El caso de una niña de cuatro años golpeada en la cabeza en una protesta en Ciudad de Panamá es un hecho más que pone sobre la mesa la necesidad de bajar las tensiones políticas en el país. Según cuentan los padres de la menor, fue golpeada por una piedra en un cierre protagonizado por encapuchados, una agresión repudiable que distorsiona todo motivo de unas manifestaciones que nacen de un descontento ciudadano. Ya es hora de que cada quien asuma su responsabilidad. La Universidad de Panamá, que anunció una investigación, debe ser enérgica en identificar y desterrar para siempre de su campus a cualquiera que pretenda utilizar esta casa de estudios como espacio para vandalismo absurdo y sin razón. No es suficiente un comunicado; se requieren correctivos firmes y ejemplares en caso de que se compruebe que quienes participaron de la agresión eran universitarios. Por su parte, el Gobierno no puede seguir alimentando un ambiente de confrontación y negación del diálogo. Utilizar la represión como único puente entre importantes sectores de la sociedad que rechazan sus políticas, simplemente aviva más el fuego de la polarización. El Ministerio Público debe llevar una investigación en derecho, sin política y con firmeza, para llevar ante la justicia a quienes cometieron el crimen con esa niña inocente. El diálogo es el camino para resolver los problemas y reclamos que tiene la ciudadanía; cualquier otra vía que implique imposición y violencia, sin importar de dónde venga, es intolerable y profundizará la crisis.

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