• 04/07/2012 02:00

Vacío que debemos llenar

Nuestra nación se caracteriza hoy por un desorden generalizado. No percibo un rumbo con metas claras ni un timonel que ilumine el camino...

Nuestra nación se caracteriza hoy por un desorden generalizado. No percibo un rumbo con metas claras ni un timonel que ilumine el camino. No es, gracias a Dios, la autodestrucción de 1968 cuando el caos creado por la clase política —de parte y parte— condujo a un callejón sin salida democrática y al rompimiento del orden constitucional. No es igual; pero hay señales inequívocas de vacíos que debemos cubrir para no seguir alejándonos de aquel patriotismo renovador que renació con la nueva democracia hace veinte años.

No pretendo ser pesimista, pero observo contradicciones que no constituyen el ambiente propicio para lograr el progreso y felicidad de todos. Mientras el gobierno anuncia un envidiable crecimiento económico, el común de la gente —incluyendo los productores del agro— se queja de que sus ingresos no alcanzan para una vida mínimamente decente. Mientras se anuncian supercarreteras, acueductos y hospitales, hay gente que se queja del polvo y lodo en caminos de tierra, de huecos en las calles, de falta de agua, de escasez de atención médica y medicamentos. Mientras unos se ufanan de haber logrado el ansiado grado de inversión —sin reconocer el mérito de sus antecesores— ya hay luces de peligro encendidas desde el exterior que alertan contra el derroche de fondos públicos.

Mientras se proclaman las virtudes de una democracia ejemplar con poderes públicos claramente separados e independientes, se percibe el dominio —o al menos, la excesiva influencia— de un poder sobre los otros; así nació el fenómeno del transfuguismo con toda su evidente, cruda y vergonzosa realidad. Mientras parece aceptarse que el camino de una concertación nacional es la forma adecuada para integrar posiciones y criterios divergentes, en realidad se convierte en un tinglado para medir fuerzas antagónicas. Mientras se hace apología de la libertad de prensa y expresión, hay quienes se sienten perseguidos por manifestar criterios opuestos al gobierno. No hay presos políticos, pero se intuye la discriminación por opinar distinto, realidad que, aunque se quiera negar, acaba por asilarse en lo más profundo de la conciencia nacional.

Por eso y muchos otros conflictos, necesitamos un verdadero liderazgo, un orientador competente que llene el vacío que está creando el desorden y la falta de credibilidad que resulta de tantas contradicciones. Se observa bonanza material, construcciones, dinero, cemento, inversionistas extranjeros, turistas, promesas de un futuro aún más abundante para todos. Pero ese cuerpo, de apariencia musculosa y sana, carece de algo muy importante: falta la fuerza vital del alma que le inspire energía, amor, valores, generosidad, humanismo. Creo que ese es el vacío que tenemos. Carecemos de un objetivo nacional que compartamos todos, hacia el cual enfilemos todas nuestras energías. Parecemos tener, en cambio, un maremagno de pequeños y limitados objetivos individuales o de grupos, cada cual tratando de llevarse el agua a su propio predio, cada cual halando por sus intereses particulares a espaldas —y a veces, a contrapelo— del interés nacional. En vez de que todos empujemos la carreta en la misma dirección, muchos se dedican a desarmarla, mientras unos pocos se ocupan de llevarse la valiosa carga que transportaba.

No podemos seguir viéndonos como enemigos, no podemos seguir dando pie a que, con razón, unos sospechen de las turbias intenciones de otros. Nunca construiremos un país floreciente en ese ambiente tan enrarecido. Si hay progreso, que sea para todos; si hay democracia, que sea limpia sin zancadillas. Que haya estadistas en el gobierno y un generoso liderazgo en la sociedad civil. Necesitamos orden, disciplina y una buena dosis de patriotismo. Amanecerá y veremos después del último discurso del presidente.

EXDIPUTADA DE LA REPÚBLICA.

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