• 08/04/2009 02:00

Sobre seguridad pública

Hay quienes machacan a diario sobre el alarmante incremento de los delitos contra la vida. Ellos tienen toda la razón.

Hay quienes machacan a diario sobre el alarmante incremento de los delitos contra la vida. Ellos tienen toda la razón.

Claro que muchos otros actos violentos igualmente producen la muerte de la víctima. Grupos de malhechores en las inútiles luchas, se enfrascan, mientras la guadaña recoge almas inocentes. Ahora hieren o matan a cualquiera sin mediar consideración alguna.

Lo peor es que los autores simulan actividades legales para sorprender y delinquir.

Están muy de moda los asaltos con armas y lo primero que debemos saber es que todo esto lo hace con una previa información. De esta manera los forajidos cuentan con mayor facilidad para planear el acto delictivo. Es por ello que debemos ser cautos y extremadamente reservados.

La sociedad se revuelve en quejas y ataques públicos y termina por diagnosticar que la colectividad está enferma y que se necesita del concurso de todos para curarla.

Algunos han tratado de buscar la fórmula de frenar la ola de actos deleznables que se agudizan en delitos contra el patrimonio, que, por cierto, encierra un abanico de modalidades, pero siempre lo más grave es lo que provoca la muerte.

Los expertos tratan teóricamente de explicar el fenómeno y para justificar, comparan los comportamientos de otras sociedades, para concluir que nuestro problema es menos agudo, y creen resolverlo todo con esta menuda excusa.

Las autoridades culpan al decreciente presupuesto y esto es parcialmente cierto. Nadie puede enfrentar este progresivo problema sin la partida adecuada, pero por ningún lado se les ocurre aplicar la reingeniería para replantear soluciones con lo que se cuenta.

La Policía Nacional se escuda con la ley cocinada con el reverbero de los derechos humanos y las garantías individuales que favorecen a los malhechores y los eximen del escarmiento.

Se habla con horror de castigo en vez de rehabilitación. Vocingleran que mientras ellos detienen otras autoridades liberan.

Hay falencias en el reclutamiento para escoger la tropa por el nivel escolar rebajado peligrosamente. El entrenamiento dura muy poco y se reduce al manejo y conducción. Afectan los bajos salarios, el trabajo excesivamente peligroso y la potestad de la investidura del uniformado.

Este poder mal administrado puede producir graves consecuencias, un dolor de cabeza en cualquier parte del mundo.

Los políticos entran al ruedo para agudizar nuestras preocupaciones. Llegan los pronombres: mano suave, tiesa, dura, con las dos manos y dura con justicia. Se solazan al endurecer las penas, que no ha servido para frenar delitos ni siquiera en los lugares en los que se pena con la muerte o cadena perpetúa. Hablan de reforzar a la Policía Nacional, que se les debe aumentar el salario y el pie de fuerza. Aumentar el calibre las armas y dotarlos de más pertrechos y la cereza es una disciplina militar.

En el mundo entero existe el problema de la represión social y sus consecuencias. En este afán de contener a los malos, prevalecen los excesos, abusos e ilegalidades, que podrían mermar si se fiscaliza debidamente al cuerpo armado.

La supervisión es fundamental, si aplicamos al superior jerárquico la obediencia debida, sobre la responsabilidad por cumplir una orden. Esto es fundamental, pero es de lo que menos se habla. Si lo duda, averigüe.

-El autor es abogado y docente universitario.cherrera@cwpanama.net

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