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En Panamá, basta con que alguien de afuera mencione el Canal para que nos hierva la sangre. Es automático: sentimos que hay que defender lo nuestro. Y es lógico. El Canal es orgullo nacional, una pieza clave de nuestra historia. Pero también es cierto que no estamos viviendo tiempos normales, y por eso, más que reaccionar con el corazón, hay que pensar con cabeza fría.
El presidente Mulino ha tomado una postura clara: manejar el tema con calma, sin show y sin buscar aplausos. Y aunque a muchos no les guste su forma de ser, lo cierto es que está actuando con los pies en la tierra. Él no está viendo esto como una pelea de orgullo, sino como un tema serio que afecta la estabilidad del país.
Sí, Mulino tiene un carácter fuerte. Eso no es secreto para nadie. Su forma de hablar es directa, sin mucha vuelta, y a veces eso no cae bien. Hay gente que lo ve como arrogante o que siente que no conecta con la población. Pero también es verdad que siempre ha sido así. No es alguien que finja ni que diga lo que otros quieren oír. Habla como piensa, y eso a veces incómoda. ¿Que podría mejorar la forma en que se comunica? Sí, en eso estoy totalmente de acuerdo. ¿Que sus disculpas no tuvo que leerlas, sino decirlas mirando a la cámara? Pues sí, pero por lo menos hubo un avance en reconocer que utilizó palabras que pudieron incomodar o afectar a algunos.
Una de las principales polémicas actuales gira en torno al memorando de entendimiento firmado entre Panamá y Estados Unidos, que ha sido malinterpretado por algunos sectores como una cesión de soberanía o una entrega de territorio. Sin embargo, el acuerdo no implica la instalación de bases militares ni la pérdida de control sobre el territorio nacional. Es, en esencia, un convenio de cooperación en áreas como seguridad y migración, similar a otros firmados en el pasado. Panamá continúa siendo soberano y toma sus propias decisiones.
Debemos reconocer que Panamá no es una potencia mundial, y eso no debe entenderse como debilidad, sino como una realidad que exige actuar con inteligencia. Romper lazos con aliados estratégicos por impulsos emocionales podría resultar muy costoso. Aislarse no es una opción viable.
El Canal de Panamá, aunque sea nuestro, es una herramienta de servicio global. Por ello, mantener relaciones estables con quienes lo utilizan es una necesidad, no una sumisión. El verdadero patriotismo se ejerce con cabeza fría y decisiones acertadas, no con discursos encendidos ni reacciones irreflexivas.
Otro gran tema de debate en el país es la minería. Después de la controversia generada por el contrato anterior, una parte importante de la población rechaza cualquier actividad minera, percibiéndola como una amenaza ambiental y una fuente de corrupción. Sin embargo, debemos ver el tema de la minería como una oportunidad para generar empleos e ingresos.
El gobierno no ha tomado una decisión definitiva sobre la reapertura de la mina, pero ha manifestado su intención de revisar opciones legales y responsables, con una visión transparente y justa. Si se llegara a considerar su reactivación, tendría que hacerse bajo condiciones estrictas, con vigilancia ciudadana, distribución equitativa de los beneficios y sin repetir errores del pasado.
Otro de los principales malentendidos que tenemos actualmente es que la Ley 462 de la CSS sugiere supuestamente que se privatiza la institución o sube la edad de jubilación, lo cual no es cierto. La normativa no modifica la edad de jubilación ni los beneficios actuales de los pensionados. En cambio, busca establecer una base técnica para iniciar un proceso de reforma estructural, especialmente en el programa de Invalidez, Vejez y Muerte (IVM), que se encuentra en riesgo de colapso financiero.
La ley propone una administración más técnica, menos politizada, mayor control del uso de los fondos y mecanismos de transparencia. No es una solución definitiva, pero representa el primer paso para evitar un colapso inminente.
Debemos evitar rumores infundados y discursos alarmistas. El tema de la seguridad social afecta a todos, sin importar ideologías, y debe enfrentarse con responsabilidad y sin manipulación política.
El gobierno ha decidido asumir temas difíciles que otros prefirieron postergar. En lugar de trasladar los problemas a futuras administraciones, ha optado por enfrentarlos directamente, consciente del alto costo de equivocarse. Esta postura, aunque no necesariamente popular, es sensata y valiente.
No se trata de elegir entre orgullo o pragmatismo, entre soberanía o cooperación, entre minería o ecología. Se trata de ver el panorama completo, actuar con visión de país y comprender que el futuro de Panamá depende de decisiones inteligentes, responsables y sostenidas en el tiempo.
Los panameños debemos pensar con serenidad, informarnos con profundidad y participar activamente en los grandes debates del país. Pero dialogando, porque, al final, Panamá es el hogar de todos, y el futuro que se construya será el legado para las próximas generaciones.