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- 15/12/2012 01:00
Latinoamérica no supera ideología feudal
Al ver las telenovelas del Cartel de Medellín, pude hacer algunas sencillas cavilaciones que explican la realidad actual, producto del enorme atraso histórico, que nuestras anteriores generaciones forjaron desde la época medieval, traída por los españoles a nuestras tierras, centrada en las más reaccionarias leyes del modelo feudal, que enraizadas en nuestros criollos, una vez realizada la independencia, acerbo el poder en la tierra, en las castas oligárquicas latifundistas y terratenientes, siempre expoliando al campesinado y arrasando cualquier principio de industrialización o mercantilista que ya exigía la historia y el propio devenir de la Humanidad.
Para el caso de Colombia, las castas oligárquicas siempre dominaron el poder político del país, no es fortuito que los López, Pastrana, Gómez, Galán, Turbay —liberales o conservadores—, todos con el inmenso poder en las tierras, lograron forjar un país lleno de vasallos, apegados al café y las esmeraldas, que cuando por primera vez es tocado por los sueños del narcotráfico, que inclusive logra entrar en sus terrenos políticos, es menospreciado y avasallado por esta casta de oligarcas terratenientes, que con ayuda norteamericana, refuerzan su entorno dominante y excluyen cualquier intento de penetrar en este cerrado circulo de poder, retomando el control total en su territorio.
Los latinoamericanos, arrastrando la arcaica cultura feudal de España, no logramos entrar en la fase precapitalista, tal como sí lo hizo EE.UU. y, por el contrario, reforzamos los lazos de poder del latifundista y lo vigorizamos con el correr de la historia.
Por tal motivo, observamos que el cobre chileno, el petróleo de Venezuela y México, el ganado de Argentina, la coca de Bolivia y Paraguay, la siderurgia peruana, el sector agropecuario de Centroamérica y el Canal de Panamá, refuerzan la hipótesis de que nosotros, los latinoamericanos, no hemos logrado pasar del sector primario al sector industrial o manufacturero; nivel económico que impone los conceptos capitalistas, donde la relación proletario-capitalista marca el derrotero social del asfixiante y salvaje modelo económico.
Esta concepción medieval, reforzada por el cristianismo y avalada por el capital de los criollos, jamás acabó con el poder heredado de los españoles. Por el contrario, lo depuraron y lo cimentaron en el concepto republicano, que hasta hoy se mantiene en el poder político-económico de todos los gobiernos latinoamericanos.
Para el caso panameño, aún el sector latifundista mantiene el poder político y económico del país, de allí la fortaleza del poder político arraigado en el interior del país, atrayendo la modernidad hacia el sector agropecuario, como lo hacen con el ganado, las verduras y legumbres, el café, las frutas, esencialmente la piña, la caña y todos sus derivados, el pescado, especialmente con los camarones y las lentejas y porotos criollos.
Aún teniendo preponderancia el sector servicios, en nuestra particular economía, el poder político aún está incrustado en el sector agropecuario, de allí los apellidos Arias, Torrijos, Robles, Valladares, Moscoso, Chiari, etc., son de arraigo agropecuario e interiorano.
Quizás esto explique nuestro inmenso atraso político y la incomprensión popular de la realidad política que hoy muestra el sistema político nacional; y lo peor de todo es que esta cruenta realidad no deja modernizar la educación, ni los niveles sociales de la población nacional. Por el contrario, los efectos del narcotráfico penetran en estos sectores populares, diezmados y avasallados por el ignominioso poder latifundista, que ven en el negocio de las drogas el camino más fácil de tener capital y poder tener una vida más cónsona con las vicisitudes actuales. Sueño que, como le pasó a Pablo Escobar, el solo intento de asumir el poder político, le costó la vida y el derrumbamiento del cartel de Medellín.
ECONOMISTA.