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- 24/01/2016 01:00
Pérdida de confianza y vacío de poder
La forma en que la gente entiende la política y la relaciona con los asuntos comunes de la sociedad es tan importante para la existencia de una vida democrática como la vigencia de ciertos principios y derechos. En general, cuando hablamos de política, pensamos en la relación entre partidos y ciudadanos y la confianza entre gobernantes y gobernados. Cuando esta relación pierde vigencia por cualquier circunstancia, nace una idea de desconfianza en la sociedad que tiende a verificarse en un prisma de descontento y preocupación.
A menudo olvidamos que la confianza es el factor clave de la convivencia pública que permite pensar la libertad como un prerrequisito ciudadano. Cuando se produce la huida del rey al final de la Revolución francesa, se crea un vacío de representación. Y aunque ya no se tenía confianza en él, lo habrían dejado en su lugar solo para evitar ese vacío. Las situaciones de desconfianza que se manifestaron en torno y a propósito de ese vacío, que no fue totalmente un vacío constitucional pero sí de ausencia de quien lo representaba hasta ese momento, fueron las que dieron lugar al desenlace final.
El surgimiento de la nueva república aparece entonces, precisamente, cuando el lugar del jefe queda vacío y se pierde la confianza en los gobernantes. Había un poder aún en definición, pero ya no estaba la persona que podía representar en su cuerpo el poder. Se presenta entonces la ocasión histórica de preguntarse: ¿qué hacer cuando el lugar central del poder está vacío?
En efecto, Panamá vive momentos históricos de cara a la idea republicana de país y que podemos interpretar de dos maneras. En un plano teórico, es una cuestión institucional que siempre vuelve: ¿cómo articular el poder del presidente de la República con el resto de los poderes fácticos del Estado? Y en lo práctico, ¿cómo entender la brecha entre lo individual y lo colectivo, el interés particular y el interés general? La República de Panamá exige que se construya y reconozca un interés general y que por ese interés general que se plantea en común, el individuo sea capaz de sacrificar algunos de sus intereses particulares. Hoy se oponen en esto el individualismo del presidente y el comunitarismo de los sindicatos. Pero la forma de articular los dos polos siempre es difícil.
Hay quienes dicen que es la voluntad llevada por la razón la que hace que el individuo se vuelque hacia la comunidad y otros quienes dicen que es lo sensible, los sentimientos comunitarios los que van a llevar al individuo y que van a establecer ese vínculo. De modo que se busca del lado de la razón o del sentimiento y se trata de hacer, con la razón o con el sentimiento, una voluntad común. Pero sigue siendo difícil, en la práctica, entender cómo se puede hacer de uno, varios, y de varios juntos y libres, al mismo tiempo un todo unificado. Y ese es el problema actual de los panameños.
Porque existe indudablemente un vacío de poder que sin duda se ve reflejado en la pérdida de confianza en las autoridades en todos los niveles. Podemos pensar que hay situaciones particulares, pero es evidente que cuando los gobernantes llegan a esos altos cargos políticos quedan expuesto al vértigo del poder y olvidan retribuir la confianza en quienes lo eligieron. No se puede prescindir de la representación, pero para reconstruirla con condiciones de lealtad e integridad, las autoridades también deben confiar en lo que dicen en este momento los ciudadanos, que expresan problemas sociales y políticos urgentes. La cuestión sería recuperar el vínculo que va y viene de gobernantes a gobernados.
Aparte de ello hay también una crisis de orden más filosófico, si se quiere, en torno a cómo vincular la sociedad que cada vez es más heterogénea y multicultural con la comunidad política, y la necesidad de tener un Gobierno fuerte y legítimo que sea reconocido por todos. Es decir, la República no es únicamente de aquellos que votaron por ‘El Pueblo Primero'. Es de todos, incluyendo cholos, indígenas, negros, blancos, mestizos y asiáticos, por citar un aspecto de nuestra naturaleza como crisol de razas.
Estos replanteos suelen evocar ideas refundacionales como la Constituyente, como si las voces de aquellos filósofos franceses sobrevolaran como fantasmas algunos debates actuales. Es importante comprender que para fortalecer nuestra República no es simplemente soñar en democracia, sino saber que el vacío del poder genera desconfianza y desestabiliza instituciones. Y peor aún, crea zozobra innecesaria en la comunidad.
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