¿Es ético que los médicos recurran a la huelga como medida de presión? Ellos ejercen una de las profesiones más nobles y esenciales de nuestra sociedad. Su labor no solo se basa en el conocimiento técnico, sino también en un pacto de confianza con la ciudadanía. Cuando un paciente acude a un hospital, lo hace con la convicción de que será atendido, sin importar el contexto político o económico. Romper esa promesa, aunque sea por demandas legítimas, genera una herida profunda en el tejido social. No se trata de minimizar las causas que motivan la protesta, pero la vía para solucionarlas no puede pasar por poner en riesgo la vida. Hay responsabilidades que, por su naturaleza, no admiten interrupciones. Existen múltiples caminos para poder alzar la voz y que siempre impere el diálogo y la conciliación. No se puede aupar la ausencia total del deber. La ciudadanía necesita confiar en que su sistema de salud estará ahí cuando más lo necesite. Perder esa confianza puede tener consecuencias irreversibles, no solo para los pacientes, sino también para el prestigio de una profesión que merece respeto, pero que también tiene una obligación irrenunciable: cuidar vidas. Con la salud no se juega. No ahora, no nunca.

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