• 19/07/2010 02:00

¿Racismos antiindígenas o ignorancia histórica?

A raíz de las sublevaciones lamentables ocurridas en Bocas del Toro recientemente, se ha emitido una serie de aseveraciones de gente que...

A raíz de las sublevaciones lamentables ocurridas en Bocas del Toro recientemente, se ha emitido una serie de aseveraciones de gente que, saliendo en defensa de las acciones gubernamentales, pretenden descalificar a los principales actores de esas protestas: las poblaciones naso—teribes y Ngäbe—Buglé. He escudriñado en tales interpretaciones esgrimidas por esas personas, argumentos científicos o al menos críticos, que sustentasen sus apreciaciones y la verdad es que solo me llevó a la conclusión de que se trata de gente que revelan o un racismo antiindígena o una crasa ignorancia de orden histórico.

Decir, por ejemplo, que los indígenas fueron meros instrumentos manipulados por la dirigencia sindical para que realizaran actos de protestas, indica que quienes lo afirman parten de la idea de que nuestros grupos originarios en Bocas del Toro no tienen razones propias por las cuales protestar; además, que son unos rotundos ignorantes que resultan ser fácilmente manipulables por sus dirigentes.

Históricamente, nuestros indígenas del occidente del país han sido los grupos menos manipulables por líderes de cualquier denominación. Otra cosa ha sido que en su carácter de excluidos sociales y culturales, no les ha tocado más que someterse a los juegos de los poderosos locales y extranjeros, como fórmula para sobrevivir.

Nuestros aborígenes se han comportado con más sabiduría popular que el conjunto de los no indígenas de este país. Aún cuando muchos son todavía iletrados —según una lengua no tan nuestra como el español— y de pocos estudios —que para muchos no indígenas solo sirve para delinquir con más ‘técnica y profesionalismo’— han escrito múltiples capítulos en nuestra historia que niegan ese estereotipo negativo.

He sido testigo varias veces de cómo se han frustrado candidatos de unos y otros bandos a puestos de elección popular, que creyeron haberlos sometido a la manipulación de sus campañas clientelistas, obteniendo resultados adversos de los y las votantes indígenas. Tal conducta política (de ‘animales ingratos’ le escuché decir a uno de esos políticos) en realidad da cuenta de que dichos(as) votantes actuaron con criterio colectivo propio. Esta misma población actuó en las últimas elecciones nacionales con un criterio colectivo mucho más sabio que el del común de los mestizos del país: manifestaron por adelantado que serían objeto de desalojos de sus propias propiedades territoriales por quienes precisamente han venido impulsando la clase de proyectos que deterioran poblaciones y sus medios biofísicos. ¡Y vaya que no se equivocaron!

Estos pueblos se han pronunciado en los últimos años a través de comunicados públicos, vigilias y hasta caminatas desde tierras comarcales a propósito de estas medidas del ‘capitalismo salvaje’ en su contra, sin mayor respaldo de quienes hoy le piden ‘cordura’. Decía el Papa Paulo VI que la paz es fruto de la justicia, entonces, ¿qué cabía esperar si una y otra vez el resto de la sociedad y las autoridades de los últimos dos gobiernos han relegado sus reclamos por justicia social? Seguramente, los brotes violentos que se observaron en Bocas del Toro tuvieron su principal ingrediente en esa acumulación de la historia reciente; recordemos que se trata de una etnia que ha demostrado más sentido de identidad como nación que buena parte de los que nos decimos panameños.

Contrástese ese sentido de identidad de grupo étnico con la de nuestras autoridades, que con la excusa de ‘oportunidades de negocios en Panamá’ (de lo que no me muestro en desacuerdo) se han enrolado en la iniciativa de ‘darle un reconocimiento merecido al descubridor’ del Océano Pacífico. Que los españoles y europeos que eran unos perfectos ignorantes de la existencia de este océano lo celebren, es entendible. Pero quien no lo sea, también muestre similar entusiasmo, como se supone lo hace el embajador de Panamá en España, revela no tener sentido de nación, de panameñidad o revela ignorancia histórica.

Sin duda, todavía hay tanta discriminación antiindígena como ignorancia histórica, en una parte —decreciente, espero— de nuestros coterráneos(as).

*SOCIÓLOGO Y DOCENTE UNIVERSITARIO.

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