• 14/04/2024 23:00

Tomar conciencia de la realidad; hay que actuar ya

Tenemos que evitar cuanto antes, esta atmósfera de crueldades que violan los derechos humanos y nos deshumanizan por completo

Todo exige entrega y generosidad, tanto para remover corazones de piedra como para poner orden en nuestro itinerario viviente. Las circunstancias del momento, con el aluvión de conflictos, injusticias e inseguridades, igualmente nos llaman a suscitar una cultura de paz, utilizando el abecedario del amor y el pulso de la cognición. Tenemos que evitar cuanto antes, esta atmósfera de crueldades que violan los derechos humanos y nos deshumanizan por completo. Sin duda, en cualquier rincón planetario: ¡Hay que actuar ya! En unos lugares para prestar ayuda humanitaria y en otros para poner los cimientos de la quietud en un orbe convulso. No permitamos que gobiernen los huracanes del odio y la venganza, que soplen cada vez más fuerte, obviando ese cultivo armónico que requerimos en una tierra que ha de ser de encuentro, coexistencia y diversidad. Es cierto que los tiempos son especialmente propicios para la proclamación de otros estilos de vida; y, en este sentido, denunciamos enérgicamente el comercio de personas como también rechazamos completamente la imposición de fronteras e ideologías mediante el terror.

Desde luego, la manifestación de la caída y la conciencia de la propia miseria no confluyen en el espanto o en la pesadilla de la reflexión, sino en la esperanza de la purga, de la liberación y de los renovados tiempos. En efecto, cada instante tiene su punto de regeneración y aliento para seguir adelante, que es en realidad lo que nos hace seres humanos en permanente acción y reacción, pues hemos de poner fin a las guerras. No tiene sentido buscar la confrontación, hay que movilizarse hacia otros horizontes más solidarios, de modo que cada pueblo entienda y atienda sus propias problemáticas y busque estrategias pacificadoras para afrontarlas globalmente. Claro está, cada cual debe trazar su respetuoso rastro por aquí abajo, con el rostro de una mirada tranquilizadora, que sirva de confluencia y de conexión entre análogos. Si queremos un mundo más fraterno, como tantas veces vociferamos, debemos educar a las nuevas generaciones más allá de la cercanía física, condenando cualquier forma de fanatismo y defendiendo el derecho de cada uno a elegir y a proceder según su conforme discernimiento.

Desconocer o menospreciar el sentido natural de las cosas ha originado actos de barbarie vejatorios, lo que nos demanda a interrogarnos más para poder sentirnos mejor, poniéndonos siempre al servicio de la verdad desde la bondad. Entrar en diálogo consigo mismo y con los demás, indudablemente nos fomenta la previsión de lo que ocurre a nivel global, abriéndonos los horizontes de la mente, y eso también nos sirve para tomar decisiones en base al futuro, que debe tender a fraternizarnos. Todo lo contrario, a lo que está sucediendo con el rearme en vez del desarme, porque la quietud no se cimienta con ningún poder, y menos en el de las armas, sino tendiendo la mano, extendiendo el abrazo y abriendo el corazón. La propagación, por consiguiente, nos incumbe a todos y debe fomentar la cultura de la concordia con afecto y efecto conciliador y desprendido. Nadie puede caminar por sí mismo, aisladamente nada puede hacer nadie, se precisa de una agrupación que nos sostenga y sustente, que nos auxilie y en la que nos socorramos entre sí para mirar hacia adelante.

El autor es escritor
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