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- 30/11/2012 01:00
‘Los orígenes del orden político’...
P ocas veces las ciencias sociales han emprendido una revisión analítica de los sistemas políticos de Occidente y Oriente como el efectuado por el brillante politólogo norteamericano Francis Fukuyama. He podido leer la versión original del inglés de ‘The origins of Political Order’, gracias a la benevolencia de mi amigo y vecino Eudoro Jaén, que me recomendó efusivamente este voluminoso tratado de 585 páginas, editado por Farrar, Straus and Giroux de Nueva York.
Años atrás, en medio de tempestuosas polémicas, apareció en castellano ‘El fin de la historia y el último hombre’ de Fukuyama. No se han traducido aún otras importantes obras de este escritor.
Esta nueva obra de Fukuyama abarca desde los tiempos prehistóricos a la Revolución Francesa. Creo que, excepto estudios de carácter antropológico, los historiadores de las instituciones sociales no han investigado a fondo las raíces del orden social, en el pasado y en el presente, en naciones como Papua Nueva Guinea, Timor-Leste, Melanesia, Sierra Leona y las islas Salomón. Ni tampoco han estudiado con la profundidad de Fukuyama los procesos de gestación del orden social, vale decir, la progresiva construcción del Estado, en China, India, Turquía, Irán (Persia), siguiendo el precedente de obras como ‘Estudio de la Historia’ de Arnold Toynbee, ‘La decadencia de Occidente’ de Oswald Spengler.
Fukuyama menciona la influencia en su trabajo de una obra que no conocemos de su mentor Samuel Huntintong, que fuera su profesor en la Universidad de Harvard: ‘Political Order in Changing Societies’. Personalmente discrepo de las conclusiones de Huntintong en ‘El choque de civilizaciones’, basado en la división maniquea de un Occidente racional y científico y un Oriente islámico primitivo impulsado por el dogmatismo religioso. Así lo registré en mi libro ‘El Liberalismo’.
Contra la corriente de historiadores de las ideas políticas como Marx, Durkheim y Weber, Fukuyama sostiene que la nación pionera en la construcción del estado fue China. Mientras la teoría clásica muestra a Europa como modelo del desarrollo estatal, Fukuyama toma China como paradigma de la formación del estado, teniendo en cuenta que, desde épocas pretéritas, fue la primera civilización en desarrollar instituciones estatales basadas en el imperio de estructuras legales.
Conceptúa que la India puede ser comparada a la India en la perspectiva histórica del desarrollo de instituciones estatales, a partir del tribalismo, aunque la religión brahmánica paralizó los avances a favor del surgimiento de una nueva democracia que elevara la deprimente situación de los intocables.
No se crea que Fukuyama por su origen asiático recae en los errores incurridos en nombre de la superioridad cultural de Occidente. Sus planteamiento se basan en jerarquías de orden cronológico, sin desmerecer por supuesto los aportes griegos y romanos en la edificación del orden político.
Quizás el capítulo más apasionante es el relativo al rol de los mamelucos en la civilización islámica. Destaca que la institución del esclavismo militar — presente en la civilizaciones asirio-babilónica, griega y romana— ancló el poder musulmán en Egipto y Siria durante trescientos años, hasta 1517, cuando el sultanato mameluco imperante en Turquía fue arrollado por los otomanos, que después tomaron Constantinopla, liquidaron el imperio romano bizantino y sobre las ruinas sucesivas de musulmanes, bizantinos, cimentaron el imperio otomano.
Ahora nos horrorizamos de las versiones modernas de la esclavitud de seres humanos. Sin embargo, pocas civilizaciones podrían tirar la primera piedra en la materia. Al leer ‘La Política’ de Aristóteles nos sorprendemos de la naturalidad del filósofo al sostener que el esclavo es propiedad privada que puede legarse por testamento, adquirirse, venderse o permutarse por otras mercancías. Recordemos que Ginés de Sepúlveda, inspirado por Aristóteles, sostuvo que los indígenas americanos tenían condición de esclavos de los españoles, causando la indignación teológica de Fray Bartolomé de las Casas.
Fukuyama registra la esclavitud. No la justifica. Su análisis del orden político es holístico: comprende la totalidad de la Humanidad, desde las bandas, tribus, teocracias, estados laicos modernos. Es asombrosamente fascinante la lectura de ‘Los orígenes del orden político’. Ojalá no demore la aparición de la versión castellana de esta obra eminentemente pedagógica, desprovista del espíritu sectario que tanto perjudicó al género humano.
ABOGADO.