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- 23/09/2015 02:00
Aniversario de un silencio ruidoso
Neruda desayunaba en su casa de Isla Negra, junto al mar en la mañana del 11 de septiembre cuando recibió la noticia de un golpe de Estado que los militares desarrollaban en Santiago. El presidente Allende no superó con vida la jornada golpista y el país se envolvió en la crisis política. El poeta también se vio afectado por los hechos cruentos y su salud se deterioró en los días siguientes. Lo llevaron a la capital del país y allí murió hace hoy 42 años.
Este hombre de letras regresó a descansar de manera permanente a un costado de la residencia donde guardaba sus mascarones de proa, su cristalería. Allí se había gestado gran parte de sus obras y configuró un pensamiento más profundo y más universal. /Abandonado como los muelles en el alba./ Es la hora de partir, ¡oh abandonado!/
Sus textos no llegaron a ser solo un ejercicio metafórico bien elaborado y concebido. Pudo a través de ellos, retratar con intensidad un siglo caracterizado por la deshumanización donde los conflictos despellejaron a tantos —a millones— y pudieron instalarse como instrumentos de una desigual concepción de la realidad. /Fui solo como un túnel. De mí huían los pájaros,/ y en mí la noche entraba su invasión poderosa./
‘Los poetas odiamos el odio y hacemos guerra a las guerras', habría dicho en alguna oportunidad, quien nació en Parral, Chile, en 1904, con el nombre de Neftalí Ricardo Reyes Basoalto. Quizá por el temor a la opinión de su padre, obrero del ferrocarril y que conociera cuál era su afición literaria, cambió en la adolescencia hacia aquel que lo hiciera famoso, Pablo Neruda, y que ya antes de los veinte años le hacía publicar Crepusculario.
Los versos amorosos que, influidos por un modernismo en el ocaso, iniciaron su carrera, derivaron hacia un permanente ascenso en su estética, en su dimensión y sus referentes. Surca el surrealismo y con Residencia en la tierra, explora la relación del hombre con su entorno insólito. La guerra civil española mata a algunos de sus colegas, entre ellos a Federico García Lorca y le deja un profundo sentido solidario que orienta su tarea posterior.
Su sensibilidad fue fortalecida desde muy joven con la responsabilidad diplomática en el Asia y luego en Europa. Se refugió a la orilla del océano en Isla Negra para mirar el horizonte. ‘... era a media tarde, llegamos a caballo por aquellas soledades...' y se admiró por el pedregoso escenario entre el mar y las montañas. Allí, se dice que redactó Canto general.
Vivió escondido, fue militante político, cruzó el océano como polizón y se hizo parlamentario para proponer cambios en la sociedad chilena. A pesar de la trayectoria irregular, no perdió su capacidad creativa y al inicio de la década de los años cincuenta publica Los versos del capitán, que puntualiza una visión sobre diferentes escenarios; el amor, el deseo, furias, las vidas, odas, germinaciones y epitalamios.
Sus navegaciones y letras continúan en la última parte de su vida; obtuvo los premios Lenin y el Nobel, que consagran el pensamiento y su dedicación a la escritura y a los valores que encarnan el rejuego lírico a su haber. Su gestión diplomática le brindó un escenario para proyectar el país, mirarlo desde la otra orilla y darle un nuevo enfoque, en contexto con la realidad propuesta por las fuerzas políticas que contribuyó a forjar.
Este compromiso fue sostenido hasta el final; nunca silenciado por el artero golpe militar. Nos dejó aquella frase, digna en la lápida de un poeta; ‘Compañeros, enterradme en Isla Negra, / frente al mar que conozco, a cada área rugosa de piedras/ y de olas que mis ojos perdidos/ no volverán a ver...'.
PERIODISTA Y DOCENTE UNIVERSITARIO.
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‘El presidente Allende no superó con vida la jornada golpista y el país se envolvió en la crisis política. El poeta también se vio afectado por los hechos...'