• 25/12/2020 00:00

La realidad misma es la pesadilla

“El sistema sanitario en hospitales públicos y privados está colapsado: los médicos, enfermeras y demás personal de salud están agotados y rebasados, y para colmo de males, no se les paga a tiempo. Para esto último no hay excusa burocrática que valga”

La situación mundial de la pandemia ha llegado a un tope extraordinariamente alarmante, que no ha sido posible controlar. Los rebrotes surgen como hongos cuanto menos se cuidan personas irresponsables. Saben lo que hay que hacer y no hacer como único modo de defensa contra esta maldición de dimensiones bíblicas que le ha caído a la humanidad, y por irresponsabilidad, desconfianza o simple rebeldía contra la autoridad continúan juntándose con otras personas, frecuentando sitios públicos sin necesidad, no usando mascarillas, no cuidando su higiene personal porque, “¡Ay, qué pereza, ya estoy harto de tantas imposiciones absurdas!”, y a la postre, poniendo en riesgo a familiares y amigos, además de a sí mismos.

Esta situación planetaria parece ser un inexpugnable círculo vicioso en el sentido más literal de la expresión. Lamentablemente, Panamá no es una excepción. Aquí y en el mundo, cada día se descubren más personas contaminadas y muere más gente. Y ha llegado a un punto tan crítico la situación, que en la práctica los Gobiernos no saben ya qué hacer: El sistema sanitario en hospitales públicos y privados está colapsado: los médicos, enfermeras y demás personal de salud están agotados y rebasados, y para colmo de males, no se les paga a tiempo. Para esto último no hay excusa burocrática que valga. Es casi un crimen de lesa humanidad ese trato irresponsable que no es la primera vez que ocurre este año. No hay justificación que valga.

La promesa del presidente en los primeros meses del año de que los funcionarios de cierta jerarquía, empezando por él mismo, se bajarían los sueldos, ha quedado en pura paja; la burocracia, las leyes estúpidas que a menudo rigen lo que se puede o no hacer en determinadas circunstancias, aunque se trate de emergencias terribles como esta, son excusas inocuas para que no se pueda realizar lo prometido y dedicar inteligentemente, de forma impecablemente coordinada, ese dinero ahorrado en cubrir las necesidades elementales que se han estado dando: pagos a tiempo al personal médico, más ayuda a los desempleados y traer personal médico extranjero que ayude a los nacionales, entre otras.

Por otra parte, para comprar carros para entidades dependientes de la Presidencia sí parece haber dinero de sobra. Y la Asamblea Nacional, que es un antro permanente de clientelismo y amañadas ilegalidades descaradas, sí consigue que el presidente les apruebe cínicas propuestas innecesarias, como la de la creación de nuevos distritos en Bocas del Toro, pudiendo simplemente rechazarlo por inconveniente y ahorrarse semejante gasto inútil. Los ciudadanos no entendemos esas presiones a rajatabla a las que obviamente lo somete un ala de su partido en la Asamblea. Y si nos ponemos a contabilizar, hay decenas de otras variantes de desfachatez en los intríngulis del Gobierno sucediendo al mismo tiempo que la gente padece hambre a causa del desempleo, y se va muriendo por la COVID-19 sin remedio. En otros países, por menos, la gente estaría en las calles a diario protestando.

La vacuna, que ya empezó a aplicarse en algunos países, como en los Estados Unidos, aquí todavía va a demorar algunos meses en llegar, según parece. Y algunas personas -las menos-, desconfiadas por razones de posibles efectos secundarios o aupando teorías de conspiración, no están dispuestas a vacunarse cuando llegue el momento. Pero mientras tanto, el Gobierno retoma confinamientos de diverso tipo, muchos de ellos contradictorios, tratando de quedar bien con Dios y con el diablo, y las cifras de contaminación y muertes diarias son cada día que pasa más preocupantes, como lo son las peores pesadillas, cuando no se van, por más que uno crea despertar a la realidad. Porque resulta que la realidad misma es la pesadilla.

Termino comentando que el comportamiento fascistoide, represor, inhumano, gratuitamente violento de la policía contra una manifestación pacífica reciente de jóvenes que protestaban por reclamos económicos perfectamente viables, es una vuelta atrás a los tiempos de los gorilas militares, pues golpean a mansalva a la gente, maltratan, insultan y conculcan una centenaria libertad pública. Y por supuesto, no es la primera vez: en todos los Gobiernos se comportan igual, suscitando no el disgusto, sino el repudio de quienes detestamos la violencia, tanto de derecha como de izquierda. No estamos, a Dios gracias, ni en Cuba ni en Venezuela. Sin necesidad de tales totalitarismos de la actualidad latinoamericana, se trata de un caso más en que la fuerza pública se comporta como una indisciplinada recua de maleantes malencarados, y sus superiores miran para otra parte. ¿Y qué ha dicho al respecto el presidente? Que se sepa, absolutamente nada. Ya basta.

Cuentista, poeta, ensayista y promotor cultural.
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