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- 13/07/2020 00:00
¿Dónde quedó el Dubái de las Américas?
Yo siempre he considerado que los panameños vivimos inmersos en un estado colectivo de indefensión adquirida. Pareciera que el círculo del poder nos ha “enseñado” metódica y gradualmente, de generación en generación, a no defendernos del abuso, a negarlo, evadirnos, a cualquier cosa, menos afrontarlo o resolverlo. Tanto así que ya ni siquiera reaccionamos a los escándalos de corrupción. Los poderes económico, político y mediático han secuestrado la capacidad de reacción del panameño en general. Las personas no se asombran, no se disgustan ni mucho menos se unen para protestar contra el abuso y el total desparpajo de las autoridades. Casi todas las semanas le restriegan al pueblo un nuevo escándalo de corrupción; y encima de todo, ahora lo culpan hasta de la COVID-19. Y en este país nadie reacciona a lo que se nos viene encima. Gobernantes y gobernados parecen no poder -o no querer- entender lo que va a pasar si seguimos con esa disociación masiva. Hay una situación mundial en pleno desarrollo que no da tiempo para politiquería ni evasión social masiva o circo que la alimente. Tenemos que parar el desorden y plantarnos firmes.
Desde hace dos días hacia acá, me han estado llegando noticias del extranjero con relación a la aceleración de los contagios en Panamá. Sí, del extranjero están llegando voces de alarma, de alerta, diciéndonos que la pandemia se nos aceleró. Pero lo más macabro de todo es que no reaccionamos. Parecemos estar más preocupado de bochinches politiqueros, extradiciones, secuestros de bienes a exfuncionarios, citaciones a expresidentes, abrir bloques y “la nueva normalidad”. ¡Qué lavado cerebral tan grande le han hecho al panameño, para que no reaccione ante los acontecimientos ni siquiera para preocuparse de su propia vida! Y lo han hecho tan bien, que los pocos que reaccionan tienden casi de inmediato a culpar al mismo panameño; entiéndase, el clásico “pueblo contra pueblo”. Sí, hay mucha gente saliendo de sus casas sin mascarillas, violando el confinamiento, haciendo fiestas; muchas personas son así, no solo los panameños (ya se ha visto en otros países). Estas personas necesitan, tristemente, de una autoridad que funcione para que las recoja y castigue, como si fueran niños o adolescentes inconscientes. Por otro lado, también hay gente saliendo de su casa porque no tiene qué comer, porque la botaron del trabajo y no le llega la ayuda estatal. Para eso también necesitamos autoridades que funcionen.
Hace poco escuché a una de estas autoridades decir que cien dólares deben alcanzar para un mes de vida familiar. Es cierto que al estar en casa los gastos se reducen, pero… ¿acaso debemos agradecer que ahora es cien y antes eran ochenta? ¿A qué juegan las autoridades? ¿Dónde quedó, o mejor dicho quién se quedó con el canal ampliado, el Hub de las Américas, la marca país, los grados de inversión, la poderosa banca? ¿Dónde quedó el Dubái de las Américas, para que una familia tenga que comer por un mes con solo cien dólares? Da pena cómo El Salvador parece estar resurgiendo en media pandemia, con un Gobierno que apoya a su gente, a su pueblo; mientras Panamá se recicla en la misma corrupción, en los mismos cuentos de niños. Como siempre, utilizando a la gente de barricada para proteger a los poderosos. ¿Por qué muchas personas aceptan que las traten así?... no lo sé, pero ya urge que abramos los ojos.