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- 01/03/2022 00:00
Todos contra Putin: algo de historia
No me cabe la menor duda de que Vladimir Putin es un vil asesino. No hay justificación posible para su decisión de invadir Ucrania, un libre y noble pueblo, convertido hoy en una democracia que lucha por salir adelante. No en vano este dictador, que de tonto no tiene un ápice, perteneció por muchos años a la temible KGB soviética que, en su momento, tanto sufrimiento causó a los disidentes de los países comunistas, a las libertades públicas.
No me extrañaría en lo más mínimo que este déspota soñara con volver a estructurar la vieja Unión Soviética tratando de anexarse poco a poco y uno por uno (o varios a la vez), a varios de los países del área que hace apenas 31 años integraban aquella déspota Unión Soviética (1922-1991); aquel tristemente célebre contubernio de países responsables por la muerte de al menos 40 millones de personas en campos de concentración promovidos por Joseph Stalin (1879-1953), uno de los más crueles dictadores de la Historia -a la par de Adolfo Hitler en la Alemania nazi en el espectro ideológico contrario.
Numerosos de los crímenes de lesa humanidad fueron denunciadas valientemente en su momento por el escritor ruso disidente y Premio Nobel de Literatura 1970 Alexander Solzhenitsyn en su célebre obra de no-ficción “Archipiélago Gulag” (monumental investigación literaria en tres volúmenes escritos entre 1958 y 1968, que se publicó por primera vez en 1973 y se tradujo al inglés y al francés al año siguiente). Sus novelas: “Un día en la vida de Iván Dinosovich”, primera en darse a conocer en Rusia en 1962; y luego vinieron: “La sala del cáncer”, “El primer círculo” y “La rueda roja” tuvieron gran éxito internacional, pero en su país causó que le hicieron la vida imposible al valiente autor que se vio obligado a salir al exilio (como pasa todavía hoy con escritores, periodistas y artistas disidentes en China, Cuba, Venezuela y Nicaragua). Negar esta lamentable realidad por defender una ideología obsoleta es una lamentable imbecilidad de parte de quienes se dicen intelectuales.
Cabe anotar que Stalin gobernó la URSS de 1924 hasta su muerte en 1953, dando por terminada una época funesta en la que el autogestado culto a la personalidad era una hecho cotidiano, actitud que en algo se parece a la que hoy despliega Putin en la Rusia post-soviética. Es justo recordar que Nikita Khrushchev (1894-1971), sucesor de Stalin, habría de denunciar en un célebre discurso ante el congreso en su país los excesos criminales del dictador, al igual que lo hizo en sus obras Solzhenitsyn. Pero quien habría de abrir del todo el camino hacia la democracia en ese inmenso país fue Mihail Gorbachov (1931), hoy de 90 años de edad, a quien Putin debe odiar con toda el alma. Gracias a él se llevó a la llamada Guerra Fría a un final Pacífico y fue posible un acercamiento armonioso entre países que siempre fueron ideológicamente contrarios, y por ello mereció en 1990 el Premio Nobel de la Paz.
Al aludir a la extinta Unión Soviética me refiero, por supuesto, a Moldavia, Estonia, Lituania, Georgia, Letonia, Uzbekistán, Azerbaiyán, Armenia, Kazajistán, Kirguistán, Tayikistán, Bielorrusia, Turkmenistán, y Ucrania; también es necesario recordar la complicidad del llamado Bloque del Este, integrado a la fuerza por Polonia, Bulgaria, Alemania Oriental y la antigua Checoslovaquia a manera de “aliados” que pasando el tiempo habrían de rebelarse contras sus respectivas tiranías. En cambio Rumanía, bajo el liderazgo del mariscal Joseph Bros Tito mantuvo un modelo de socialismo autogestionario que puso límites a la influencia de la Unión Soviética. Como “observadores” permanecieron China, Vietnam del Norte y Corea del Norte, de similar ideología totalitaria y falta de libertades cívicas a todos los niveles.
El 25 de diciembre de 1991 se anunció formalmente, la disolución de la Unión Soviética, entidad que geográficamente llegó a tener más de 22 millones de kilómetros cuadrados y más de 290 millones de habitantes, la cual tuvo como primer líder al célebre ideólogo marxista Vladimir Lenin (1870-1924).
Putin ya se convirtió en el hombre con más tiempo en el poder en Rusia, después de seis décadas de la muerte de Stalin. Su modo amañado y tramposo de ser elegido una y otra vez deja mucho que desear, igual que ocurre con el dictador Daniel Ortega, uno de sus protegidos en América Latina, en esa heroica Nicaragua vuelta a expoliar.
La reciente agresión de Putin contra una Ucrania hoy democrática indica claramente que su dolor de estómago por la obligada disolución de la Unión Soviética aun le arruina la digestión y le quita el sueño al tirano. La invasión es total, y ya se ataca directamente Kiev, la capital. Ya hay numerosos muertos y heridos sin justificación alguna.
Esperemos que las sanciones de Occidente se incrementen y logren sacar al déspota de su delirio haciéndolo dar marcha atrás, sin que sea necesario entrar en una guerra mortífera entre los países de la OTAN y la Rusia agresora, que podría ser el principio del final del mundo tal como hoy lo conocemos.