• 20/11/2016 01:00

Una educación para la vida

‘El derecho universal a una mejor salud y a un mayor bienestar es fundamental...'

El año pasado iniciamos un programa de postgrado en los Estados Unidos en el cual debíamos presentar una tesis de graduación con propuestas concretas para enseñar alimentación saludable en escuelas secundarias. Luego de varios meses de investigación y trabajos de campo, la semana pasada terminamos materias y pudimos someter con éxito el proyecto final en los términos siguientes: El desafío de enseñar acerca de alimentación saludable a estudiantes de escuelas secundarias es la inadecuación cada vez más grande, profunda y grave que existe entre un saber disciplinario especializado y problemas cada vez más multidimensionales, transnacionales, globales y planetarios.

En el fondo, el objetivo es vincular una necesidad biológica como la de comer saludablemente con una aptitud inexistente en jóvenes de integrar el saber particular a un contexto global y a la propia vida, y de plantearse los problemas fundamentales de nuestra condición humana dentro del propio tiempo que vivimos.

En ese sentido, lo que más podría ayudar a moldear a un joven estudiante es un espíritu científico interrogativo para explorar temas de las ciencias naturales y luego relacionarlos en otras áreas de la vida sin perder lo concreto ni el análisis. Este enfoque pedagógico no concierne solo al punto de vista de ciencias como biología, química y física, sino también a cosmología, geología, ecología y agronomía. Por supuesto, que otras asignaturas como literatura, música, poesía, cine y bellas artes son también mecanismos adecuados para aprender conceptos nuevos, al igual que la geografía y la historia son propicias para tomar conciencia de nuestra relación existencial con otros seres que viven en el presente o han vivido en el pasado.

Lo esencial aquí es no entrar en una dialéctica entre lo científico, lo sociológico, lo técnico y lo imaginario, sino conectarse con la realidad de producir y consumir alimentos de forma sostenible utilizando herramientas relacionadas con las ciencias, las letras y la filosofía. Solo así resucitarán grandes interrogantes como: ¿en qué mundo vivimos, de dónde venimos y adónde vamos?

Las respuestas a estas preguntas permitirían a los estudiantes situarse en el debate sobre nuestra peculiar condición humana, que somos hijos del cosmos, formados de átomos y moléculas del mundo físico, pero además de que somos hijos de la Tierra que engendró la vida, hijos de la evolución biológica y que estamos separados del cosmos y de las demás especies por nuestro pensamiento y nuestra cultura. En consecuencia, el punto de partida clave para echar todo esto a andar es poner de manifiesto nuestra necesidad biológica de consumir alimentos saludables para vivir.

Así, de la conexión entre las diferentes áreas del conocimiento, surge una cultura más humana y más sensible que permite al estudiante la posibilidad de gestionar un cambio de hábitos y estilo de vida de consumo. Por eso, consideramos necesario instituir en todas las escuelas un diezmo transdisciplinario que consiste en tomar un 10 % del tiempo de clases de cada materia para dedicarlo a la enseñanza de la alimentación saludable con los presupuestos de los diversos saberes y las posibilidades de ponerlos en práctica. Sería interesante, por ejemplo, que una clase de aritmética contribuya con la prevención de la obesidad al enseñar el cálculo del índice de masa corporal, que la materia contabilidad repase la pérdida de bienestar del consumidor al tabular las cantidades de dinero gastados por año en comida chatarra o que el curso de música aporte un ‘jingle' que promueva el consumo de frutas y vegetales.

Actualmente, los problemas de la educación se reducen a lo cuantitativo: más presupuesto, más créditos, más docentes y más aulas de clase. Y al mismo tiempo menos obligaciones, menos materias, menos tareas y menos exámenes. Sin duda, todo esto es necesario y hacen falta recursos, más evaluación a docentes y más reformas al pensum. Pero las modificaciones cuantitativas por sí solas no son suficientes porque al final ocultan aún más la urgente necesidad de una educación práctica.

Estamos frente a una situación histórica porque solo podremos detener la epidemia de enfermedades no transmisibles cuando en todos los campos de la política, la ciencia, las letras y de la vida social, los conocimientos sobre alimentación saludable ocupan un lugar por encima de los intereses particulares de políticos, comerciantes y productores. El derecho universal a una mejor salud y a un mayor bienestar es fundamental, y debería ser el norte y la prioridad de maestros y profesores en todas las escuelas del mundo para formar ciudadanos capaces de afrontar los problemas reales de su época.

Lo Nuevo