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- 11/06/2025 11:28
Pacto social como salida a la crisis: Un legado del movimiento estudiantil que cobra vigencia hoy

Este año se conmemoran 67 años del histórico Movimiento Estudiantil Panameño de 1958, un levantamiento que marcó un hito en la historia nacional. Liderado por la Federación de Estudiantes de Panamá (FEP), el movimiento surgió inicialmente como una protesta por las precarias condiciones de los centros educativos, pero pronto se transformó en una poderosa demanda popular por justicia social, equidad, reformas políticas, y por la soberanía nacional.
El 18 de mayo de 1958 fue un día trágico y definitorio: la represión gubernamental costó la vida del estudiante José Manuel Araúz, del Colegio Artes y Oficios, hecho que encendió la indignación ciudadana y desató una ola de protestas que se extendieron hasta el 22 de mayo. Las calles se llenaron de jóvenes, trabajadores y ciudadanos comunes dispuestos a luchar por sus derechos. El cerco a la Colina Universitaria se convirtió en el símbolo de la resistencia y la unidad entre estudiantes y pueblo.
Ante la magnitud del conflicto, el presidente de la República, Ernesto de la Guardia Navarro se vio obligado a entablar un diálogo urgente con representantes del movimiento estudiantil y otros sectores sociales, la Universidad de Panamá bajo la administración del Rector Dr. Jaime de la Guardia fue el punto de reunión. Este encuentro culminó en el Pacto de la Colina, un acuerdo histórico que no solo puso fin a la crisis inmediata, sino que sentó las bases para importantes avances sociales y reformas políticas en los años siguientes.
A más de seis décadas de aquellos hechos, Panamá enfrenta nuevamente una profunda crisis socioeconómica y política. La desigualdad, la corrupción y la exclusión siguen afectando a las mayorías, mientras se debilita la confianza en las instituciones. La pandemia evidenció las profundas grietas de un modelo económico concentrador que beneficia a unos pocos y deja atrás a muchos.
En este contexto, la memoria del Pacto de la Colina cobra hoy plena vigencia: es un recordatorio de que el diálogo franco, el compromiso colectivo y la voluntad política son posibles cuando se prioriza el bien común sobre intereses particulares.
Panamá necesita con urgencia un nuevo Pacto Social que impulse una redistribución justa de la riqueza, garantice derechos fundamentales y promueva un desarrollo sostenible e incluyente. Las nuevas generaciones, al igual que aquella juventud de 1958, tienen el deber y el derecho de exigirlo.