• 06/06/2025 00:00

¿Quién ganará este juego de ajedrez?

Muchos nos preguntamos hacia dónde estamos caminando en Panamá. La verdad sea dicha, no creo que haya una sola persona en este istmo que esté totalmente claro de hacia dónde vamos, ante todo lo que ha estado ocurriendo en las últimas semanas.

Por un lado, tenemos a un sindicato de trabajadores que estaba convencido de que tenía poder de convocatoria y que al igual que a finales del año 2023, se montaría en la rueda del grupo de jóvenes “influenciadores” que, bajo la bandera inicial de estar en contra de la mina, congregaron a miles de personas en las calles en prácticamente todo el país.

Desde ese entonces hay quienes pudimos palpar que las marchas, congregaciones y demás eventos de ese funesto mes no se daban solo por el malísimamente mal manejado contrato minero, sino que se utilizó como una válvula de escape para dejar salir el gran malestar que se tenía en contra del gobierno de turno, por los alegados malos manejos de fondos y la carencia de soluciones desde los eventos que se produjeron a raíz de la pandemia del Covid.

Los mismos grupos convocaron en esta ocasión y los resultados fueron diametralmente diferentes. No había tanta gente en las calles ni en las concentraciones. Esto los llevó al establecimiento de puntos de cierre claves en la geografía nacional, en especial la ciudad capital. A diferencia del 2023, las autoridades nacionales reaccionaron acorde a lo que indica la ley y procedieron a reestablecer el libre tránsito, derecho concebido en nuestra Constitución nacional.

El problema se agravó cuando se sumaron los educadores, quienes de por sí tienen un sistema especial solo para ellos, aparte de ser probablemente quienes devengan los salarios más altos de Latinoamérica. A lo mejor no caigo tan bien con este comentario, pero este es el peor delito que se le puede cometer a una sociedad. Nuestros niños y jóvenes son los que más han sufrido. Fueron los que más clases perdieron durante la pandemia, gracias a la incapacidad de ministros que evidentemente no tenían la menor idea de cómo balancear una situación de la magnitud de la pandemia.

Un grupo significativo de estos jóvenes, que se lograron graduar de las escuelas secundarias y aspirar a un cupo en las universidades oficiales, no lograron aprobar los exámenes de admisión; esto es lógico, pues estos muchachos vienen con graves deficiencias en compresión de la lectura, matemáticas, valores y ciudadanía.

Conscientes de esta situación, los profesores han mantenido una suspensión ilegal a toda vista, combinada con sinvergüenzura, pues se han visto historias de profesores que van a las escuelas, marcan, pero no imparten clases, o sea, pretenden cobrar por un trabajo que no han realizado. Desde cualquier punto de vista esto es una estafa, no solo a los alumnos, sino a los padres de familia y a la sociedad en general.

Este juego de ajedrez en el que han querido convertir lo que se vive, donde solo hay dos colores, blanco y negro, no es sostenible en el tiempo. Quienes protestan en Bocas del Toro buscan un mártir y el gobierno ha repetido que no se los va a producir, pero mientras tanto, en la mitad hay comerciantes y pequeñas empresas que dependen del día a día y con los cuales subsisten por lo menos dos familias.

Como nadie quiere confiar en la contraparte, se pide la derogación de la Ley 462, lo cual es imposible y esto lo saben muchos de los que están promoviendo este llamado. ¿Si simplemente se deroga, como se administra la CSS? ¿Cómo se les paga a los miles de pensionados que dependen de estos dineros para sobrevivir? No es soplar y hacer botellas. Esto no es una guerra de gobierno contra pueblo y mucho menos de ricos contra pobres.

Detrás de este sinsentido están los que siempre están promoviendo el desasosiego en nuestra sociedad, sin proponer algo con fundamento. Los mismos que quieren pescar en río revuelto, porque por las buenas ni los voltean a ver. Compatriotas, por favor, abran los ojos. El país nos necesita a todos.

Hoy hago un llamado a que hagamos una pausa, cavilemos y busquemos soluciones que sean reales y sobre todo posibles. Por qué no van a la Asamblea Nacional y se sientan con sus diputados para que, en conjunto, puedan presentar una nueva ley que vuelva a proponer lo que se busca, pero no como una imposición ni condición de diálogo, sino como una nueva oportunidad de entendernos.

Si aun así el pleno de estos diputados opta por no estar de acuerdo con lo presentado, sepan aceptar el resultado y el país les reconocerá el esfuerzo que han hecho, y si por el contrario, se aprueban los cambios que buscan, se les aplaudirá, pero tiene que hacerse dentro del marco que se determina por la ley.

Así funciona el sistema, y si creemos en la democracia tenemos que aprender a vivir con sus reglas. Pero, sobre todo, pensando en el país, no sólo lo que nos conviene a nosotros. ¡Es por Panamá!

*El autor es analista político y dirigente cívico
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