• 22/03/2025 00:00

Tren Panamá-David:
¿necesario o innecesario?

Existe la necesidad particular y subjetiva del tren por el empuje del presidente Mulino con el argumento personal y subjetivo de que “quiere dejar un legado de su gobierno a su provincia de origen, Chiriquí”

Los medios de transporte por vía férrea a lo largo del istmo son un viejo asunto de discusión de algunos sectores del país, que revivió hace algunos años por el impulso que le dio la República Popular China como parte de sus planes de actualizar la milenaria Ruta de la Seda. Este impulso ha menguado hasta ser abandonado oficialmente en fecha reciente por el Gobierno de Panamá.

Existe la necesidad particular y subjetiva del tren por el empuje del presidente Mulino con el argumento personal y subjetivo de que “quiere dejar un legado de su gobierno a su provincia de origen, Chiriquí”, por la candorosa aspiración de grupos de interés económico de las regiones de la ciudad capital y Chiriquí de “viajar con comodidad y rapidez los fines de semana a sus fincas de Boquete y las Tierras Altas” y por una elusiva campaña de información señalando supuestos beneficios económicos del proyecto a las regiones de la ruta y desde ellas, que están por demostrar. La distancia de 393 km por cubrir en 4.5 horas o 2.5 horas, según diferentes versiones, con 17 estaciones. Recorrido superpuesto a la carretera Interamericana, con la excepción de Soná y Puerto Vidal, lugares ubicados en los feudos políticos, ganaderos y agrícolas de la familia del expresidente Martinelli.

La necesidad real y objetiva. Hasta ahora no existe este análisis de costo-beneficio económico y social, que es absolutamente necesario para justificar la inversión pública de miles de escasos millones de balboas (entiéndase, dinero de los contribuyentes) y su orden de prioridad entre las inversiones del sector público frente a urgentes, numerosas y apabullantes necesidades de la población. Y esta inquietante omisión no existe porque no hay interés del Gobierno en realizar el estudio. Tampoco quien lo haga, ya sea por un momificado Instituto de Planificación Económica o menos por un inexistente Ministerio de Economía, que es más bien una casa de empeño del Gobierno al revés. O por una firma profesional de respetabilidad profesional. Tanto más inquietante para los contribuyentes por el sórdido, truculento y apabullante historial de sobresaltos cotidianos, de miles de millones de balboas, ninguno fue regalado al país, despilfarrados en inversiones públicas, contratos y compras estatales en los últimos decenios, donde una elevadísima proporción de estas no ha sido terminada ni entregada a tiempo en las condiciones técnicas, de calidad y de costo pactadas. Y, además, por todos lados, con el nauseabundo tufo impune de sobreprecios, improvisación, clientelismo, atracos, comisiones y coimas. ¿Cómo, entonces, podemos quedarnos tranquilos?

Todos quienes fuésemos a viajar alguna vez o nunca en el tren, si sabemos que inevitablemente pagaremos el costo de la obra con nuestros impuestos, que necesitamos a cada hora del día tomar agua potable, de ir a un centro de salud para atender a necesidades de salud que no esperan, de recibir una educación pública continua y de calidad, de contar con la protección constante de nuestras vidas y propiedades, de transitar por miles de kilómetros dañadas o inexistentes vías de comunicación donde nuestro horario y vida no estén en peligro. Y otras urgentes y vitales necesidades, tan mal atendidas por los gobiernos. Y preguntarnos si podemos dejar que se desatiendan esas necesidades y permitir que se asignen cuatro mil millones de balboas o tal vez mucho más, que es el costo inicial estimado de la construcción de la obra, para regodeo de unos pocos y al costo probable para muchos.

“Pensar mal y tener razón” no es necesariamente una actitud paranoica, tóxica o pesimista nuestra en el caso del proyecto del tren Panamá-Chiriquí.

*El autor es economista, consultor internacional
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