Así lo confirmó el viceminsitro de Finanzas, Fausto Fernández, a La Estrella de Panamá



- 26/06/2025 00:00
En el mundo del cine, los zombis siguen siendo un elemento por excelencia en el género de horror, generando emociones diversas en las audiencias, desde terror, curiosidad, repulsión o instinto de supervivencia, en donde todos en algún momento nos hemos preguntado: ¿Yo qué haría en el fin del mundo contra un zombi?
A esta pregunta, el cineasta Danny Boyle le agregó un toque de realismo y brutalidad a su visión sobre los zombis; ya no serían los letárgicos monstruos derivados de humanos conscientes, sino máquinas rápidas y ágiles capaces de destruir todo el Reino Unido en cuatro semanas, tal como narra su primera película Exterminio (28 Days Later) en 2002. Ahora, tras 23 años de su primera entrega, y luego la secuela de 28 Weeks Later dirigida por Juan Carlos Fresnadillo (2007), su tercera entrega llega con una historia cargada de drama, comedia y momentos de vulnerabilidad sobre la fragilidad humana y la carga de conciencia sobre las pérdidas de vidas humanas.
Tras los eventos ocurridos en la secuela donde el denominado Virus de la Rabia se expandió por Gran Bretaña y sus fronteras, Boyle y el guionista Alex Garland decidieron tomar una dirección nueva con su nueva entrega, enfocándose en una pequeña isla llamada Holy Island, fuera del continente británico en donde una comunidad ha hecho su propia vida, sin internet, teléfonos celulares, cámaras o conocimiento de lo que sucede más allá del final de la isla.
Es aquí donde conocemos a los protagonistas Spike (Alfie Williams) y su padre Jamie (Aaron Taylor-Johnson), quienes nos adentran a la vida en el continente donde la naturaleza ha retomado su rumbo y los infectados, entre grupos de lentos y grupos de rápidos, amenazan la existencia humana y a quienes vayan en busca de suministros para regresar a la isla.
En medio de un viaje de padre e hijo para probar la hombría de Spike a sus 12 años, conocemos que el virus ha mantenido a los infectados en zonas dispersas, y su sed por carne humana solo ha aumentado, siendo aún más difíciles de matar. Entre los follajes de árboles y casas abandonadas, el ambiente de la cinta nos lleva a sentir el temor y el suspenso desde el primer paso en tierra firme.
Como una tradición, los hombres de la isla emprenden expediciones de búsqueda de alimento por el agua a través de la calzada durante la marea baja, matando zombis con arcos y flechas para avivar sus instintos de cazadores-recolectores. Algunos de estos zombis son corredores llamados “alfa”, pero otros son lentos, ideales para la práctica de tiro: criaturas bulbosas que se arrastran boca abajo en el suelo.
Algunos de los momentos más memorables de la cinta son junto a Spike y su madre, Isla (Jodie Comer), quien lucha contra una enfermedad que la mantiene confundida y deprimida en cama. Su relación de madre e hijo es conmovedora y se destaca de entre otras interacciones en la historia. Al enterarse de rumores de que un “doctor” sigue viviendo en el continente británico, Spike desobedece todas las reglas de la isla al llevar a su madre con él a esta zona prohibida, en una búsqueda desesperada por encontrar una cura para ella.
Lo que se desenvuelve es una prueba de que un buen guion es enfatizado cuando los actores desarrollan relaciones íntimas frente a las cámaras, lo que nos lleva como audiencia a disfrutar (o a llorar) aún más en las diferentes escenas. La relación entre padre e hijo es distinta y su deterioro nos habla directamente sobre las futuras decisiones de Spike, lo que se ve como una evolución de su personaje a medida que el miedo se convierte en valentía y la presión en fortaleza.
Boyle y Garland logran atrapar desde el principio de la cinta, mostrando una serie de secuencias que parecen absolutamente alucinantes, iluminadas por estrellas nocturnas y destellos de aurora boreal en el cielo. Nada en la estética de la película, ya sea desde las inquietantes inserciones de clips de soldados medievales hasta los destellos infrarrojos de los frecuentemente incomprendidos infectados, podría describirse como convencional, dejando espacio para asombrarnos.
La interpretación de Ralph Fiennes como el Dr. Kelson, quien hace su aparición de forma poética y violenta, es uno de los puntos clímax de la cinta y nos adentra a la parte conmovedora de la historia en la que Boyle nos recuerda la importancia de la vida humana más allá de los componentes de terror en la cinta, si no un momento de reflexión en lo que significaría vivir en un mundo donde la supervivencia es ley y el solitario perece.
El regreso de Boyle a la gran pantalla trajo consigo una historia que, más allá de los zombis y momentos de comedia en medio de tragedias, nos hace pensar en el futuro de la humanidad, el contagio emocional, el instinto de supervivencia, y las diversas perspectivas en cuanto a la preservación humana en momentos de crisis mundial (y zombis).