Una deuda que supera los $70 millones reclaman a las autoridades del Ministerio de Desarrollo Agropecuario (MIDA), los productores de arroz de la región...

- 03/05/2025 00:00
En el marco del sinnúmero de problemas por los que atraviesa el país, se debe ser muy cuidadoso y ecuánime al emitir criterios y evaluaciones coyunturales sobre diferentes temas complejos y sensitivos. Es cierto que, si bien el ser político militante en un partido o profesar x o y ideología lleva a entender e interpretar desde perspectivas conflictivas las situaciones y hechos, no por eso se debe “hablar sin pensar”.
Una de las conductas que refleja el perfil del señor presidente y sus declaraciones públicas es el menosprecio, el odio, la frustración y algo de miedo que trata de esconder con sus bravuconadas. De hecho, en ocasiones, refleja las mismas ignorancias históricas del señor Donald Trump, toda consecuencia directa de ese afán por proyectar dureza, carácter y aplomo en su ejercicio presidencial.
Sin embargo, no es la vía correcta, pues imponer posturas, rechazar diálogos y asumir actitudes dictatoriales no llevará a ningún lugar que no sea debacle y colapso de su gestión administrativa a cargo del Estado. Así también, el haber sido miembro de partido político, unirse a la Cruzada Civilista, haber sido canciller y ministro de Seguridad lo debe llevar a entender que dirigir un país requiere de mucha comunicación, de saber identificar problemas, carencias, necesidades y ser empático con el pueblo. Ser una isla política no lleva a nada.
Asimismo, en el contexto del paro indefinido decretado por diversos sectores gremiales, sindicales y médicos, se debe ser dialéctico, alejarse de prejuicios y aceptar que los pueblos suelen sublevarse, suelen expresar descontentos en la calle y uno como presidente debe buscar vías conciliadoras y no ser frontal, obcecado y echar más leña al fuego cada vez que se abre la boca.
Por otro lado, entendemos que, al ser parte del elenco gubernamental, en calidad de ministros, se deben seguir líneas y encuadrar con el proyecto del Ejecutivo. No obstante, perder la objetividad y evidenciar condición de adlátere o seguimiento ciego e incondicional no es la idea. Es el caso de la señora ministra de Educación, Lucy Molinar, quien más que amenazar con descuentos y expresiones desubicadas al gremio docente, debe tratar de encontrar el epicentro del problema y tratar de orientar y guiar. Parece que desconoce que el problema a todas luces es el señor presidente y sus erráticas declaraciones y embestidas hacia el sector popular.
La ministra de Educación tiene un afán cercenador del espíritu rebelde de la juventud, esa fuerza que lleva a un joven a explorar, a actuar, a ser crítico y presentar propuestas frente a problemas sociopolíticos, económicos y culturales; este hecho lo vemos desde su primera gestión en la presidencia de Ricardo Martinelli cuando elimina del pénsum académico la asignatura de “Relaciones de Panamá con Estados Unidos” y de manera intrínseca propina golpe mortal a cualquier vestigio del movimiento estudiantil colegial y propicia en su defecto “clubes colegiales recreativos vacíos y carentes de sustento filosófico” haciendo de nuestra juventud una pléyade de jóvenes supeditados a las modas y acciones más aberrantes. Quizás en su afán por ser obediente a las querencias del señor presidente y llevar una suerte de bisagra en la nuca, no se detiene a ver que, si se quiere alcanzar criticidad y presencia juvenil en todo el quehacer social, debemos permitirles a nuestros adolescentes que se inmiscuyan en todo lo que acontece en el país: eso es educación.
Debe resultar cómodo, desde una burbuja helada, plantear estrategias educativas alejadas de la realidad, sin entender que una infraestructura moderna, un salón con iluminación, aire acondicionado, merienda para los estudiantes, sanitarios limpios, personal necesario, instrumentos tecnológicos, formación constante del educador y una inversión constante, es lo que hace que en un centro escolar se propicie educación de calidad. Pensar que el educador debe estar de espalda a su contexto, sin pronunciarse frente a injusticias y tomar decisiones enérgicas, es un desacierto y es una visión un tanto retrógrada del papel de un educador en una escuela o colegio.
Esperemos que se entienda que nadie cierra calles por ociosidad, nadie protesta por vagancia y que todos somos panameños preocupados por el rumbo que tome el país. Es cierto, debe preponderar la sensatez, la ecuanimidad, pero siempre será de lado y lado. Esperemos que el señor presidente y sus ministros entiendan que al ganar unas elecciones no se compra un país, y menos la conciencia y dignidad popular.