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- 04/01/2012 01:00
Edilberto Becerra, médico consagrado
La vida es buena. Siempre me ha permitido tener buenas experiencias, en la conservación de mi salud física durante estos últimos 16 años. Y la afectación renal no ha sido la excepción. Tuve la oportunidad de conocer a un médico consagrado, como hoy hay pocos en nuestro sistema de salud público: EDILBERTO BECERRA, un ser humano de buenos ejemplos personales y profesionales.
Era de madrugada, aún lo recuerdo claramente, cuando volvía de la anestesia después de haber sido trasplantado y allí estaba el Dr. Becerra. Vestido de blanco, evaluando todos los parámetros de los equipos que me asistían en esos momentos y dando indicaciones al médico residente de nefrología. Esta experiencia la observé durante muchas horas, durante varios días. Incluyendo domingos y días feriados, preguntándome: ¿cuándo estará libre este doctor?
Al principio tenía cierta reserva, pues los médicos en su mayoría guardan distancia de sus pacientes. Sin embargo, una vez pude conversar, observé que el Dr. Becerra llegaba todos los días a charlar conmigo, no solamente sobre el trasplante o mi condición clínica, sino también sobre mi familia, mis amigos, mi trabajo y sobre Dios. Al salir del hospital trasplantado, me desconecté del Dr. Becerra, pues yo era atendido en consulta externa de nefrología por otros médicos después de mi intervención, pero no olvidaba aquellas palabras que me dijo cuando me notificó que había un donante compatible conmigo para mi trasplante, que tomara una decisión. Y yo le respondí: ‘doctor, solamente le pido que me cuide’. Y él me respondió... ‘pídele a Dios, porque nosotros haremos todo lo posible para que tengas éxito’.
El tiempo transcurrió y cuando tuve la necesidad de recibir el tratamiento de hemodiálisis, nuevamente, tuve la oportunidad de ser atendido por el Dr. Becerra. Ya había escuchado de otros pacientes la forma como se desarrollaban las citas en hemodiálisis con el Dr. Becerra, sin apuros, investigativo sobre el expediente, sobre tu condición en esos momentos, efectos de medicamentos, evaluación del peso, presión arterial y sobre todo, la conversación exploratoria humana. Las citas eran largas, pero muy constructivas para el paciente, no sólo en la parte médica, sino también enriquecedoras en lo espiritual y lo humano.
Para diciembre, luego de un año de haber terminado el tratamiento de hemodiálisis, recuerdo que comentábamos entre los pacientes, como nuestros médicos pasaban de largo el día de Navidad, sin decirnos feliz Navidad. Era algo muy duro para nosotros que anhelábamos algo de afecto por quienes nos trataban durante momentos muy difíciles, pero para nuestra sorpresa, hubo un médico que fue diferente. No solamente nos deseó una feliz Navidad, sino que estrechó las manos de todos los pacientes y compartió un momento con todos los que estábamos en el pasillo, en espera por iniciar nuestro tratamiento. Esa actitud es una medicina invaluable.
¿Por qué el Dr. Becerra tiene problemas para conservar su trabajo en el Sistema de Salud Público, donde según las propias autoridades sanitarias hay un faltante de médicos de nefrología que puedan atender mejor a los pacientes renales? La respuesta es simple: es un médico correcto, de vocación, al servicio de los pacientes, no es parte de la burocracia y sobre todo, institucionalista en materia sanitaria.