El mundo transita a una guerra inexorable en Medio Oriente y el impacto será en todo el orbe. No hay duda que Panamá está sumida en la conflagración, dada su posición estratégica y el Canal y por tanto, el país tiene que sacar a flote su neutralidad histórica. En el pasado reciente, Panamá asumió una peligrosa posición al dejarse incluir en la Coalición Internacional contra el Estado Islámico. ¡Craso error! En esta guerra en ciernes, nuestras autoridades tienen la obligación de evitar someter al país al peligro del conflicto y su deber es ayudar a que la paz vuelva al mundo. El problema es mayúsculo, porque en estos enfrentamientos iniciales entre Estados Unidos e Irán, hay países de nuestra América que realmente estarán involucrados, dada su estrecha colaboración con una de las partes. Se trata de Cuba y Venezuela que en los últimos años han acentuado sus vínculos con el régimen de los ayatollah. Panamá no debe ser arrastrada ni a una parte ni a la otra, sino que su deber es ayudar al encuentro de la estabilización mundial y por tanto, apelar a la neutralidad es el camino correcto. Hay que pensar con mente fría y no dejarse llevar por impulsos. El mundo está en un momento crucial que esta guerra en ciernes puede ser la chispa para un cambio global. Nuestra mejor alternativa es y será la neutralidad. ¡Ni más ni menos!

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