• 26/04/2015 02:00

Reflexión en el Día de la Tierra

El fin de semana pasado viajamos a Los Santos y observamos con nuestros propios ojos los efectos del cambio climático

El fin de semana pasado viajamos a Los Santos y observamos con nuestros propios ojos los efectos del cambio climático. Ya la palabra sequía no aplica al estado de mortandad y tragedia que viven los azuerenses. Cuando mis padres nacieron esa era una zona verde y llena de árboles, y en el transcurso de la vida de mis hijos la hemos convertido en una zona de emergencia. No hace falta ser un especialista para pronosticar que antes del fin del siglo Herrera y Los Santos serán un desierto.

En mis 56 años he visto grandes cambios climáticos en el mundo: la superficie cubierta de hielo disminuyó un 35 % al aumentar la temperatura en los últimos sesenta años, la superficie de selvas tropicales disminuyó un 40 % al aumentar la producción de alimentos, y la superficie de desiertos aumentó un 30 % al aumentar la población mundial. Además, cada vez hay más zonas afectadas por sequías, inundaciones y tormentas tropicales, con lo cual ahora tenemos más enfermedades y menos especies de animales y vegetales.

La opinión de prestigiosos científicos acerca de insostenibilidad de la Tierra ya no podemos ignorarla. El protocolo de Kyoto sigue siendo el punto de referencia en el plano mundial, ya que fue la primera vez que los países desarrollados llegaron a un acuerdo y establecieron como objetivo vinculante la reducción de las emisiones de gases de invernadero. Sin embargo, desde Kyoto la emisión global de gases solo se redujo en un 5 % respecto de los niveles de 1990 y para detener el proceso de recalentamiento debemos disminuir las emisiones de CO2 en un 60 % o más. Por eso, si queremos detener el proceso de cambio climático, tenemos que adoptar medidas más radicales y más enérgicas.

Para empezar, es esencial que como Estado comencemos a vincular el desarrollo y el crecimiento económico a la protección del medio ambiente. En nuestro caso particular, como fabricante de alimentos y jugos naturales, debemos entender que el aumento de la población y la producción de alimentos tienen grandes consecuencias en los cambios climáticos. Las políticas agropecuarias están íntimamente vinculadas con el medio ambiente al existir una relación directa entre lo que se produce y lo que se consume. Para los panameños, esto significa apelar a la voluntad de las empresas para reformular los productos y crear procedimientos de manufactura que permitan a la población tener mayor conciencia sobre un consumo responsable y sostenible. Por supuesto, esto no implica la intervención estatal en los mercados o la subvención de las exportaciones, modelos proteccionistas que ya fueron superados y que modificaron el mercado agrícola en detrimento de una producción eficiente que protege el medio ambiente. Lo que buscamos ahora es que a través de la educación de los niños y los jóvenes vayamos creando una mejor cultura ambiental.

En ese sentido, la crisis en Azuero representa una buena oportunidad para crear una visión moderna sobre lo que debiera ser el campo en el siglo XXI. Lo ideal sería comenzar a trabajar en colaboración con expertos y organizaciones internacionales para reorientar los recursos hídricos hacia los objetivos de un desarrollo rural sostenible. Todo esto con miras a integrar un marco productivo más amplio en el que podemos crecer económicamente, pero sin descuidar nuestra responsabilidad con el medio ambiente.

Sin embargo, todo esto requiere de un Gobierno y una sociedad civil más comprometidos. Cada vez hay más pruebas de los peligros que derivan de la indiferencia en relación con el respeto de la naturaleza. El medio ambiente debe ser parte de una agenda estratégica que incluya la ejecución de programas de reforestación de selvas y reformas de la agricultura, la creación de nuevas alianzas estratégicas con organismos de la sociedad y el aseguramiento de las prioridades ecológicas como parte de una matriz educativa de alcance general. Por eso, felicitamos al Club de Leones de Panamá por su iniciativa de sembrar miles de árboles a nivel nacional para palear la crisis y enmendar el problema.

Actualmente, muchos son los que hablan sobre la urgencia de estos temas, pero muy pocos son los que traducen sus ideas en acciones concretas. Y solo cuando lo hagamos con conciencia tendremos posibilidades de revertir la actual curva de destrucción ambiental y detener las consecuencias nefastas del cambio climático.

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