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- 19/09/2012 02:00
La niña embarazada
Que una criatura cargue en su vientre a otra criatura, no es tarea fácil para nadie y, menos aún, cuando mantiene una dependencia social y económica con sus padres o con uno de ellos, o con algún otro familiar. En su primera etapa de embarazo, la adolescente entra en un estado de shock psicológico, donde la vergüenza y temores hacen que se sienta sola y sabe que debe enfrentarse a los suyos e informarles de lo que hay para los próximos nueve meses. Estos son momentos angustiantes en el núcleo familiar por ‘el qué dirán’, y por la parte presupuestaria del hogar para el cuidado de ambas criaturas.
¿Que no lo pensó antes de abrir las piernas? Ya no es tema de discusión. No obstante, cuando se da el hecho de que hubo violación, la situación cambia radicalmente y aquí entran otros factores como la religión y si los adultos encargados de ella, y ella misma, piensan que no hay que terminar con la vida de la criatura, algunos optaran por quedársela y otros por darla en adopción.
Las causas son políticamente discutibles, de gran carga emocional y efectos psicosociales. Se deben examinar muchos factores cruciales, además de la causa obvia en que los adolescentes mantienen relaciones sexuales sin las medidas de contracepción adecuadas. Y, según expertos, no hay ninguna contracepción efectiva al 100%, la abstinencia es la manera más segura para prevenir el embarazo. Las religiones abogan por una educación sexual basada en lo moral y del amor en una pareja sexualmente madura y en el respeto a la vida y se han pronunciado al respecto, y no rechazan una educación sexual integral.
En San Miguelito, se reportan 59 casos, 5 más que el año pasado. El 33% de chicas menores de 15 años en áreas rurales tienen hijos y 20 de cada 100 nacimientos en Panamá corresponden a madres adolescentes, 4 a niñas entre 10 y 14 años. Alrededor del 20% de los casos de VIH son de chicos entre 10 y 19 años. En América Latina y el Caribe los embarazos de adolescentes representan el 18% del total de embarazos, la segunda tasa más alta del mundo. Panamá adolece de una política razonable y equilibrada en educación sexual y reproductiva y en lo relacionado a valores familiares.
Mucho se ha escrito, se ha planificado, se sigue planificando, los expertos hablan y los que no también hablan, pero la situación es una sola: siguen los embarazos precoces, los no deseados, las enfermedades de transmisión sexual, y no hay manera de que las autoridades competentes como el MEDUCA, MINSA, padres de familias o adulto encargado y autoridades religiosas se sienten de una vez por todas y se logre unificar criterios.
El Ministerio de Educación y en su espacio de prevención, se apoya en programas como la ‘Escuela para Padres’, donde son instruidos en la importancia de hablar de sexo a los hijos, además de otros temas, a cambio de recibir el pago de la Beca Universal. Lo mismo se puede decir del programa ‘Líderes dejando huellas’, donde a los muchachos se les educa en el tema. Como especialista de la conducta humana, observo que estos dos programas bien estructurados pueden hacer la diferencia, pero aún en estos momentos no es efectivo por las estadísticas antes señaladas.
No hay duda de que la primera educación en valores familiares entra por casa y sigue con la instrucción escolar. Pero, si esa adolescente no cuenta con ambos padres o al menos con uno de ellos y que estos sean responsables de su buen crecimiento y formación, de nada vale tanto esfuerzo. Pero también las hay que se les educa en cuestiones sexuales, tanto en casa como en la escuela y no aprenden la lección hasta que no se les presente una ETS o queden embarazadas.
El porqué los adolescentes practican el sexo, es un tema de discusión apasionado que incluyen: mensajes manifiestos y desinformados en que las relaciones sexuales son comunes, aceptadas y, a veces, esperadas; los tempranos contactos sexuales donde no hay pene ni vagina que se resistan, cuando el coqueteo, la provocación, las hormonas disparadas y la inmadurez emocional de los púberes, está presente; el uso temprano del alcohol y/u otras drogas, la deserción escolar; la carencia de un grupo de apoyo en valores humanos; la ociosidad y limitados espacios de esparcimiento sano; la falta de interés en la escuela, en la familia, y en actividades comunitarias; vivir en comunidades o escuelas donde los embarazos tempranos son comunes; crecer en condiciones empobrecidas y promiscuas y, el haber sido víctima de un ataque o abuso sexual, o cuando sus madres han dado a luz antes de la edad requerida. También se presentan estos embarazos en niñas con un nivel socioeconómico acomodado, pero, para este grupo, las cifras no se registran.
Muchos son los niños, adolescentes y jóvenes que, vivan en pobreza o no, tienen sus mentes ocupadas y no se rinden ante los estudios. A la niña embarazada, o con tu hijo en brazos, no hay por qué quedarse estancada, tienes todos los medios para estudiar y hacerte una mujer y madre de bien; no abandones tus estudios, hay escuelas de noche y de fines de semana. La clave es no caer de nuevo, tropezándote con la misma piedra. De las malas o buenas experiencias, se aprende.
ESPECIALISTA DE LA CONDUCTA HUMANA.