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- 10/12/2008 01:00
¿Por qué voy a votar en blanco?
Existen algunos mitos sobre el voto en blanco. El más difundido es que al hacerlo estamos favoreciendo al candidato del oficialismo. Eso sería válido si los únicos que lo hicieran fueran los que adversan al gobierno, pero en este caso particular, si logramos hacer una campaña cívica nacional, los ciudadanos que optan por el voto en blanco pertenecen a toda la gama de los colores políticos. El otro mito es que el voto en blanco se suma al candidato que controla las mesas de votación, lo que se hace difícil en un proceso mirado por muchos ojos.
Si hay fraude, práctica que no descartamos por la naturaleza corrupta del actual gobierno, no se hará por la vía del voto en blanco.
Con el voto en blanco no estamos censurando al gobierno; es decir, no es un voto de castigo. Estamos diciéndole no a un sistema que se caracteriza por la concentración del poder y la riqueza en pocas manos, y la exclusión de la gran mayoría de la población.
Ninguno de los que aspiran llegar a la silla presidencial cuestiona esta infame inequidad. Peor aún, las elecciones se hacen para legitimizar este estado de cosas ya aceptado por muchos.
Un sistema que incorpora la corrupción en su modo de operar. Son muy contados en nuestra historia los individuos que aspiran a la conquista del poder político que no lleven de la mano la agenda oculta del enriquecimiento ilícito.
Me atrevo a asegurar que es eso justamente lo que aspiran los candidatos. Para sus innobles propósitos se valen de la ingenuidad y del oportunismo de los electores, porque muchos de ellos no se han percatado aún de que a estos mercaderes de votos lo único que les interesa es la conquista del poder para ensanchar sus propias arcas y hacer crecer a los que ya las tienen grandes.
Las elecciones, más que necesarias, son imprescindibles para enviarle al mundo el mensaje de que se vive en un estado democrático. ¡Qué democracia! Estas democracias son como el aroma del pan que sólo olemos al salir del horno, es decir, cada cinco años.
Durante ese quinquenio, los gobernantes, muy obedientes a los mandatos externos, se limitan a romper la piñata para repartirse las pastillas entre los amiguitos, los amigotes, los equipos o los team.
No caigamos en el error de decir que vamos a votar por el menos malo, porque ese no existe. A la hora de tomar decisiones, todos son igualitos. A la hora de robar, de corromperse y de corromper, todos son peores. A la hora de cuadrarse ante los amos del mundo, no habrá un barranco que los ataje.
¿Qué alternativa ofrecemos lo que votaremos en blanco? Una sola: crear conciencia ciudadana de que las elecciones, tal como están diseñadas en la actualidad, son una burla.
Que si no hay dinero no se puede formar un partido político, y menos, se puede competir en unas elecciones.
Votar en blanco es exigir que la aplicación de las leyes sean idénticas para todos los panameños.
Los privilegios que tienen los partidos políticos, por tener dinero propio y del Estado, viola la legitimidad de una sociedad que aspira a vivir una verdadera democracia, no la de papelillo que nos quieren imponer los que dominan el poder.
-El autor es médico y escritor.mauro43@cwpanama.net