidamente ante la justicia” (Whitehouse.gov/8/junio/2025). Más aún, el mismo presidente apareció afirmando que: Principio del formulario“Estas protestas de la izquierda radical, protagonizadas por instigadores y a menudo alborotadores a sueldo, no serán toleradas” (Ibidem).
¿Qué hay de común entre la política trumpista y la del presidente Mulino hacia las protestas de segmentos mayoritarios del pueblo panameño? Bueno, con independencia de lenguajes y narrativas empleados por ellos, coincidentes a veces sí, a veces no, fijémonos que se evidencia que para ambos: 1.) El origen del problema no está en sus acciones institucionales de violencia (en uno, antimigratoria, en el otro, la vulneración de derechos como el de una pensión de vejez digna, sometiéndolo a la voracidad del mercado) sino en quienes reclaman algún derecho adquirido. 2.) En los dos casos, quienes ejercen su derecho a protesta son categorizados como criminales, como delincuentes, susceptibles de ser penalizados con la mayor rigurosidad posible. 3.) Se focalizan (inventan) enemigos del orden, calificándolos con estereotipos con los que reaccionan negativamente —cada vez menos, por cierto— las poblaciones y la “opinión pública” de manera que justifiquen las acciones violentas de los organismos estatales represivos.
Aquí, según ambos presidentes, quien incentiva las protestas es “la izquierda” (radical o no), con lo cual aspiran a descabezar los movimientos comprensiblemente indignados. Aquí, la izquierda expresada que si en líderes del Suntracs, que si expresada en el dirigente del sindicato bananero, que si en los terroristas de la Universidad de Panamá, entre otros. 4.) Lo que no aparecerá tan fácilmente en las narrativas, pero las acciones de los órganos “del orden” lo evidencian, es una política racista tanto como clasista. La saña y brutalidad contra los miembros de las clases trabajadoras que son descendientes de etnias indígenas es verdaderamente indignante. Se observa allá, que la represión a inmigrantes no es contra cualquier inmigrante, sino contra los de grupos étnicos específicos, que a su vez son parte de las clases trabajadoras. Se observa acá, que la ferocidad desatada por los estamentos policiales y de administración de (in)justicia en las comarcas indígenas panameñas —recordar que hasta una vivienda le incendió el Senafront a los residentes de la comunidad étnica Emberá en Arimae, provincia del Darién, pero además, es a la única población que conduce a ser enjuiciada a sus mujeres esposadas con grilletes en los pies ¿no genera esto mayor indignación y motivación de protestas?
En realidad, estamos frente dos regímenes cuyos Estados ya no están en capacidad de satisfacer las demandas sociales básicas de la población dado que sus modelos de generación y distribución de riquezas han llegado a un punto de agotamiento. Sin embargo, cuando la solución racional sería transitar hacia modelos alternativos, que en nuestro país sería abandonar el modelo basado en el rentismo transitista, la acción del mulinismo es insistir a sangre y fuego en este.
En efecto, el grupo Mulino alineado con el grupo trumpista —de aquí la gestión denominada trumpulina— ha optado por la obstinada permanencia de un modelo rentista transitista para acumulación y beneficio privado, pero reflotando su dinámica a través del traslado de valor económico generado en el mundo del trabajo hacia los agentes rentistas financieros y a través de la muerte de nuestro ecosistema ecológico, como tributo al crecimiento de la actividad extractivista minera, de beneficio extranjero que permita alguna brusca económica para los rentistas asociados a este.
El actual Estado, ya no puede seguir manteniendo este modelo económico y de representación política sin altos costos para el país; esto es lo que se evidencia en los resultados de su gestión autoritaria. Lo lamentable es que todavía no hay un sujeto colectivo, un agrupamiento sólido con capacidad de conducir al pueblo hacia un modelo alternativo que supere ese agotamiento al que ya llegó, aún cuando ese nuevo modelo no tenga nada que ver con Socialismos ni cosa parecida sino simplemente en un modelo de capitalismo autónomo, pero absolutamente democrático en lo económico y político. Estamos entre el ya no y el todavía no... Pero ¿hasta cuándo?