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- 25/04/2022 00:00
Reflexiones nada ortodoxas en Viernes Santo
No cabe duda de que cuando uno lee o escucha las noticias diarias nos inquieta y preocupa mucho más todo lo malo que sigue ocurriendo en nuestro planeta que lo que nos complacen las pocas informaciones que aluden a logros positivos de la humanidad. Lamentablemente, la proporción favorable a lo negativo se impone en cantidad, densidad y consecuencias.
Redacto estas reflexiones hoy, Viernes Santo de 2022 según la tradición cristiana, y se me ocurre pensar que en más de un sentido la admirable venida de Jesús de Nazareth al mundo a predicar una nueva doctrina que buscaba redimirnos del “pecado” y luego su terrible muerte en la cruz decretada por quienes demostraron su radical intolerancia, en buena medida lleva siglos fracasando rotundamente. Si resucitó o no de entre los muertos ya es harina de otro costal. Cuestión de fe. Lo cierto es que si no hubiera ocurrido ese hecho sobrenatural, no tendría sentido alguno la fe cristiana que pronto se expandió por el mundo, ni el sacrificio de los mártires que en el proceso murieron defendiendo su fe (varios de sus apóstoles entre ellos).
Además de la ambición, la crueldad y la explotación permanente que se sigue dando hoy, como desde los tiempos más remotos, entre los seres humanos en desmedro de los más pobres y necesitados así como mediante ejemplos de crasa inhumanidad como las dos Guerras Mundiales, la “Santa” Inquisición, el Holocausto, y las actuales inadmisibles matanzas que ocurren a diario en Ucrania en un afán expansionista ruso que busca asentar la supremacía del poder de un auténtico criminal de guerra como lo es Vladimir Putin (como lo fue Stalin contra su propio pueblo), son apenas algunos muy evidentes ejemplos del retroceso moral de la humanidad.
Para no hablar en detalle de los miles de escandalosos abusos a menores cometidos en todo el mundo por pervertidos sacerdotes católicos, con la complicidad del silencio y el ocultamiento de las autoridades eclesiásticas, así como del mismísimo Vaticano hasta hace muy poco tiempo. Tal pareciera que la absurda exigencia católico del celibato -lo cual por supuesto es una actitud “contra-natura”-, además de las aberraciones mismas de los pedófilos, han avergonzado tanto al catolicismo que sus dirigentes han preferido ocultar por años esta tara. ¿Será que el género humano, infiltrado por tantas proclividades malsanas, no tiene redención posible?
Desde este punto de vista podría concluirse que, en la práctica, Jesús fracasó rotundamente en su misión, porque estamos peor que antes pese a los extraordinarios avances de la ciencia y la tecnología; pese al hecho innegable de que hay millones de personas buenas en el mundo cuyo único “pecado” suele ser el silencio; el temor a las consecuencias si se animaran a denunciar las atrocidades y a involucrarse en exigencias individuales y colectivas de justicia para los afectados y de castigo para los culpables.
Y entonces me parece lícito poder preguntarse uno lo siguiente: si realmente Jesús era Dios (lo del padre y el hijo es obviamente pura retórica), ¿acaso no sabía que la humanidad no sería redimida por la nobleza de su sacrificio en la cruz porque su naturaleza es tal que el instinto, la crueldad latente, la ambición del poder y de la riqueza son consubstanciales con su paso por el mundo? ¿Y qué decir entonces del axioma bíblico de que “fuimos creados por Dios a su imagen y semejanza”, lo cual de por sí niega absurdamente el fundamental hecho demostrado de la progresiva evolución de la raza humana sustentada por Darwin y miles de científicos después?
Por supuesto, no tengo respuestas a estas y otras interrogantes pertinentes a las creencias religiosas. Si bien no soy ateo, sí defiendo mi derecho a tener serias dudas existenciales, como debería ocurrir con cualquier ser humano medianamente educado.
Ojalá que estas reflexiones motiven otras en similar sentido o bien completamente opuestas de colegas articulistas en futuras publicaciones en este u otros periódicos locales, y no una andanada de insultos y descalificaciones de gente recalcitrante que simplemente se niega a pensar. El debate respetuoso siempre es sano, conveniente; y es algo de lo cual solemos carecer en nuestro país; en este pequeño país tan querido del sancocho y la zancadilla.