• 11/06/2014 02:00

La corrupción se combate con maña

Un par de prácticas de gobierno, ejecutadas con firmeza, podrían ayudar: transparencia, libertad de prensa, castigo ejemplar

Privada o pública, la corrupción no se erradica solo con palabras: sin intención seria, voluntad, valentía y apoyo oportuno no habrá jamás esperanza de ganar la batalla que necesitamos librar. Las últimas campañas electorales han zarandeado esta lucha con sus respectivos eslóganes, pero las encuestas de opinión confirman la percepción de que en el gobierno hasta ahora se meten patas y manos. Con impunidad y sin remedio.

Un par de prácticas de gobierno, ejecutadas con firmeza, podrían ayudar: transparencia, libertad de prensa, castigo ejemplar. Ni el presidente en persona, ni su gabinete, ni su partido político pueden asegurar la buena conducta en todos los niveles de gobierno: necesitan mañas de ayudas externas que señalen desvíos.

Si ha de ser auténtica, total y permanente —excepto en temas de seguridad nacional— me resulta esencial la necesidad de implantar la transparencia como un código de cumplimiento obligatorio para el manejo de todos los asuntos de gobierno; sería una especie de ‘chip’ con una cultura inquebrantable imbuida en la conciencia de todos los funcionarios, comenzando con los del más alto nivel hasta el más humilde. Una victoria electoral no autoriza encubrimientos u oscurantismos; ella solo confiere un poder limitado para administrar asuntos de Estado; los demás retenemos el derecho a conocer aspectos significativos de esa administración y a exigir pulcritud en su manejo.

En el ambiente quedan resabios de falta de candidez: procesos oficiales nada claros para adjudicar contratos de obras y fijar precios; intereses en conflicto de funcionarios con vínculos empresariales o profesionales; abuso inmoral de poderes legítimos; encubrimiento de posibles delitos y escándalos; falta de rendición pormenorizada de cuentas que se deben rendir; uso indebido de bienes estatales —son ejemplos de conductas inaceptables si rigiera la transparencia.

La labor fiscalizadora de una prensa investigadora libre, lejos de constituir una práctica hostil a un gobierno, llena un cometido que ningún gobernante bien intencionado puede menospreciar: le colabora para desarrollar un gobierno honesto y mantener a raya cualquier tentación malsana. Idealmente esa labor se complementaría con funcionarios independientes, capaces y valientes que aportarán credibilidad a una Contraloría impoluta, una Asamblea fiscalizadora, una Corte Suprema garante de la legalidad de los actos de gobierno y una Procuraduría que, sin prejuicios, calificará la culpabilidad o inocencia de funcionarios denunciados.

La transparencia y la fiscalización son apenas una parte de la maña necesaria. La certeza del castigo completa el remedio. De muy poco vale asegurar que, en tiempo de campaña electoral, se conoce la utilización de partidas circuitales del PAN, vía Juntas Comunales de pueblos recónditos; o que en las licitaciones publicadas en la página de PanamaCompra se anuncien términos y precios oficiales que levantan suspicacias; o que se destituya calladamente a varios funcionarios, si ante esas evidencias ‘aquí no ha pasado nada’.

Esos desvíos deben tener sus consecuencias. No puede permitirse que el involucrado en actos de corrupción se esconda; pero debe tener oportunidad de defenderse en un juicio justo y demostrar su inocencia, si fuese del caso. El corrupto probado debe ser presentado en la plaza pública, para su vergüenza y escarnio, como ejemplo disuasivo para quienes puedan sentirse tentados.

Estas tres mañas anticorrupción son fáciles de enunciar, pero han sido difíciles de cumplir hasta ahora, sobre todo cuando las presiones, los compromisos o las tentaciones del cargo hacen olvidar lo prometido. Sin embargo, en la medida en que se logren implantar, estaremos en buena disposición de dar los pasos necesarios en la dirección correcta para tener éxito en limpiar el ambiente heredado. El respaldo y el aplauso de la ciudadanía no tardarán en manifestarse.

EXDIPUTADA

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