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- 24/10/2018 02:03
La teoría de la mujer diabólica
La pena de muerte, reservada para las conductas más nocivas en una sociedad, se encuentra vigente en 53 países y, como consecuencia de ello, se conocen 993 sentencias ejecutadas en 2017 en 23 países. Aunque suman menos que en años anteriores, la mayoría ocurrió en China, Irán, Arabia Saudí, Irak y Pakistán; pero Estados Unidos no quedó atrás, con 23 ejecuciones y 53 condenas a muerte. Decapitación, ahorcamiento, inyección letal, muerte por arma de fuego y lapidación han sido métodos comunes de ejecución; algunos públicos, muchos como resultado de confesiones logradas con torturas.
Hoy aguardan su ejecución en corredores de la muerte un aproximado de 500 mujeres por crímenes cometidos contra la vida de terceros; la ONU considera que la cifra es mayor. El 5 % de esa cifra se encuentra en EE.UU. en espera de su ejecución y precisamente la ONU ha solicitado que se ‘revisen todas las sentencias de muerte contra mujeres y niñas, y que adopten políticas de género para abordar... los prejuicios y la discriminación que caracterizan sus investigaciones y juicios', en comparación con varones en su misma situación.
Una razón de carácter cultural y sociológico por esa diferencia es que la mujer debe ser degradada previamente para que pueda administrársele un castigo que nuestra cultura halla natural para hombres. Es la Teoría de la Mujer Diabólica que exige calificar a una mujer como ‘mala madre', ‘mala esposa infiel', ‘hija ingrata'; así degradada, se justifica la pena de muerte. Despojada del reconocido estereotipo femenino —‘madre abnegada y esposa fiel'—, puede ser sometida a castigos propios de varones.
Esa filosofía o práctica forense ha llevado a jueces a no prestar atención ni dar valor a evidencias de malos tratos sufridos por mujeres, especialmente en casos de violencia doméstica, que las llevaron a extremos de desesperación y descontrol en momentos críticos. El Centro de la Universidad de Cornell sobre Pena de Muerte concluye simplemente que ‘las mujeres deben ser degradadas primero y entonces están listas para la muerte'.
Un caso en punto es el descrito por Amnistía Internacional: la tragedia de Zeinab Sekaanvand, joven iraní de 24 años, torturada por la policía tras su detención y ahorcada luego de permanecer en prisión durante seis años. Había sido procesada por el asesinato de su esposo, cometido cuando ella tenía 17 años, a pesar de sus múltiples denuncias de haber sido violada en repetidas ocasiones por su cuñado y de vivir en ese ambiente de violencia y abusos sexuales desde la infancia, del cual no podía escapar.
Sin ir muy lejos, otro ejemplo es la tortura que sufre actualmente Brenda Adams, quien lleva 15 años en el corredor de la muerte en el estado de Oklahoma. Condenada por el asesinato de su esposo en 2001, por haber planeado y ejecutado su muerte junto con su amante para cobrar una póliza de seguro, no hay duda de su culpabilidad. Pero, para condenarla a muerte, era necesario despojarla de una típica personalidad femenina presentándola como la ‘mujer diabólica'. A esos efectos, fue expuesta como mala esposa, mala madre, mala mujer que había tenido relaciones extramaritales, que había fracasado en varios matrimonios; hasta se hizo referencia al estilo de ropa que usaba y se escudriñaron sus prendas íntimas en sus maletas como evidencia de una conducta sexual licenciosa. El juzgador reconoció que eran pruebas que no tenían nada que hacer con una culpabilidad ya aceptada, pero sin duda su propósito fue demonizarla para justificar la severidad de su condena a muerte. Evidente prejuicio y discriminación que no tiene cabida en nuestra civilización.
EXDIPUTADA