• 04/07/2014 02:00

¿Qué ha ocurrido con la educación?

Para las autoridades del Ministerio de Educación, del quinquenio finalizado, la educación panameña ha dado un avance cualitativo

Para las autoridades del Ministerio de Educación, del quinquenio finalizado, la educación panameña ha dado un avance cualitativo. Le dieron, según la ministra Molinar, el mejor sitial. Observando la realidad decimos, como el adagio, ‘del dicho al hecho hay mucho trecho’. Hablan de una ‘cultura curricular’ que favorece la calidad en la preparación académica del estudiante y resaltan, como exitoso, el proceso de evaluación docente como herramienta que va a mejorar lo que hacen los docentes en el aula. Pero, la crisis —como el sol—, no puede ocultarse con la mano.

Al margen de las interesadas consideraciones, la sociedad sigue percibiendo problemas. Los resultados de las pruebas internacionales siguen ubicando a Panamá entre los países de menor rendimiento. Las autoridades de la Universidad de Panamá, por su parte, reconocen que a los alumnos que ingresan se les detectan serias limitaciones en su formación.

Hay crisis en el sistema educativo panameño que se expande con la inserción de las nuevas tecnologías; esto amplia la brecha entre la educación urbana con la educación impartida en las zonas rurales. Los problemas son muchos y diversos; son formales y estructurales. También son variados los factores que inciden, así como los actores involucrados. El escaso financiamiento para la educación sigue siendo una piedra en el zapato.

Una educación de calidad requiere de inversión. No se trata de un gasto o, en todo caso, de un gasto socialmente útil. El tema de los recursos toca también la situación salarial del docente el cual debe ser ‘bien pagado’. Hablamos de estabilidad emocional, de fortalecer la dignidad profesional, de sentirse bien consigo mismo (y frente a los demás), de potenciar la formación de sus alumnos y en su propia actualización.

La problemática se incrementa ante la ausencia de una política de Estado que genere estabilidad. En Panamá, al predominar una mal entendida ‘política de gobierno’, se cultiva la inestabilidad que conduce a la endeble funcionalidad del sistema educativo. Cada cinco años es designado un nuevo ministro de Educación que dice ‘llegar con filosofía renovada’. Esto no es aún el problema, si no es porque los entrantes ‘ven en todo lo anterior el mal ejercicio de la política del gobierno saliente’.

En los límites de estas preocupaciones hay un factor insoslayable. En efecto, la situación social del alumno y de la familia panameña tiene un rango de determinación. Un hogar desintegrado, un niño desnutrido, una fuerte y progresiva antiescuela, son factores que presionan sobre el sistema educativo, lo condiciona y le desmedra resultados.

¿Qué hacer entonces? Una política financiera de sostenibilidad es necesaria. La educación es un ‘bien de utilidad social’, ‘un camino de vida para el progreso personal y social’; para fortalecer sus objetivos requerimos de la pronta y profunda reforma que ponga acorde a la educación con las transformaciones y desafíos de hoy.

Ciertamente, una educación de calidad para todos los panameños se verá repercutida por el modelo de ‘sociedad’. El crecimiento económico —que es más elevado de la región—, tiene que llegar a la gente, superar la desigualdad y ser equitativo. Distribuir bolsas de comida, en tiempos electorales, no resuelve el problema básico. Las políticas sociales del Estado (más en educación) deben estar dirigidas a garantizar el correcto aprovechamiento de las riquezas nacionales. No es suficiente que se diga en la Constitución que la educación pública es gratuita. El niño y la niña panameños (as), los jóvenes, deben ingresar, mantenerse y egresar de sus estudios en las mejores condiciones que esa tarea exige.

DOCENTE

*INSTITUTO DE ESTUDIOS NACIONALES DE LA UNIVERSIDAD DE PANAMÁ.

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