• 16/02/2024 00:00

Los mayores retos en las elecciones de mayo

Panamá, a pesar del lastre acumulado de la corrupción pública y el clientelismo patrocinado por el Órgano Ejecutivo, la Asamblea Nacional, alcaldes y representantes de corregimiento, no ha tocado fondo, aunque sufra los peligros del crimen organizado que penetra cada vez más grupos políticos e instituciones estatales, y de una deriva más conservadora de la sociedad aupada por extremistas religiosos con mayor poder político. Tampoco nos hemos abismado en la situación económica y social que vivimos durante la pandemia de covid-19, que se ha ido mejorando desde hace dos años, aunque se pronostica para 2024 los efectos negativos del cierre de la mina de Donoso cuya real solución queda pendiente. Muchos ciudadanos desean que en las próximas elecciones haya un cambio radical para mejorar nuestra situación.

Muchos quieren que de cuatro diputados realmente independientes (6%) pasemos, quizá, a una veintena este mismo año, incluyendo a una nueva oposición política que no forma parte estructural de los partidos tradicionales a los que se achaca mayor responsabilidad por la situación negativa: partidos que gobiernan, Revolucionario Democrático aliado al MOLIRENA, y de oposición, Cambio Democrático aliado al Panameñismo, y Popular, ahora con candidato más experimentado. Se añaden Realizando Metas aliado con Alianza, con candidato inhabilitado legalmente, Alternativa Independiente Social, más confesional, y el Movimiento Otro Camino, de mayor talante anti corrupción, además de tres candidatos independientes (con independencia cuestionada) con condiciones muy desventajosas según el código electoral. Además, aunque somos un Estado laico, participan en las elecciones partidos y candidatos claramente dominados por grupos religiosos con agendas de involución política, social y cultural.

Según las últimas encuestas de opinión 75,8% de los ciudadanos desconfían de los partidos políticos, lo que abre más amplias perspectivas electorales a los candidatos verdaderamente independientes. Para el Latinobarómetro, 64% de los encuestados panameños cree que la democracia puede funcionar sin partidos políticos. Recordemos que 56,7% de los ciudadanos inscritos en el padrón electoral en mayo de 2023 estaba afiliado a partidos políticos y 43,3% no pertenecía a ninguno. Además, los votos nulos y en blanco, alrededor del 10-12%, de primarias partidistas revelan descontento de la membresía más activa.

Después de una administración presidencial más bien pasiva, ausente y hasta activa en alimentar la corrupción pública-privada en el Ejecutivo, Legislativo y en los entes de seguridad, que además carga el lastre de décadas de esas prácticas tóxicas, tocará al gobierno electo en 2024 afrontar al fin los gravísimos problemas que tenemos. Proponemos hacerlo al menos en siete objetivos prioritarios:

Primero, adoptar un proyecto nacional que, a mi juicio, debe ser el logro del Estado de bienestar dentro de la auténtica democracia liberal en una sociedad de confianza. Para alcanzarlo, hay que comenzar por el fortalecimiento de la institucionalidad debilitada, mediante una pronta reforma constitucional, la adopción de legislación adecuada nueva y positiva -además de abrogar la vieja y negativa-, el combate efectivo a la creciente corrupción pública, resolver el terrible problema fiscal y revertir la avanzada y costosa remilitarización de Panamá.

Segundo, provocar la revolución educativa para elevar de manera sustantiva nuestro sistema fracasado, para alcanzar la máxima calidad y producir ciudadanos mucho mejor educados, con mayor conciencia cívica y con verdaderas oportunidades de mejoramiento individual y colectivo.

Tercero, disminuir el tamaño del Estado deficiente y obeso, para favorecer la creación de la riqueza y empleo por el sector privado que se manifieste en la real disminución de la pobreza y el aumento de la justa equidad socioeconómica.

Cuarto, resolver el grave problema de la Caja del Seguro Social, al borde de la quiebra financiera, repleta de funcionarios ineficientes que brindan servicios muy mediocres e insuficientes, para transformarla en una institución apolítica, totalmente profesional, transparente y exitosa.

Quinto, resolver definitivamente el severo problema sanitario-ambiental, tanto de prestación del servicio de agua potable como de recolección y disposición de la basura que debe reciclarse, y resolver las considerables contaminaciones acústicas y visuales. Además, atacar las grandes deficiencias de la infraestructura vial, educativa y de salud y establecer una real cultura de planificación y mantenimiento dentro del concepto de desarrollo sostenible.

Sexto, lograr el triunfo de una cultura que propicie la creación del verdadero Estado de derecho y de la laicidad, promover la transparencia y la honestidad y combatir la corrupción pública-privada, la discriminación, la intolerancia, la injusticia, el populismo y el clientelismo, condiciones que son responsables principales de la situación actual, producto de una mentalidad obsoleta y de un sistema político-educativo que tiene más de medio siglo de involución.

Séptimo, adoptar una política internacional acorde con nuestro interés nacional y el sentido de la dignidad del Estado panameño y restaurar de verdad la confianza exterior en Panamá. Nuestra prioridad debe ser sacar mejor provecho de nuestra posición geográfica y reforzar nuestro peso geopolítico al dotar de nuevas fuentes de agua al Canal de Panamá y permitir la comunicación terrestre en todo el continente americano por carretera y/o ferrocarril.

Hemos vivido un régimen presidencialista, en principio poderoso, cuya gestión concita hasta 90% de desaprobación según encuesta nacional, que parecía debilitado cuando el jefe de Estado dedicado más bien a actos ceremoniales, giras comunitarias, discursos, inauguraciones, etcétera, delegó en tres entidades externas muchas funciones propiamente de gobierno efectivo: la Vicepresidencia de la República cuyo titular asumió plenas responsabilidades ejecutivas como un primer ministro, la dirigencia de la Asamblea Nacional que verdaderamente cogobernó como el epítome de la corrupción pública y legislando muchas veces sólo en provecho de sus miembros, y un Ministerio de Salud sesgado, que ejerció una implacable dictadura sanitaria durante más de dos años con el pretexto de la pandemia de covid-19, forma muy deficiente de gobernar y causante de graves problemas económicos, políticos y sociales hasta años más tarde.

Todo eso puede cambiar con el voto mayoritario de los panameños en mayo de 2024, en todos los cargos de elección popular, para elegir un gobierno fuerte, verdaderamente honesto y con real voluntad de acción.

El autor es Doctor de Estado en Letras y Ciencias Humanas, doctor en Geografía, historiador, diplomático
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